Opinión

La política y el mercado       

Muy pronto, por no decir ya, tendremos autos eléctricos que se desplazarán sin necesidad de conductor.
jueves, 15 julio 2021

El mercado se ha convertido, aún para los socialistas, en un inequívoco fiel de la balanza, en la realización de todo tipo de transacciones.

Los barones de la industria automovilística (Mercedes, GM, Volkswagen, Ford, Toyota, etc.), por ejemplo, sostienen una lucha “téte a téte”, para lograr mantener y conquistar nuevos mercados. Con ese objetivo, todos los años, producen más y mejores automóviles. Comenzaron con vehículos muy simples: un chasis montado en 4 ruedas; al mismo, le fijaban un motor con caja de velocidad manual, un diferencial básico, y lo culminaban, montándole un habitáculo elemental.

Con el tiempo, cambiaron la caja manual por una automática; luego, vinieron cabinas más confortables, aires acondicionados, amortiguadores hidráulicos y hasta cauchos más flexibles y seguros. Siguieron con tableros de control digitalizados y sofisticados equipos de comunicación, audio y control; últimamente, incorporaron computadoras que ordenan todo tipo de funciones: mecánicas, eléctricas e hidráulicas. Muy pronto, por no decir YA, tendremos autos eléctricos, que se desplazarán sin necesidad de conductor.

Todos los años, estos zares de la tecnología, incorporan novísimos y muy costosos productos, consecuencia de la mucha investigación y desarrollo, con el sólo objetivo de satisfacer a sus clientes, y con ello, conquistar más y mejores mercados.

Estos son los logros de una economía libre, una economía de mercado, cuyas reglas se hicieron con estudios y un cúmulo de experiencias, que se han venido registrando, y que ahora, todos estamos obligados a seguir, si deseamos mantener e incrementar nuestra cuota de ventas.

En política, también funcionan las reglas del mercado (excepto en dictaduras). Su producto, es “el candidato”, ese que debe ser el mejor líder; uno escogido de un grupo de los más destacados; debe ser alguien que sienta una verdadera pasión por la política, demostrado por su dedicación y empeño; uno de esos que siente verdadero amor por ejercer esa gran amalgama de funciones que corresponden al líder.

Debe ser una persona estudiosa, que sepa de gerencia, de economía, sociología, psicología, leyes, etc.; que sea “buena pluma”, de verbo fácil, de buena dicción, amigable y de inmaculados modales; también, debe ser una persona con experiencia; particularmente, en la conducción de grupos, de organizaciones y de masas.

Es imprescindible que, en esencia, sea un gerente, buen dialogante y honesto, que haya administrado recursos, que sepa seleccionar personal, que no sea por amiguismo, ni porque es de “su confianza”, o de su partido, sino porque es el mejor para el cargo.

Finalmente, todas esas experiencias de vida y en funciones, debe haberlas ejercido sin tacha alguna. Su conducta no debe dejar más estela, que una de virtudes.

Ese es o son los “productos” que merece Venezuela, unos, que, en contienda, compitan con otros de tallas similares.

A esos “productos” o candidatos políticos, debe promocionárseles para “venderlos”, para lo cual, se les debe armar un mensaje o discurso y un currículum realista, siempre fundamentados en la verdad; el electorado está en la obligación de votar con conocimiento de causa.

En el mercado, el producto es muy importante, pero igualmente lo es, la presentación que de él se haga y los canales o medios utilizados para la diseminación de los diversos mensajes. Esos canales pueden ser: Vallas, cuñas de radio, televisión, entrevistas, marchas, mítines, visitas “casa a casa”, debates, etc…

Los esfuerzos de “venta” y sus muchas herramientas, son de vital importancia, siempre que las mismas sean honestas, inteligibles y persigan como único propósito, el de convencer al electorado de “comprar” este producto, o, dicho en otras palabras, de votar por nuestro candidato.

En Venezuela, sabemos mucho de mercadeo, aún del político; lo que no hemos podido resolver, es como obtener un BUEN PRODUCTO, y cómo convencer por una vía que no sea la de “compra de conciencia” bien sea con falsos ofrecimientos (demagogia) o regalos, como bolsas de comida (soborno).

Tampoco hemos podido educar a las masas para que sepan “seleccionar” dicho producto; a lo que, si los hemos enseñado, es a “vota por Fulano” y a cambio, le daremos…”.

Quizás, debido a que muy pocas veces hemos dispuesto de buenos candidatos, lo que hacemos es sustituir “el líder” por el partido político u organización” respectiva. Así evitamos tener que confrontar la triste realidad, cual es, no tener el líder adecuado.

La venta, entonces, se hace del partido que sirve de portaaviones, alabando quizás, su larga trayectoria política o la de alguno de sus antiguos y afamados miembros.

Esto nos ocurrió en las elecciones presidenciales de 1998, donde por no tener un candidato con méritos suficientes, cedimos el paso a la inmadurez, la incultura y el autoritarismo.

Hoy estamos pagando los terribles errores de una política irresponsable, miope y hasta cándida.

Venezuela puede cambiar, pero ello sólo será posible, si nosotros como personas, cambiamos, y si también lo hace el sector político, modificando drásticamente su conducta, y ello lo logrará cuando abrace la tabla de Principios y Valores.

Se requiere enmendar ese comportamiento, el del vivo criollo; ese que prefiere pagar antes que hacer una cola, o decir una mentira para ganar una prebenda o buscar una palanca para obtener un favor. Hemos construido muchos “atajos” para no enfrentar la vida y el trabajo. Esa viveza criolla debe ser suplantada por el recto proceder, por la verdad, aunque duela, por la honradez, el honor, el trabajo y cien virtudes más.

Bien decía Simón Bolívar: Moral y Luces son nuestras primeras necesidades. Las del pueblo, pero también la de nuestros líderes todos, como los políticos, militares, gremiales, empresariales, estudiantiles y hasta religiosos. ¡Todos debemos cambiar!

Queremos líderes ilustrados, pero honestos y lo que necesitamos son líderes diligentes, activos, pero honorables; es necesario que cuenten con experiencia, pero con valores, todos ellos, sin distinción de colores, porque es la ignorancia, y la falta de principios morales, más que las diferencias ideológicas, lo que nos trajo a este desastre y ruina.

¡UN PAÍS SE HACE GRANDE, CON VALORES, ESTUDIOS Y MUCHO TRABAJO!

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