Medicina para el alma
Hoy en día con el incalculable cúmulo de información al alcance de la mano en internet y en las redes sociales, apenas requerimos de un teléfono para revisar cuanto sea de nuestro interés.
Todo está allí como un formidable menú presto a satisfacer gustos, encontrar soluciones, e incluso para complicarnos la vida.
Pienso que una de las categorías transversales de este océano de información es la que trata sobre los desafíos que enfrenta el ser humano ante la amplísima gama de situaciones que usualmente llamamos problemas.
Uno de los hechos que nos causa mayor inquietud es la muerte, la cual, a decir del filósofo Epícuro, es el mal que más nos pone los pelos de punta a pesar de que no nos acompaña para nada, porque cuando existimos la muerte no está presente, y cuando está presente no existimos.
El tema apunta a una terapeútica del alma mediante la filosofía que presenta a los filósofos como terapeutas que nos ayudan a enfrentar nuestros males y preocupaciones, tales como el temor al fracaso, la pérdida de posesiones, el desprestigio, y demás frutos de la cultura del éxito social, económico y laboral. La filosofía siempre lo ha tenido presente y se ha planteado cómo ayudar a superarlas.
De hecho este planteamiento fue uno de los núcleos de cuando los filósofos eran escuchados por muchas personas que buscaban curación para el alma. El filósofo Epicteto ya decía que la escuela del filósofo es un hospital del que no se sale contento, sino doliente; que los discursos filosóficos consisten en ser capaces de mostrar a muchos la contradicción en la que se desenvuelven, cuando quieren lo que produce felicidad pero lo buscan en lugares equivocados.
Esta terapéutica del alma se remonta al padre de la mayéutica. Para Sócrates, la filosofía era una forma de vida y la función del filósofo era aliviar el alma de los miembros de una sociedad enferma de ideales ilusorios. Lo hacía mediante la práctica y enseñanza de un arte de vivir que proporcione una existencia equilibrada y serena libre de angustias, desequilibrios y temores basados en falsas opiniones e ilusiones.
Epicteto lo expone diciendo que los hombres se ven perturbados no por las cosas sino por las opiniones sobre las cosas, y Epicuro añade que lo insaciable no es la panza, como el vulgo afirma, sino la falsa creencia de que la “panza necesita hartura infinita”.
La propuesta será entonces tomar conciencia de que la finalidad de la existencia es vivir conforme a la naturaleza y darte cuenta de que lo exterior a tu mente está sujeto al azar y no depende de ti, que el único ámbito en el que puedes ser libre y, por lo tanto, feliz y autorrealizarte como ser humano es dentro de tu entendimiento.
Siguiendo al citado Epicteto vale cerrar con lo siguiente: ¿Qué es lo que nos hace libres de impedimentos y trabas al escribir? El saber escribir. ¿Y qué al tocar la guitarra? El saber tocar la guitarra. Por tanto, también al vivir, el saber vivir.
La perspectiva de la filosofía como medicina para el alma está siendo actualmente recuperada por algunos filósofos que sostienen que la psicología y la psiquiatría han delimitado, en el estrecho marco de la enfermedad mental, muchos problemas existenciales solucionables mediante la reflexión sobre los fines inmediatos y últimos de la vida.
viznel@hotmail.com
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