Opinión

La negación del cáncer

Es imposible saber si su enfermedad hubiera seguido un curso diferente si hubiera actuado más rápido, pero su historia nos deja una valiosa lección: Debemos tener cuidado con la negación,
lunes, 28 noviembre 2022

Convertido en una de las figuras más influyentes del pensamiento contemporáneo, Freud dijo una vez: “Si quieres vivir, prepárate para morir”, y sin dejar de escribir y publicar artículos, su vida se apagó el 23 de septiembre de 1939 en Londres.

Este tema puede resultar inquietante para quienes hayan enfrentado la experiencia con un ser querido, o en carne propia. Quizás vean el título y prefieran saltar a la página de deportes o a las de economía y política, pero estoy seguro que habrá quienes decidan leer este nuevo artículo que elaboré a partir de las entrañas infinitas de la web.

La imperfección universal del ser humano no discrimina a la hora de manifestarse en forma de enfermedades como el cáncer, que es un señor que entra a nuestra casa sin tocar la puerta y se instala en la sala a dictarnos sus reglas.

Un miedo recóndito durmiendo agazapado entre las vísceras, que se relaciona con uno a través de casos ajenos haciéndonos creer que sus asuntos no tienen que ver con nosotros. Una negación que puede incluso acentuarse cuando la indeseada visita se hace realidad.

Es una realidad que no discrimina raza, sexo, credo ni condición social. Le sucedió al célebre psicólogo Sigmund Freud, quien como ser humano con virtudes y defectos, también se equivocaba, es decir, que contar con herramientas psicológicas, (máxime tratándose del padre del Psicoanálisis) nos ayuda a comprender lo que nos ocurre y afrontarlo de la mejor manera posible, pero no impide que a veces la vida nos golpee con inusitada intensidad.

Eso le sucedió a Freud.

Resulta que Freud comenzó a notar una lesión sospechosa en la parte derecha del paladar pero resolvió restarle importancia, y en vez de dejar de fumar prefirió creer que sufría una lesión menor atribuible a una causa diferente.

Pasaron cinco años desde la primera vez que detectó la lesión hasta que esta empezó realmente a molestarle. Como resultado, el 20 de abril de 1923 hizo que le operaran un tumor que él mismo calificó como benigno.

Luego consultó a su viejo amigo Max Steiner, quien le aconsejó que dejara de fumar, pero no se atrevió a referirle el carácter cancerígeno del tumor, al igual que Felix Deustsh, su discípulo y médico personal, que también constató la presencia de la lesión pero que tampoco le dijo la verdad a su venerado maestro por temor a asustarlo, aunque le aconsejó una nueva operación que fue realizada por el otorrinolaringólogo Marcus Hajek, la cual terminó en un desastre y una terrible hemorragia. Luego tuvo que someterse a radioterapia que contrario a lo esperado le agravó los dolores.

A pesar de todas las señales, Freud se negó a reconocer la gravedad de su enfermedad. En aquella época estaba absorbido por el dolor que le provocó la muerte de su pequeño nieto Heinz, con quien tuvo una relación muy cercana y por el que sintió un gran afecto. Tan solo tres años antes había muerto su hija Sophie, víctima de la gripe española.

Cuando finalmente le dijeron la verdad y una vez aceptada la enfermedad, en 1927 eligió otro médico para que lo tratara, Max Schur, quien lo asistiría hasta su muerte.

Freud también acudió a Hans Pichler, uno de los mejores especialistas en cirugía maxilofacial de la época, quien lo operaría 25 veces colocándole diferentes prótesis dentales para ayudar a hablar y comer.

A inicios de 1938, el cáncer se había extendido hasta la base de la órbita lo que le causaba terribles dolores, a pesar de lo cual se negó a tomar analgésicos para mantener su lucidez.

Decía que prefería pensar en medio del tormento a no estar en condiciones de pensar con claridad.

Sin duda, los últimos 16 años de la vida de Freud fueron un martirio. Es imposible saber si su enfermedad hubiera seguido un curso diferente si hubiera actuado más rápido, pero su historia nos deja una valiosa lección: Debemos tener cuidado con la negación.

Todos somos humanos y, como tal, tenemos miedo. Cuando algo terrible nos ocurre, es más tranquilizante mirar en otra dirección y aplazar el afrontamiento con la secreta esperanza de que todo no sea más que una mala jugada de la mente.

Todos lo hemos hecho. Es una reacción perfectamente comprensible, pero a veces la negación como mecanismo de defensa puede hacernos perder un tiempo precioso.

viznel@hotmail.com

Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link: https://chat.whatsapp.com/LGrm4avkkIt9vm7NJUXF1U 

También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí:https://t.me/diarioprimicia

error: