Mi Guayana

Mi Guayana, la de los grandes ríos, con sus hermosos y caudalosos saltos; la del Cerro Bolívar, Altamira y Arredondo, todos nítidamente perfilados y preñados de hierro; la Guayana del oro, del coltán, del diamante y de esa vasta, verde y frondosa selva.

Esa Guayana inmensa, pura, esplendorosa, rica…, la que la naturaleza, en su infinita bondad, entregó a Venezuela, donde también, eclosionaron muchos de esos valores humanos; algunos de los cuales, por cierto, contribuyeron a transformar, por la fuerza de su pericia, creatividad, perseverancia y honestidad, esas riquezas naturales, que se convirtieron en torrente de esplendoroso desarrollo.

Esta vorágine de carácter económico, industrial, social y hasta urbanístico, se inició cuando el General Rafael Alfonzo Ravard, fue nombrado presidente de la Corporación Venezolana de Guayana en 1958, (aun cuando antes, ya era presidente de la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní). Para entonces, estaban presentes en el estado Bolívar, las empresas americanas, Iron Mines Co., en El Pao- Palúa (1948) y la Orinoco Mining Co., en Ciudad Piar – Puerto Ordaz (1950).

Desde su nombramiento, en 1958, el general Ravard, impulsó el desarrollo y construcción de Guayana, y en ella, varias plantas industriales, entre las cuales se destaca Sidor, inicialmente denominada “Industria del Hierro y el Acero” y Macagua I.

Fue la Inoccentti, de Italia, nuestro gran ductor en materia metalúrgica: el urbanismo de la ciudad, también fue, para entonces, contratado por el ingeniero Ravard, a una institución vinculada a la Universidad de Harvard y es así como nace la primera ciudad planificada del país, que habría de llamarse, Ciudad Guayana, nombre oficializado el 2 de julio de 1961, por el entonces presidente la República, Don Rómulo Betancourt.

En 1973, Ravard fue nombrado, igualmente, presidente de Edelca y prosiguió con la elaboración del extenso plan de desarrollo hidroeléctrico en esa cuenca.

En 1974 este brillante funcionario público, es nombrado presidente de la que, posteriormente, se denominaría, Pdvsa y es entonces, cuando el ingeniero Argenis Gamboa, joven margariteño, e ingeniero metalúrgico, es nombrado para ocupar la presidencia de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Gamboa, venía de ser presidente de Sidor.

Este, al igual que su antecesor, con mucho arrojo, prosigue el plan de industrialización de Guayana. Bajo su dirección se inició la ampliación de Sidor y los proyectos de Interalúmina y Venalum, entre otros.

Todo esto ocurre en un período en que el país dispone de abundantes recursos, y también de gente con mucho talento. De estos, la lista es tan larga, que resultaría imposible nombrarlos a todos en esta nota.

En 1984 y hasta 1993, asume la presidencia de la CVG, el ingeniero Leopoldo Sucre Figarella. Guayanés por excelencia, talentoso, dinámico y amante de su tierra natal, quién además, poseía un abultado currículo, con vasta experiencia profesional y política. Él, no solo impulsó, también, con mucho vigor, el sector industrial de Guayana, sino que gerenció, con mucha destreza y tino, su expansión social y urbanística.

Los logros alcanzados por el ingeniero Sucre, así como también por Gamboa y Ravard, los hace merecedores de un eterno reconocimiento.

Después de 1998, la CVG y sus empresas filiales, fueron degradándose paulatinamente, hasta llegar al estado de destrucción y total abandono, en el cual, hoy se encuentran. Tristemente, también, esos valiosos y muy bien entrenados recursos humanos, forjados con el calor de mucho estudio y larga experiencia, que tanto dinero, esfuerzos y tiempo, le costó al país, fueron igualmente desechados y abandonados.

Recientemente, fuimos testigos de un triste espectáculo, donde trabajadores, acorralados por la miseria, hacen cola para mendigar dos (2) pollos descompuestos y una miserable mortadela. Así se destruyó el talento humano de esta, otrora gloriosa Guayana.

Recientemente, circuló en esta ciudad, un audio del recién nombrado presidente de la CVG, en el cual manifiesta garantizar la recuperación de las Empresas Básicas, en un período relativamente corto de tiempo.

Claro, esto tendrá que ser, una vez que se efectúen los cambios políticos necesarios en el país. Se hará entonces imperativa, la necesidad de recuperar la mil millonaria inversión que se sembró en Guayana y ello deberá efectuarse con celeridad, a pesar de los muchos escollos que deberá sortear el país, como son, en primerísimo lugar, la recuperación de PDVSA, pues buena cantidad del gas que ella produce, es requerido en nuestras empresas.

Como quiera que, igualmente, nos han dejado un país destruido en lo financiero, una forma de reconstruir nuestro plantel industrial, será invitando al sector privado nacional e internacional, con capital disponible y experticia en industrias semejantes a las nuestras, para que participen en esta reconstrucción.

Es obvio que el rol de la CVG, cambiará para ser una institución orientada al desarrollo regional mediante la formulación de proyectos y asesoría financiera, entre otras funciones, y por tanto, tendremos que darle la bienvenida y el apoyo a ese cambio.

También tendremos que buscar el compromiso de muchos de aquellos abnegados y fieles trabajadores, técnicos y profesionales en general, algunos de ellos, hoy en el extranjero, para que regresen y nos acompañen a darle brillo y esplendor a esta promisora Guayana, grande y bendita.

Con toda seguridad, la Venezuela del futuro, podrá reconstruir nuestro parque industrial, aún, sobre las cenizas del cadáver actual y lo haremos con honestidad, voluntad, genio y la gran energía que nos caracteriza, pero recordando, hoy más que nunca, que para ello, debemos soñar con el cambio hacia esa nueva Guayana, la volcada al desarrollo y modernidad del país, lo cual implica que también nosotros, en alguna forma, tendremos que cambiar profundamente muchas de nuestras actitudes y valores.

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