Mis adultos mayores: Conciencia y afrontamiento de la muerte
Hola, espero que todos estén muy bien. Un tema sensible nos ocupa el día de hoy: La muerte.
La idea de morir causa incomodidad e incluso cierta ansiedad y miedo en la mayoría de las personas. El envejecimiento tiene asociaciones negativas y dolorosas en sí mismo, y es difícil determinar si es favorable o negativo el balance entre pérdidas y ganancias en la edad avanzada debido a la proximidad del final, ya que la muerte representa la culminación de ese proceso y se asocia a conceptos de pérdida absoluta e irreversible.
Kastenbaum (2000) señala ciertos aspectos con respecto al fallecimiento.
• Con la muerte acaban las posibilidades de pensar, de sentir, de emocionarse, de disfrutar de la vida. Lo que somos, producto de nuestra historia de vida, desaparece, así como también lo hacen nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, aquello que nos queda por hacer.
• La muerte representa una separación definitiva de las personas con las que convivimos y las que amamos. Prevalece un temor al dolor que se causará a los demás o las dificultades que les puede causar vivir sin nuestra presencia.
• El temor ante la muerte remite, además, al miedo a lo desconocido.
¿Quién no se ha formulado la siguiente pregunta: ¿Qué existe después de la muerte, si es que existe algo? Las expectativas (o la falta de expectativas en este caso) sobre lo que vendrá influyen en nuestra actitud hacia ello. La muerte es entendida como un vacío definitivo que genera angustia, estrés y ansiedad, motivados por la incertidumbre que provoca.
La muerte es entendida como un vacío definitivo generador de angustia, estrés y ansiedad motivados a la incertidumbre que provoca y que se asocia al miedo, al dolor y al sufrimiento que en ocasiones acompaña el proceso de agonía, el miedo a la dependencia de otras personas, así como ser una carga para otros.
La edad, el tipo de personalidad o las creencias religiosas han sido estudiados como factores que podrían explicar la intensidad del temor ante la muerte.
Las personas mayores parecen tener más presentes, pensar más a menudo sobre la muerte que los adolescentes o jóvenes, sin embargo los resultados no son concluyentes.
Schaie y Willis (2003) parecen sugerir que las personas mayores temen menos a la muerte que los jóvenes, quizá porque viven la muerte de manera más cercana a partir de la desaparición de personas de su generación, lo que les socializa y prepara para la propia muerte.
Tomer (1992), no ha encontrado relación entre edad y ansiedad hacia la muerte. Mientras que Martínez, Alonso y Calvo (2002) señalan que en los mayores hay indices de mayor ansiedad ante la muerte.
En la vejez, la concepción de la muerte depende en gran medida del estado de salud (puede verse como una liberación, o, al menos, como un mal menor en casos de extremado sufrimiento o de gran dependencia) y del grado de satisfacción que se tiene cuando mira atrás y se ve la propia vida como algo completo.
La idea de la muerte se hace menos temible y más aceptable en la medida que el individuo se sienta satisfecho con lo vivido y sus expectativas. Si esto no sucede así, cuando la muerte se percibe cercana, pueden aparecer las angustias por lo no vivido y el miedo por la incertidumbre del dejar de ser/dejar de existir.
Para algunos, la situación terminal resulta desgarradora por no haber definido y/o realizado sus metas. («Cómo me voy a morir si aún no he vivido…»). Otra circunstancia que influye en la actitud de las personas mayores ante la muerte es la pérdida de la pareja: para aquellas que la han perdido, la propia muerte suele ser contemplada como algo mucho más presente, real y próximo.
En algunos casos, incluso como algo liberador que permitirá reunirse con la persona amada, sin la que la vida tiene menos sentido.
Uno de los mecanismos de defensa más frecuentes es la negación, que se caracteriza por: a) negación de los hechos consecuentes (p. ej. «yo no estoy enfermo»), b) aceptación de los hechos pero no de sus implicaciones («sí, me duele el corazón pero esto le sucede a mucha gente»), y c) aceptación del diagnóstico y de su gravedad pero no del pronóstico («hay metástasis, pero muchos se curan»).
Por último, pero no menos importante, la mayoría de las veces, la ansiedad de las personas por la muerte se centra en el momento en que se van a morir, si la muerte les impide cumplir con sus deberes, si se sienten abandonados por su familia, y si han fallado cuando es necesario.
“Las cosas no serán igual sin mi” se suele escuchar.
Hasta la próxima columna.
Muchos cariños desde mi riconcito, mi espacio para estudiar y escribir para ustedes.
Aprecio sus comentarios, inquietudes o sugerencias a través del correo electrónico mariaequirozr@gmail.com o mi cuenta de instagram @mariaquirozr
Psicóloga y abogado María Quiroz.
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