Opinión

Más allá de los resultados, el trabajo real empieza ahora

En un contexto tan marcado por el desencanto, la reelección no siempre es un premio, sino muchas veces un voto de resignación. La gestión no puede limitarse a administrar la inercia.
viernes, 01 agosto 2025

Las elecciones municipales del 27 de julio dejaron un mapa político que, sin sorpresas, reafirma el control oficialista sobre la gran mayoría del territorio. La oposición logró mantener apenas 50 de las 335 alcaldías del país, entre ellas los bastiones tradicionales de Chacao, Baruta y El Hatillo, tres municipios que, a pesar del deterioro generalizado, han logrado preservar un mínimo de calidad de vida por encima del promedio nacional. En ellos, los ciudadanos optaron por la continuidad, no por fidelidad ciega, sino por una clara valoración de su entorno: cuando algo funciona, aunque sea en medio del caos, se defiende.

A diferencia de las presidenciales, donde se juega el rumbo nacional, las elecciones municipales definen lo inmediato: el ambulatorio, la recolección de basura, los huecos de la calle, la iluminación nocturna, la seguridad vecinal. Son temas cercanos, urgentes y palpables. Y aunque suene obvio, conviene recordarlo: el municipio es la primera línea de la gestión pública. Por eso, más allá de quién ganó o perdió, lo que realmente importa comienza ahora.

Los nuevos alcaldes y concejales, oficialistas o no, tienen la responsabilidad de gobernar para una ciudadanía descreída, marcada por la apatía y profundamente desconfiada del liderazgo político. En un país donde no habrá más elecciones de cargos públicos durante los próximos cuatro años, ellos serán los únicos representantes directos del pueblo. La lupa sobre su trabajo será mayor que nunca, porque no habrá escapatoria ni contienda que desvíe la atención.

En este escenario, los llamados a la abstención se vieron desafiados. No solo porque hubo un índice de participación mayor al esperado por cierto sector de la oposición, sino porque surgieron nuevos liderazgos, muchos de ellos sin estructuras ni maquinarias, que lograron ganar o al menos posicionarse con fuerza. En algunos municipios, incluso en plazas tradicionalmente opositoras, habrá concejales solitarios que se alzaron como la única alternativa dentro de cámaras dominadas por el oficialismo. Ellos tienen ahora una oportunidad única: convertirse en referentes dentro de sus comunidades, trabajar sin excusas, construir desde lo pequeño y demostrar que sí hay otra manera de hacer política.

Por otro lado, los alcaldes reelectos no pueden dormirse en su gestión. En un contexto tan marcado por el desencanto, la reelección no siempre es un premio, sino muchas veces un voto de resignación. La gestión no puede limitarse a administrar la inercia. La campaña permanente debe continuar durante los próximos cuatro años, no con vallas ni slogans, sino con presencia, obras y cercanía. Demostrar que están allí por capacidad, no por descarte.

Y finalmente, el mayor desafío, y a la vez el mayor activo de toda la dirigencia política venezolana, está en los más de dos millones de jóvenes que aún no se han inscrito en el Registro Electoral. Son ellos quienes pueden decidir el rumbo del país en los próximos procesos. Pero para lograrlo, hay que entusiasmar, involucrar, convocar. Es un trabajo titánico que deben asumir tanto el gobierno como la oposición, y en el que el CNE tiene la responsabilidad de facilitar y no obstaculizar. Sin jóvenes, no hay renovación posible.

Hoy más que nunca, la política debe ser presencia, respuesta, acción y ejemplo. Las elecciones pasaron. El trabajo real empieza ahora.

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