Opinión

Lecturas de papel: El país que fue

Los últimos 50 años en la vida nacional fueron de “ensayo y error”.
Juan GUERRERO
miércoles, 20 mayo 2020

Venezuela ya no es la república democrática de hace 20 años atrás. Evidentemente la realidad pulveriza toda contra argumentación que pudiera demostrar lo contrario. La población venezolana, hoy, pasó de vivir en pobreza a sobrevivir en la miseria. Ser miserable es muy diferente a ser pobre, porque mientras en la pobreza aún te desenvuelves sobre la base de valores y principios soportados por la tradición de la cultura nacional, vivir en la miseria y miserablemente es caer aún más bajo, en la propia marginalidad.

Esa es la realidad, la dura y cruel realidad de un destino que pudiera ser explicado, tanto por el devenir histórico de una nación, que no fue culminada en su estructuración como república federal, descentralizada y con poderes autónomos, así como en la plena autonomía de sus diferentes estados en su desempeño político-administrativo.

La consecuencia de ello han sido las constituciones que se desprenden de su inicial documento-madre, concebido en el siglo XIX. Han sido pedazos de constituciones que interpretan el documento central e introducen, a lo largo de dos siglos, retazos de leyes para modernizar y adecuar la nación a los nuevos tiempos. Ello, y los procesos de modelos educativos implantados, casi que en cada nuevo gobierno, contribuyeron a crear un alejamiento de la población con las bases fundacionales de la nacionalidad.

Los últimos 50 años en la vida nacional fueron de “ensayo y error” para presentar un supuesto modelo de la sociedad venezolana y del país que cumpliera los estándares mundiales de un país de economía competitiva. Si bien los procesos de modernización habían podido atender el antiguo problema político-administrativo de la descentralización del país, con la creación de una comisión para la reforma del Estado, la nueva administración que llegó al poder en 1999, progresivamente dio al traste con ello y de manera abrupta, devolvió al país a la férrea cultura del modelo centralizado y unipersonal de la vida nacional.

Parte de la tragedia nacional radica en esa concepción. Lo otro que impide todo cambio real en los procesos de adecuación del país y su sociedad a la modernización se encuentra en las inmensas funciones que cumple la figura del presidente de la república, que termina siendo el “culto al personalismo”. Es, por constitución, jefe de Estado y de gobierno, jefe de la hacienda pública, comandante en jefe de la fuerza armada, dirige las relaciones exteriores, entre más de 20 atribuciones. Esas prerrogativas vienen del antiguo Capitán general, que, como representante del rey –y éste descendiente del mismísimo dios en la tierra- tenía derecho hasta para quitarle la cabeza a quien quisiera.

Pues en pleno siglo XXI seguimos –aunque se diga que es una de las constituciones más modernas del mundo- con un cuerpo de principios y leyes que es necesario sincerar para establecer un acuerdo jurídico que oriente al país en la construcción de su república federal y descentralizada como se establece en los principios que fijan el nacimiento como nación libre y democrática.

Adecentar la república será una tarea francamente titánica. Esto porque de lo que se trata ahora es lograr que las fuerzas invasoras que se encuentran en territorio venezolano, tanto las fuerzas militares y paramilitares de ocupación, cubanas, rusas, iraníes (régimen y terrorismo teocrático), turcas, chinas, y de las bandas y megabandas del crimen organizado y narcotráfico puedan ser desalojadas. Para ello es vital la presencia en territorio nacional, de fuerzas militares de los aliados que asesoren y protejan a la población civil.

No es posible en esta etapa de sobrevivencia y desesperación de la población venezolana que sea ella, sola y sin respaldo armado ni logístico externo, que pueda enfrentar semejante poderío bélico de quienes conforman la llamada “coalición del mal” (Cuba, Irán, Siria, Turquía, China y Rusia) junto con los paramilitares de las FARC-ELN, y colectivos.

Estos, ciertamente, son tiempos duros, catastróficos para la sociedad venezolana en general. Porque todo, absolutamente todo habrá que hacerlo de nuevo. Ya no es tiempo de “reestructurar” la economía o de “volver” a la democracia. Ahora se trata de construir La Democracia y Estructurar una nueva economía. Establecer las bases de una educación para fortalecer los principios del respeto a la individualidad, la propiedad privada y el derecho irrestricto a la opinión divergente.

El hoy es de emergencia nacional, de solicitud de ayuda a la comunidad internacional para salvar del hambre atroz a 9,6 millones de seres humanos. De la denuncia del inminente riesgo para los países latinoamericanos y europeos que suponen los regímenes terroristas, como Irán, Siria y Venezuela. Es, en definitiva, la defensa de los valores y principios de la libertad y la democracia.

(*)   camilodeasis@hotmail.com

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