Opinión

La socialización de la culpa (Eso no es culpa mía)

Se dice que con la popularización de las redes sociales cada vez más personas comenzaron a asignarse el derecho a opinar sobre los demás.
lunes, 19 diciembre 2022

“Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda todos a volar y diles que yo no fui”
Canción de Pedro Fernández

En las redes sociales circulan mensajes religiosos, moralizantes y de desarrollo personal que se replican exponencialmente a medida que aumenta el número de veces que son reenviados. Yo mismo soy un asiduo reenviador de este tipo de mensajes, entre los cuales existe un auténtico océano de categorías suficientes para satisfacer gustos que abarcan desde la aparente simpleza de los buenos días, hasta las más sesudas frases expresadas por genios de las artes, la filosofía y las ciencias en general.

En esta oportunidad quiero referirme a los que tocan el tema de culpar a los demás, una costumbre humana de la cual todos hemos sido protagonistas desde nuestra niñez, cuando con el paladar aun impregnado de crema pastelera culpábamos al más pendejo por la torta que desapareció de la nevera, y hasta el presente con la tendencia de siempre buscar un culpable que nos excluya de todo lo que salga mal en nuestros entornos.

Se dice que con la popularización de las redes sociales cada vez más personas comenzaron a asignarse el derecho a opinar sobre los demás, de manera que, a medida que la práctica fue escalando, esas opiniones pasaron al nivel de crítica hasta convertirse en auténticos linchamientos que se constituyen en las piedras fundacionales de la llamada cultura de la cancelación, es decir, la del reproche despiadado contra personas con actitudes o comportamientos mal vistos por la sociedad, aun cuando no están previstos como delitos o faltas en el ordenamiento jurídico.

Según los especialistas (yo apenas soy un aficionado a estos temas), muchas de esas campañas acusatorias no buscan aportar para el bienestar social sino que derivan de un fenómeno psicológico mucho más complejo que se denomina socialización de la culpa, el cual se produce cuando proyectamos nuestro sentimiento de culpabilidad en los demás, y se explica a través de las raíces judeocristianas que sitúan el bien dentro de cada persona, pero también el mal, cuya inclinación lleva consigo la semilla del sentimiento de la culpa, que al no poderlo soportar lo intentamos proyectar hacia afuera de nosotros.

A nivel individual dicha proyección se hace casi de manera inconsciente, mientras que en el nivel social se utiliza a plena conciencia como una especie de arma que se arroja para esconder los errores y defectos personales, de manera que terminamos apuntando el dedo acusador sobre nuestros semejantes, aparentando invulnerabilidad a eso que lanzamos al exterior.

En lo personal compartir ese tipo de mensajes opera más bien como un compromiso autoimpuesto que me obliga a cumplir con su contenido, aunque como fiel representante de la especie humana, deba rectificar tantas veces cuántas no hubiese querido. En su conjunto es como el cumplimiento de la palabra, y la palabra para mí es como un documento que debe ser revisado y corregido hasta alcanzar su máxima pulcritud.

Pero volvamos al tema de la culpa. Según los expertos, la culpa se socializa cuando se produce el no reconocimiento de nuestros errores. Cuando no se tiene la suficiente sabiduría o entereza se intenta señalar a los demás para evitar que los ojos se posen en uno mismo, de esa manera, aprovechando la natural vocación social de hacer el papel de jueces implacables, se termina convirtiendo a otros personas o grupos en chivos expiatorios de nuestras propias culpas, así es como funciona. En opinión del escritor francés Jules Renard “nuestra crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las cualidades que nosotros creemos tener”.

Es un hecho entonces que señalar a los demás no nos convierte en mejores personas, mucho menos asumiendo con arrogancia que nuestros valores y forma de ver el mundo son los más acertados; acaso por ello la opinión de la profesora Nancy Eisenberg, de la Arizona State University se pueda resumir en pocas líneas: “…reencarnando a las hordas de gente de bien que antes quemaban a las brujas en la hoguera, y ahora lapidan en las redes sociales a quienes no piensan como ellos, es una actitud que nos empobrece como sociedad”.

viznel@hotmail.com

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