La fe que piensa: Muchos signos

Deseo iniciar este artículo dando gracias públicas a Dios por la experiencia vivida durante la Semana Santa. Fueron días de renovación de la fe, rodeado de rostros de la Iglesia guayanesa, conocidos y anónimos. Una buena representación de esta iglesia local se hizo presente en las distintas celebraciones, con devoción y claridad de mente y corazón. Pedimos por nuestras necesidades personales, por nuestro hermoso y maltratado país, al tiempo que nos comprometimos a dar una mano para mejorarlo, cada uno desde su propia situación y circunstancias. Con la resurrección de Jesús se abre el tiempo de “Pascua”. La palabra forma parte de nuestro lenguaje cotidiano. Literalmente, significa “paso”. Las celebraciones pascuales rememoran el “paso” de Dios liberando a su pueblo del yugo egipcio. Fue en una pascua judía donde Jesús dio origen a la Eucaristía, así como algunos de nosotros asumimos a partir de ese instante el compromiso de por vida de presidir esa celebración, viviendo nuestras existencias lo más cercanas posible a la del Señor, a pesar de tantos pecados y limitaciones propias.

¡El Señor resucitó! Es nuestra predicción primera y última. La resurrección de Jesús es el fundamento de nuestra fe. Su resurrección es el núcleo de nuestra esperanza: cada uno de nosotros resucitaremos, al igual que Jesús. Venezuela también resucitará, al igual que Jesús de Nazaret.

II

Las lecturas del Segundo Domingo de Pascua resaltarán el hecho de que Jesucristo es el Viviente, que la muerte no tendió su manto definitivamente sobre Él, sino que Dios nuestro Padre común lo libero de la muerte, precisamente porque Jesús se decidió a vivir como hermano nuestro en todo momento. Este modo de ser de Jesús agradó a Dios y lo llevó a coronar una existencia así resucitándolo y colocándolo a su derecha en su gloria. Los Hechos de los Apóstoles es un libro demasiado importante para los cristianos, pues habla “de” nosotros: es la historia de la Iglesia sin Jesús, pero dirigida por su Espíritu Santo. Los discípulos han asumido la tarea comenzada por Jesucristo y la llevarán a cabo de acuerdo a sus especifidades.

Pedro, en esta lectura, es el líder del grupo. Cada día, el se parece más a su amigo y actúa consiguientemente. La manera de obrar y vivir la resurrección del Señor hace que más y más gente se anime a formar parte de esta empresa. Los apóstoles predican que Jesús está vivo y su vida trae Vida a todos los seres humanos que lo acepten. La aceptación de Jesús tiene que ver con lo que san Juan describe en su libro. El Apocalipsis. La palabra griega significa literalmente “revelaciones”. Desterrado en la isla de Patmos, en el día domingo, Jesús se le “revela” a Juan como el Viviente, para darle la misión de llevar un mensaje de esperanza a las comunidades cristianas que sufren la persecución y muerte de parte del imperio romano. El mensaje es muy concreto: ¡Paz! En dos ocasiones (siempre los Domingos), Jesús resucitado se aparece a los discípulos para llenarles el espíritu de esperanza, es decir, de su paz. Es esta consolación espiritual la que servirá de combustible para que los Amigos de Jesús salgan del ostracismo, fruto del miedo a quienes asesinaron al Maestro, y se den valientemente a la predicación de la Vida eterna, Dentro del grupo de seguidores de Jesús hay pragmáticos, escépticos. Es el caso de Tomás: si no ve personalmente, no cree al grupo. A gente como Tomás, Jesucristo le ofrece la posibilidad de vivir la experiencia de palpar sus heridas, ahondando en ellas, para así retomar el camino de la fe, de forma esperanzada.

III

Redacté este artículo desde Los Teques. En el trayecto, atravesé una famosa localidad del estado Miranda donde hacen un casabe fenomenal, junto con sus derivados. Los avisos de modos de pago exhibidos en los puestos de venta llamaron mi atención, pero especialmente uno: “trueque”.

Los venezolanos solemos hacer alarde de nuestro ingenio, nuestra rescilencia, nuestro humor. Es cierto que todo ello ha jugado a nuestro favor, permitiendo por ejemplo no desaparecer como país ante semejante catástrofe nacional en todos los ámbitos. Ante la ausencia de efectivo, recurrimos a los puntos de venta. Cuando estos fallaron, echamos mano de las ventajas tecnológicas que ofrecen los bancos, convirtiéndonos en unos expertos en transferencias y pagos varios. Cuando ni los unos ni los otros funcionan, por razones demasiados obvias, pues las padecemos todos, nos servimos de una práctica comercial vetusta, el trueque.

El lado positivo de este signo es que no nos detenemos ante las dificultades, que sabemos superar obstáculos. No todo es alarde. Realmente somos creativos, flexibles… Esto nos ayudará a salir de este desastre. La parte negativa es que nos quedemos estancados en él. El trueque como modalidad comercial entre nosotros, es un franco retraso. ¿Qué tiene que ver todo esto con Jesús, el Viviente? De las tres lecturas del Domingo, dos se atribuyen a san Juan. Ahora bien, en las tres hay un tema que se repite, es decir, “el signo”.

El evangelio de san Juan es el “libro de los signos”, precisamente por ser un término que se repite en todos sus capítulos. El signo más grande de todos es justamente que Jesús resucitó. A partir de este signo, operarán otros. Habrá muchos signos cumplidos por el Resucitado y sus Apóstoles. La Resurrección es el signo de que Jesús no le pertenece a la muerte, sino que Él es la Vida, y nos ofrece su vida. Este signo abre las posibilidades siempre más beneficiosas para nosotros.

El ejemplo del trueque nos debe servir para sentar bases que nos ayuden a superarnos como país: ante tanto descalabro, el trueque es un paliativo, pero no “la” solución. La Resurrección de Jesús nos da esta lección: no nos conformemos. La Resurrección nos anima a abrir el corazón para recibir el regalo de la paz, y con ella bien dentro, predicarla, ofrecerla como signo de la presencia del Señor en medio nuestro.

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