Opinión

La viveza, plaga nacional

Recomendado a los venezolanos que a diario convivimos con los monstruos que nos legó la historia.
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 23 noviembre 2020

El siguiente es un resumen de uno de los capítulos del libro Nos duele Bolívar (IPSPUDO. Cumaná-1983), del autor José Rodríguez (1944-Santa María de Ipire-Estado Guárico), profesor en la UCV y en la UDO, con doctorado en Filosofía de la Matemática por la Universidad de California en EE. UU.

La lectura de esta obra es tan esclarecedora como la luz que paulatinamente va llenando nuestra habitación cada mañana, hasta que todo queda nítido y comenzamos a ver el mundo con el sol de un nuevo día.

Recomendado a los venezolanos que a diario convivimos con los monstruos que nos legó la historia.

“En Venezuela –o tal vez en todo nuestro continente- a diferencia de los pueblos de Europa y los Estados Unidos, existe en nosotros una precocidad intelectual un poco violenta y suicida, que si no se orienta hacia la creación se convierte en un elemento de severa perturbación en el orden social. Aquí –como dice Cecilio Acosta- se conocen las cosas sin libros, hay gusto que pule y entendimiento que abarca, una imaginación que pinta y un espíritu que vuela; pero todo en bruto aún.

En nuestros países, más que en ningún otro lugar del mundo, el hombre quiere avanzar en la vida a pasos gigantescos. Eso de ir alcanzando gradualmente el saber y madurando las ideas y las experiencias le parece de antemano demasiado rancio y esclavizante.

Así, pues, que prefiere avivar la imaginación para ir cortando trechos, salvando distancias y ahorrando sacrificios. En ese andar por los vericuetos de la vida fácil, nuestros jóvenes van llenándose de mañas y malas costumbres, y como en la naturaleza nada se da por saltos, tarde, muy tarde, descubren el error –si es que lo descubren-.

Ya no habiendo regreso se dedican a reforzar sus raras habilidades. La mentira, la zancadilla y el compadreo partidista, se convierten en los recursos para subsistir.

Es así como se termina en el oficio de la picardía, de la viveza, y ya entonces el hombre no tiene remedio ni utilidad. Vive dominado por el elefante loco de una mente que no se detiene con claridad y disciplina en cosa alguna; que vaga torturada por el ocio, molestando a todo el mundo, perturbando toda concentración.

Esta clase de seres inadaptados existe en todos los países, pero en la mayoría de ellos el estúpido lo es para sí mismo, mientras que en Latinoamérica el estúpido quiere ser el centro de la atención a fuerza del escándalo, del abuso, e incluso a fuerza del crimen, si ese es el último recurso para imponerse y figurar.

Da a veces terror como esta hierba mala progresa en nuestros pueblos, imponiéndose al hombre pacífico y trabajador.

Hoy en día la viveza, con el disfraz de la democracia, del derecho, de la igualdad, ha penetrado todas las posiciones relevantes del país; es de esa viveza viciosamente obscena y degradante de donde salen los miles de intermediarios, los estafadores de oficina, los caudillitos burócratas y todo ese mare magnum de iniquidad que hacía reclamar a Núñez de Cáceres que en Venezuela el orden es un desorden de primer orden.

El mismo Libertador decía que por este carácter no quedaban entre nosotros cosa sagrada y noble que respetásemos, que no hubiésemos degradado. Páez se cogió a Venezuela, Santander la Nueva Granada y Flores el Ecuador.

A partir de aquel oprobioso reparto de la Gran Colombia, la viveza se fue generalizando como medio para escalar posiciones en el gobierno; poco a poco se fue permitiendo de todo: la zancadilla, el codazo, el trompazo; las ardides divinas más bajas se ponían en efecto para socavar las posiciones del contrario. La viveza está institucionalizada con todos los atavíos grotescos del descaro y la insensibilidad.

Hacer una lista de los vivos y sus funestas vivezas en Venezuela requeriría de una obra descomunal y fatigante. Hoy en día este trabajo no sería sino ociosidad. Detrás del rostro más noble, detrás de las canas y los títulos, de los honores y la solemnidad, hay un mono danzante pronto a estallar en la vulgaridad.

El estilo de la viveza, por supuesto, ha engendrado la horrible corrupción que trastorna a nuestros pueblos; es frecuente oír de un administrador honrado: ¿Ese? Un pendejo que no supo aprovecharse de la ocasión. Y la viveza fue el rumbo que tomaron nuestros gobiernos, congresos y partidos.

El triunfo de Santander sobre Bolívar ha representado, hasta el presente, la causa de todas nuestras miserias políticas: es el triunfo del pícaro sobre el hombre honrado y estudioso; el triunfo de las intrigas y las facciones sobre la prudencia; el triunfo del papeleo sobre la disciplina creadora; de la burocracia infernal contra el trabajo; de la ciudad contra el campo; de la trampa contra la ingenuidad; de los partidos contra la individualidad creadora; de la razón sobre el corazón; de la tecnología bastarda y absurda, destructora, sucia y ensordecedora, sobre la ciencia y el humanismo”.

viznel@hotmail.com

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