Lecturas de papel: Estadísticas del horror
En Venezuela hemos entrado en la noche más oscura del social-comunismo. Ese espacio está marcado por la realidad de las estadísticas sobre una población reducida a 26-27 millones de habitantes, mientras apenas hace 10 años superábamos los 33 millones. Una diáspora, migración, exilio que ya ronda los 6 millones de personas. Cerca de 9,6 millones se encuentra en alto riesgo de padecer hambre. El 88 % de la población se encuentra en situación de pobreza.
La desnutrición infantil para el cierre de 2019, ya supera el 16 %. La desnutrición infantil aguda/severa, aumentó en un 100 %. Según la oficina de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola y Alimentario, FAO, cerca de 6,8 millones de venezolanos pasan hambre. El venezolano ha disminuido su peso corporal, en promedio, entre 14-16 kilos. Imposible, entonces, no alarmarnos y advertir que en semejantes condiciones la mortandad por el virus chino sería catastrófico. Ya la Academia de Ciencias y de Medicina, además de la Federación de Médicos lo han indicado: en pocas semanas entraremos a la fase exponencial de contagio. El índice está en 1,45 (se considera controlado cuando es -1). Oficialmente hay 100 nuevos casos por día, registrados. Las pocas pruebas se realizan, centralizadas, en el Instituto Nacional de Higiene, en Caracas y se envían con 10-15 días de retraso.
Son cifras ofrecidas por especialistas, en infectología, como el Dr. Julio Castro, o en seguridad alimentaria y gestión de catástrofes, como la profesora Susana Raffalli, o por organismos nacionales e internacionales, como Cáritas, Fundación BENGOA, ACNUR, entre otras agencias e instituciones de reconocida solvencia profesional.
Además, es público, notorio y comunicacional la absoluta paralización de la actividad productiva venezolana, donde sus principales industrias, como la petrolera PDVSA, está técnicamente quebrada, así como el parque industrial de empresas básicas: Siderúrgica del Orinoco, (acero); Ferrominera Orinoco, (hierro); Venezolana del Aluminio, (aluminio); Interalúmina, (alúmina), entre otras empresas absolutamente paralizadas o funcionando “simbólicamente”. Así también la industria privada nacional, con sus parques industriales expropiados, saqueados o trabajando a mínima capacidad.
Habría que mencionar acá el total y absoluto deterioro/abandono de los sistemas sociosanitarios (centros ambulatorios, hospitales y centros médicos primarios y especializados); educativo (robo de equipos de alta tecnología, saqueo de estructura, mobiliario y quema de áreas académicas). Mención aparte merecen los servicios públicos: agua potable, electricidad, gas doméstico, combustibles (gasoil, gasolina), telefonía/internet; todos en total abandono, sin agencias para prestar servicio al usuario o laborando medianamente.
A todo esto tenemos que sumar la ausencia de un Estado de Derecho que proteja al ciudadano, la permanente persecución contra la disidencia política y los partidos opositores, a más de la censura, clausura y secuestro de los medios de comunicación, dueños, periodistas y articulistas.
La realidad, entonces, como ya hemos afirmado en otras notas, es que este venezolano residente en un espacio geográfico invadido por fuerzas militares y paramilitares extranjeras y sometido a la diaria tortura física y psicológica (como he señalado) no puede, sola, asumir su protagonismo histórico que le lleve a liberarse del régimen totalitario de izquierda radical, llamado socialismo del siglo XXI.
Una vez más lo indicamos, coincidiendo con líderes políticos y gran parte de la población: es necesario la intervención de fuerzas militares combinadas internacionales para detener la Catástrofe Humanitaria Compleja que sigue aumentando y, como ya lo indicamos, presenta en estos momentos una población disminuida, desnutrida, enferma e incapacitada para hacerle frente a fuerzas invasoras (militares y paramilitares), profesionales, con armamento de guerra, entrenadas en escenarios de guerra asimétrica de 3-4ta., generación, tanto en confrontación tradicional como en terrorismo, inteligencia y contrainteligencia, y con un apoyo propagandístico globalista, que es notorio y evidente.
La agenda política nacional parece centrada más hacia una salida electoral (que teóricamente es lo deseable), mientras descuida lo fundamental: salvar vidas. No desprecio ni me opondría a una salida político-electoral, que sería lo deseable y “civilizadamente” conveniente. Pero las circunstancias y la terrorífica realidad nos están gritando, con muertos, heridos, desaparecidos, presos y torturados de por medio, que es inevitable la confrontación bélica para salvar, tanto a esas vidas inocentes como la recuperación de extensas zonas del territorio (sur del lago de Maracaibo, Alto Apure, sur de Guayana, como áreas urbanas, Valles del Tuy, Porlamar-Pampatar, Petare, 23 de enero, entre otros), controladas por bandas y megabandas del crimen organizado y grupos paramilitares y del terrorismo internacional. Esto no se va a lograr, ni con actos de buena fe, ni con declaraciones, ni con elecciones.
La intervención de fuerzas militares regulares internacionales (o en su defecto por decisión unilateral de la potencia occidental más poderosa, Estados Unidos de Norteamérica), supondrá, guste o no, el enfrentamiento, solapadamente, con países que dan soporte real al régimen totalitario venezolano, Rusia, China, Irán, Siria, Cuba y Turquía. De allí lo políticamente delicado de la situación, además de la circunstancia momentánea que se vive con relación al virus chino y sus complicaciones.
En todo caso, dejar que continúe el régimen venezolano es permitir la agonía de la población venezolana, mientras el social-comunismo internacional, con sus progres, antifas y demás neo fascistas/nazistas, van ocupando los países latinoamericanos, fortaleciendo sus alianzas y controlando poblaciones.
(*) camilodeasis@hotmail.com
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