Opinión

Las reglas de la guerra

El mundo está caminando actualmente al borde de un abismo de consecuencias inimaginables.
lunes, 07 marzo 2022

Parece mentira pero los “humanos” tenemos hasta leyes que regulan cómo matarnos entre nosotros, aunque siempre como ocurre con muchas otras leyes, terminamos desconociéndolas y haciendo lo que bien nos viene en ganas.

De que vale una ley que proteja por ejemplo, las vidas de los civiles, cuando ha quedado patente en los conflictos de los últimos siglos, que la población a la que primeramente atacan los ejércitos es a la población civil. Ni que decir de los centros de salud, los heridos, las mujeres y los niños, los prisioneros de guerra, los bienes, las propiedades.

Devastación, muerte, ultraje, esclavitud, tráfico de personas, vandalismo, saqueos, esos son los saldos de las guerras, países enteros en ruina por las apetencias de algunos hombres en sus ambiciones de poder.

En este punto siempre es bueno hacerse esta pregunta ¿Son los países los que declaran las Guerras o los hombres? Las acciones que han empujado a las guerras han sido históricamente decisiones políticas tomadas por hombres, quienes supuestamente las ejercen en nombre y representación de los países de los cuales son originarios, pero ¿Son las guerras una manifestación popular que goza de legitimidad? Lo dudo.

El mundo está caminando actualmente al borde de un abismo de consecuencias inimaginables, la escalada del conflicto va tomando cada hora un nuevo nivel de peligrosidad para la humanidad entera, por ello esta guerra no es un asunto sólo de Rusia y de Ucrania, es un conflicto que nos debería convocar a todos para su resolución por la vía de la sensatez, pero este último elemento es lamentablemente el menos común en los megalómanos, por eso nos urge a todos tomar parte de la solución.

Son diversas las normas de carácter internacional que regulan los conflictos armados, los Convenios de Ginebra con sus protocolos por ejemplo, son tan sólo la piedra angular de una serie de tratados en materia de derecho internacional humanitario, que regulan las acciones de las partes (estados) en conflicto.

En sus cuatro protocolos se regula y protege a los heridos y los enfermos producto de la guerra en el primer protocolo, a los heridos, enfermos y náufragos durante el combate en el segundo, a los prisioneros de guerra en el tercero y a la población civil en el cuarto y último protocolo.

Pero nosotros los de esta generación, que hemos sido testigos de no menos cinco confrontaciones armadas de carácter internacional, La Guerra del Golfo, la Invasión de Irak, Libia y Afganistán y el conflicto Palestino Israelí, hemos visto como se han violentado esos protocolos y otros, sin que hasta el momento hayan sido llevados a la Justicia los responsables, más allá de las ejecuciones públicas de Saddam Hussein y Muhamar Gaddafi y la extrajudicial de Osama Bin Laden.

Soy de los fieles defensores de las diversas teorías del Estado Mínimo, esas que invitan a reducir al Estado tanto en su hegemonía de control económico como en lo social y lo jurídico, la humanidad avanzará cada vez más a su auto realización cuando entendamos que los estados no son Padres de nadie, que el control social debe venir por el respeto irrestricto y colectivo de la ley y no por temor a las acciones que desde el Estado se tomen contra los infractores, que si a ver vamos su intromisión sin límites en la función punitiva es la que precisamente a hecho devenir los actuales Estados policiales y autoritarios, los que en su afán de seguir replicando esquemas vetustos de Justicia Retributiva, siguen haciendo proliferar el delito y el crimen.

Aplaudo como no, la iniciativa de la Corte Penal Internacional en abrir de oficio una investigación que luego fue respaldada por petición de treinta y nueve países miembros, sobre los motivos que dieron origen a la invasión Rusa sobre Ucrania, pero no sin una medida de protección sobre las víctimas presentes y futuras, esa omisión en su deber de protección convierte esa acción en un cascarón vacío, en un movimiento para las cámaras, para las redes, para los micrófonos, nada más.

Si las reglas de la guerra existen, pues hagámoslas valer conforme sus propios protocolos, las acciones que contemplan las leyes son para ejercerlas, acatarlas, darles cumplimiento, aquí y ahora, no luego ni después del desenlace, ninguna vida vale la pena por una guerra, ni ninguna guerra vale una sola vida. ¡Paremos la Guerra! Si, en plural, porque es tarea de todos preservar la vida.

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