Opinión

Mis adultos mayores: Arthur Schopenhauer

En un sentido más amplio, también podría decirse que los primeros 40 años de nuestra vida nos proporcionan el texto.
viernes, 29 noviembre 2024

Hola, espero estén todos bien. Le doy continuidad al texto El arte de sobrevivir de Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, representante del pesimismo filosófico.

En la juventud domina la intuición, en la madurez el pensamiento: De ahí que aquella sea la edad de la poesía; y ésta la de la filosofía. También en el plano práctico, en la juventud uno se deja guiar por lo intuido y la impresión que causa, mientras que en la madurez solo por el pensamiento.

La mayor energía y la máxima tensión de las fuerzas del espíritu tienen lugar, sin duda alguna, durante la juventud, como muy tarde hasta el trigésimo quinto año de vida: a partir de ese momento, comienzan a decrecer, aunque sea muy lentamente.

Sin embargo, los años subsiguientes e incluso los de la madurez no transcurren sin una compensación espiritual.

La experiencia y el conocimiento solo entonces se han hecho propiamente ricos: se ha tenido tiempo y ocasión de contemplar y considerar las cosas desde todos los puntos de vista, se ha confrontado cada cosa con otra y hallado puntos de contacto y relaciones entre ellas, de manera que solo ahora se entienden debidamente en su conjunto.

Aun así, la juventud sigue siendo la raíz del árbol del conocimiento, aunque solo la copa tenga frutos. Pero como toda época, incluida la más desventurada, se considera a sí misma más sabia que la inmediatamente anterior y que las demás, así también le sucede a cada edad del hombre; pero ambas cosas a menudo están equivocadas.

En los años del crecimiento corporal, en los que también aumentan nuestras fuerzas espirituales y nuestros conocimientos día a día, el hoy acostumbra a contemplar el ayer con desprecio.

Esta costumbre echa raíces y permanece también cuando las fuerzas del espíritu han entrado en decadencia y el hoy, más bien, tendría que mirar con devoción al ayer; de ahí que con frecuencia valoremos demasiado poco tanto los logros como las opiniones que tuvimos en nuestra juventud.

En un sentido más amplio, también podría decirse que los primeros 40 años de nuestra vida nos proporcionan el texto, los siguientes 30 el comentario, que es el que nos permite captar el verdadero sentido y la coherencia del texto en su conjunto, además de los aspectos morales y demás sutilezas del mismo.

Hacia el final de la vida sucede lo que acontece al término de un baile de máscaras, cuando caen los antifaces. Entonces uno ve al fin quiénes eran realmente aquellos con los que había tenido relación a lo largo de su vida, pues los caracteres han salido a la luz, los hechos han dado sus frutos, los logros han obtenido su justa valoración y todas las falsas ilusiones han desaparecido.

Es decir, todo ello ha necesitado de su tiempo.

Solo a una edad avanzada alcanza el hombre por completo el horaciano nil admirari (no sorprenderse de nada), es decir, la convicción inmediata, sincera y sólida sobre la vanidad de la totalidad de las cosas y la inconsistencia de las maravillas del mundo: las quimeras han desaparecido.

Ya no cree que en alguna parte, ya sea en un palacio o en una choza, exista una dicha particular, mayor de la que en esencia disfruta también él en todas partes si está libre de dolor físico o espiritual. Para él, las cosas que a ojos del mundo son grandes o pequeñas, ricas o humildes, no merecen en realidad ya distinción alguna.
Esto da al anciano una paz especial, gracias a la cual desdeña sonriendo todas las bufonadas mundanas.

Ya está completamente desengañado y sabe bien que la vida humana, por más que uno se empeñe en adornarla y engalanarla, pronto, sin embargo, aparecerá en toda su mezquindad por entre esos adornos de feria y, por mucho que uno quiera colorearla y decorarla, es siempre la misma en lo esencial, una existencia cuya verdadera valía hay que ponderar solo por la ausencia de dolor y no por la presencia de placeres y mucho menos de lujos.

La diferencia básica entre la juventud y la vejez consiste en que aquella tiene ante sí la perspectiva de la vida y ésta la de la muerte; que, por tanto, aquella posee un breve pasado y un amplio futuro, y esta al revés.

La vida en los años de la vejez se asemeja al quinto acto de una tragedia: se sabe que un desenlace trágico se avecina, pero aún no se sabe cómo será.

Psicólogo y abogado, Maria Quiroz. Síganme por Instagram @mariaquirozr

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