Lo que no me mata me fortalece (Serie resúmenes)
“Lo que no me mata me fortalece”
Friedrich Nietzsche
No recuerdo la primera vez que escuché esta frase pero es probable que mi reacción haya sido de optimismo liberador, de ser capaz yo de resistir las adversidades con total fortaleza.
Tal vez fue una emoción efímera, una inspiración fugaz, pero también puede ser que haya obrado como un agregado novedoso entre mis herramientas de supervivencia en este mundo de transformaciones continuas y giros imprevistos.
Lo cierto es que en ocasiones la frase todavía se me presenta con todo el conjunto de sus letras, y allí mismo trato de amansarla con la soga de la experiencia, porque los hechos traumáticos no siempre pueden fortalecernos.
Cada individuo tiene su manera de afrontar las adversidades, pero una cosa es ser resiliente, es decir, ser capaz de utilizar los problemas que se presentan como aprendizajes para mejorar, y otra distinta es carecer de resiliencia y ser más propensos al impacto psicológico que pueden tener dichos eventos.
Una realidad que ubica la conocida frase de Nietzsche en el terreno del mito, o cuando menos sospechosa de exageración, producto del entusiasmo del célebre filósofo alemán.
Desde luego, la resiliencia se construye sobre los pilares de las experiencias difíciles que nos obligan a desarrollar fortalezas que no creíamos tener.
Una investigación realizada en la Universidad de Texas analizó los datos de más de 1200 sobrevivientes del cambio climático a lo largo de dos décadas, comprobó que las facultades mentales de las personas disminuyen tras experimentar desastres naturales y fenómenos meteorológicos extremos que alteran profundamente su vida.
Los psicólogos dieron seguimiento a personas que vivieron huracanes, inundaciones, sequías, inviernos extremos y emergencias industriales en la zona de Houston entre los años 2000 y 2020, y concluyeron que el viejo proverbio “lo que no te mata, te fortalece” no es del todo cierto, de hecho, la salud mental se resiente aún más debido al impacto acumulativo de los eventos traumáticos. En esos casos, el bienestar mental cae poderosamente.
Un estudio similar realizado en la Universidad Brown llegó a la misma conclusión. Tras analizar las experiencias traumáticas de personas antes y después de haber vivido el sexto terremoto más poderoso registrado en Chile, los investigadores comprobaron que quienes habían vivido eventos traumáticos anteriores, como la pérdida de un ser querido, tenían más probabilidades de sufrir problemas de salud mental.
En la mayoría de los casos, las situaciones traumáticas generan una sensación de indefensión que hace que las personas sean más vulnerables al próximo revés. Superar un evento traumático no es una garantía de que no volverá a ocurrir algo similar.
Si esas situaciones estresantes se repiten a un ritmo demasiado rápido y no logramos asimilarlas ni superar su impacto, las probabilidades de que debiliten nuestra salud mental son elevadas. Los golpes repetidos se van sumando y minando nuestro equilibrio emocional.
El trabajo que hoy resumo confirma que no podemos escapar de algunas experiencias traumáticas y muchas veces tampoco podemos blindarnos ante su golpe emocional, pero siempre podemos intentar encontrarles un sentido para incluirlas en nuestra narrativa vital e impedir que a la larga terminen socavando nuestra salud mental.
Hasta el próximo resumen. Un abrazo para todos.
viznel@hotmail.com
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