Opinión

La paradoja de los políticos

La paradoja a la que me refiero es a la que formuló el filósofo griego Epicuro hace 2300 años, una paradoja insoluble según la cual, “Si Dios puede acabar con el mal y no lo hace, es porque no quiere.
lunes, 05 julio 2021

Ciertamente no resulta fácil mantener de modo coherente y firme nuestro sistema de valores y al mismo tiempo ser flexibles. Para resolver esta cuestión el Dalai Lama ha optado por reducir el suyo a tres verdades fundamentales:

1. Soy un ser humano;

2. Deseo ser feliz y no quiero sufrir;

3. Otros seres humanos como yo también desean ser felices y no quieren sufrir.

Puede decirse que al destacar el terreno que comparte con los demás en lugar de fijarse en las diferencias, el Dalai Lama genera un sentimiento de unión que conduce a la convicción profunda del valor de la compasión y el altruismo. De acuerdo a este enfoque, reducir nuestro sistema de valores a verdades fundamentales puede proporcionarnos mayor libertad y flexibilidad para afrontar los problemas de la existencia.

Me pregunto cual sería la respuesta de los políticos venezolanos si se les planteara reducir los valores en que fundamentan sus actuaciones. No hay que ir muy lejos. La oposición de tiempos muy recientes, tuvo bien definido sus verdades básicas a través del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, una especie de abracadabra recitado a través de un murmullo ininteligible por un sujeto cuya audacia pertenece a un linaje aún no registrado en la escala biológica, que fue capaz de engañar a millones, incluso al arrogante cerdo de copete amarillo que se afincó de ahí para terminar de demoler la economía del país, a cuenta de una supuesta libertad que hipócritamente nos desean los monjes de la Casa Blanca y las madres Teresas que los secundan con ecos de sumisión. Las oposiciones actuales por su parte optaron por comprimir sus valores en un solo anhelo: ir a elecciones el 21-N, pero -fieles a sus artes- , lo hacen con tal desgarite que mejor se hubieran quedado como estaban.

Del otro lado de la cuerda truenan consignas de victoria, independencia y patria socialista, letra diáfana y canto que emociona pero que también se ruboriza ante la antiquísima paradoja de Epícuro, donde la contradicción tiene que ver con Dios, pero que ejemplifica de manera sinigual lo que acontece con ambos bandos, tan contrarios en esencia pero irremediablemente parecidos en cuanto a resultados. Por ahora.

¿Por qué sucede esto? Hace ochenta y tres años el escritor Arturo Uslar Pietri tituló un artículo suyo con la frase “Sembrar el petróleo”, convencido de que dicho recurso se agotaría en muy corto tiempo, y que por lo tanto había que invertir la renta petrolera en agricultura principalmente. La respuesta fue como si Uslar Pietri hubiera sugerido lo contrario, es decir, seamos un petroestado y actuemos como si esto no se terminará nunca ni estará sujeto a fluctuaciones de mercado y otros factores.

El resultado como sabemos fue que con la bonanza de petrodólares lo que se terminó sembrando mayormente fue codicia y corrupción, con las consecuencias que hoy padecemos; ¿culpables?, hay montones que hay que buscar en la cuarta, en la quinta y en cuanta república esté por venir en tanto no hagamos la transición de conciencia necesaria para el cambio positivo, sobre todo en los funcionarios que confunden cargos y uniformes con feudos y corazas que los hacen inmunes a la Constitución y las leyes..

La paradoja a la que me refiero es a la que formuló el filósofo griego Epicuro hace 2300 años, una paradoja insoluble según la cual, “Si Dios puede acabar con el mal y no lo hace, es porque no quiere. No es tan bueno, le falta bondad. Y, si quiere acabar con el mal pero no lo hace, es porque no puede. No es tan poderoso, le falta capacidad”. Yo no soy Epicuro ni tendría el atrevimiento de poner en duda el poder del Altísimo, sólo ensayo aplicar dicha paradoja a aquellos que dirigen este país y especialmente a los funcionarios de todo nivel. Si por ejemplo tomamos los gobiernos que hemos tenido hasta nuestros días, todos en sus propuestas políticas dicen poder acabar con los problemas, de manera que si no lo han hecho es porque no han querido, no son tan buenos como afirman ser, les falta bondad, amor agregaría yo. Asimismo, con la misma intensidad todos manifiestan un enorme deseo de resolver los problemas nacionales e instaurar la prosperidad en el país, pero no terminan de hacerlo, lo que quiere decir que no pueden, que no son tan poderosos, que les falta capacidad, honestidad, agregaría yo.

viznel@hotmail.com

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