Opinión

Lamentable balance final de sangre

Por su parte los cuerpos de seguridad parecen ir a la deriva, sin logística, sin planes de prevención y mucho menos presupuesto cada año, sin estructura de formación, prevención y acción, lo que hace que la guerra contra la delincuencia se dé a estas alturas más que perdida.
lunes, 20 diciembre 2021

Aún no termina el año 2021 y las cifras de homicidios parecen ya indicar que el aumento de este delito en comparación al año pasado es inminente, no obstante se desconocen programas o planes gubernamentales para combatir o tan siquiera detener el incremento en su perniciosa práctica.

Es también moneda común en los últimos tiempos observar videos de violencia exacerbada, donde se ve a través de las redes sociales a grupos estructurados de delincuencia organizada exhibiendo armas largas, de guerra y hasta armas de exclusivo uso militar como fusiles de asalto, lanzagranadas y lanzacohetes, pero la guinda se la llevan las exhibiciones de asesinatos en vivo o audios donde se acreditan estos grupos o sus miembros estas ejecuciones, como las que ocurrieron hace escasos días en los estados Sucre y el Zulia en los que fueron masacradas familias enteras.

Por su parte los cuerpos de seguridad parecen ir a la deriva, sin logística, sin planes de prevención y mucho menos presupuesto cada año, sin estructura de formación, prevención y acción, lo que hace que la guerra contra la delincuencia se dé a estas alturas más que perdida.

Obvio que con la avanzada de la delincuencia no es ni serán nunca suficientes unos planes de patrullaje persuasivo o represivo, como parece ser la única respuesta del ejecutivo con la puesta en práctica desde hace varios años del programa nacional de cuadrantes de paz, cuyos resultados nunca han sido revelados al menos públicamente, más allá de una que otra alocución de los ministros de turno en la que hacen alarde de ello, mientras entregan la cartera ministerial a otro funcionario entrante el cual promete ahora sí minimizar y erradicar el delito.

Ni hablar de la violencia contra la mujer o violencia basada en género que con el claustro forzado de la pandemia, halló un importante combustible para incrementarse vertiginosamente, como en efecto ocurrió y cuya única y lamentable respuesta desde el estado, ha sido una aletargada reforma de la ley que aún no se definen sus líneas de acción para su aplicación urgente.

La violencia contra los niños y contra las mascotas se une al combo de flagelos que junto al hambre, el desempleo y la hiperinflación no parecen augurar el mejor año venidero.

Deben los estados hacer esfuerzos importantes en mantener el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal y todo el resto de la larga lista de derechos humanos, ello no es optativo, no es una dádiva, son derechos que no son favores que conceden los estados a sus ciudadanos, pues son deberes ineludibles y de obligatorio cumplimiento, pero para ello hace falta verdadera voluntad estadal para cumplir con suficiente celo este mandato.

Nada parece apuntar la existencia de tal voluntad en la actualidad, pero deseoso de que finalmente comience a cumplirse con los preceptos universales, elevaré a la providencia en estas navidades como deseo, que el próximo año, juntos ciudadanos y estado, comencemos a andar esa larga ruta del entendimiento y lograr así el ideal de vida de cada individuo, pues eso exactamente es lo que debe traducirse como el verdadero significado de los derechos humanos.

Nos veremos el próximo año por esta misma vía todos los lunes como es ya animada costumbre, me despido por este año de mis respetados y apreciados lectores, deseándoles unas espléndidas navidades y contra todo pronóstico un venturoso año nuevo, nos encontraremos a la vuelta del año entrante.

Dios les bendiga a todos.

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