Lobsang Rampa llegó a Puerto Ordaz
Febrero se ha convertido en el mes de Puerto Ordaz, porque como el día 9 es el aniversario de su fundación, en estos días, siempre hay eventos para celebrar y recordar. El pasado jueves fui invitado por la Fundación Mefri a un conversatorio sobre las potencialidades del Centro Cívico.
Allí hablé de las cosas que identifican a la “gente de Puerto Ordaz, compartiendo con otros ponentes que presentaron interesantes proyectos para convertir el viejo centro de la ciudad en un lugar especial para el disfrute de su gente. El evento se realizó en el Hotel Rasil, y al terminar hubo un brindis en la terraza, desde donde se disfrutó de un espectacular atardecer Guayanés.
En la tertulia final, los presentes se dedicaron a contar anécdotas sobre su vida en la ciudad: donde estudiaron, conocieron amigos o parejas, trabajaban, paseaban, iban al cine etc. En ese ambiente y recordando cosas de los años setenta, vino a mi memoria lo que denomino “la fiebre de Lobsang Rampa”: un polémico escritor británico, que se presentaba como la reencaración de un Lama tibetano, y en sus libros narraba episodios de su vida, dando a sus lectores recomendaciones sobre una elevada espiritualidad, que permitiría el oprimido hombre occidental y, en nuestro caso, a mucho joven guayanés, encontrar una manera diferente de llevar la existencia.
Hay que destacar que en los años 60 y 70, la filosofía oriental fue acogida por numerosos jóvenes occidentales, influenciados, entre muchas otras cosas, por novelas como Siddhartha de Herman Hesse, que narra la vida de un príncipe budista que, después de “transitar” por las miserias del mundo, encuentra una feliz revelación en la meditación y la contemplación a orillas de un rio.
En algunos jóvenes guayaneses de los años 70 pasó algo parecido a esa atracción por la espiritualidad oriental; pero aquí no estoy seguro de que haya sido “de la mano de Siddhartha”, sino por la llegada de Lopsang Rampa a las librerías Guayanesas.
Decía más arriba que, el mencionado escrito británico era un personaje polémico, porque quienes desconfiaban de la veracidad de sus historias, se dedicaron a investigarlo y descubrieron que nunca había estado en el Tíbet ni hablaba tibetano. No obstante, decía que estaba una vez bajo un árbol, retratando a un búho, y en ese momento su cuerpo fue ocupado por el espíritu de un monje tibetano.
Pero más allá de la polémica vida del personaje, la verdad es que cuando, libros como, El tercer ojo o Mi vida con el lama, llegaron a Puerto Ordaz muchos jóvenes, y otros no tan jóvenes, se creyeron lo que allí se contaba, y empezaron a buscarle sentido a su vida meditando bajo las hermosas Ceibas o Aceites que hay en la ciudad, o contemplando el correr de las aguas en el parque Cachamay. Porque ciertamente, el ambiente de la ciudad se prestaba para los viajes astrales que recomendaba el monje en sus libros.
Pero la fiebre pasó, como pasan muchas cosas, aunque hay que reconocer que la atracción por la espiritualidad oriental siempre se ha mantenido, como se mantiene la pasión de la gente de Puerto Ordaz, por contar historias y recordar el pasado.
En fin, pasamos un buen rato y estamos invitados para hoy a las 9 e la mañana en el Centro Cívico a celebrar el “día de la fundación de Puerto Ordaz”. Hay que felicitar y agradecer a quienes trabajan para organizar estos actos y le dan vida a la ciudad. Pero hay que hacer un llamado a la gente, para que esa vida dure todo el año. Solo así, los proyectos se convertirán en realidad y se podrá rescatar lo fue Puerto Ordaz en sus años de esplendor: un buen lugar para vivir. (twitter @zaqueoo)
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