La fe que piensa: Junto a él, como aprendiz
Días atrás, previa la celebración de la eucaristía dominical en la capilla del colegio Loyola Gumilla, me abordó una persona para expresarme su angustia por los derroteros que ha tomado la situación nacional, a raíz de los últimos acontecimientos. Esta feligrés percibe que estamos estancados, desinflados, empeorando cada vez más; según ella, esta falta de reacción favorece que nuestros dramas y sufrimientos alcancen cuotas insospechadas, sumando más peso sobre nuestras maltratadas espaldas. Ella lamentaba la actitud pasiva con que sobrellevamos los nuevos —lamentables— episodios de nuestro cotidiano.
Después de oírla con detenimiento, respetuosamente le expresé mi relativo desacuerdo con sus apreciaciones. Tiene razón al opinar que mucha gente se ha resignado y su voluntad está de brazos caídos, su mirada apunta al suelo donde hincó sus rodillas, pues se siente derrotado. Las actuales políticas nos han lanzado a colas y a la mendicidad, pasando todo tipo de necesidad que hiere hondamente nuestra dignidad, llegando al mismo cielo nuestras quejas.
Por otra parte, en paralelo con lo apenas dicho, es por demás patente que la mayoría de los venezolanos no ha tirado la toalla, aceptando sin chistar el descalabro en que han convertido al país —y que una sola cifra puede reflejarlo perfectamente: la inflación interanual es de 815.194%—, y se encuentra en pleno pie de lucha, dejando constancia de su estatura moral y su convicción democrática.
Por lo que respecta a la liturgia católica, la Iglesia cerró sus tiempos fuertes con la celebración de Pentecostés. El domingo venidero celebramos, sin embargo, la Santísima Trinidad, es decir, vivimos simbólicamente la experiencia de aproximación al misterio de nuestro Dios, Uno y Trino: nuestro único Dios es comunidad de Personas Divinas. Ahora bien, dejo para otro momento este tema y me centraré en la Primera Lectura, tomada del libro de los Proverbios, pensando sacarle provecho para lo que a nuestra situación concierne.
Al principio, la Sabiduría
El libro de los Proverbios está catalogado por los expertos bíblicos como una obra sapiencial, o sea, el conocimiento popular —fruto de las experiencias de vida bien reflexionadas— es puesto por escrito para provecho de sus lectores: se espera que la lectura promueva la reflexión sobre temas de interés, y que dicha reflexión conlleve un comportamiento determinado, cónsono con el aprendizaje que se pretende trasmitir.
En el capítulo octavo de los Proverbios habla la misma Sabiduría. Es la Sabiduría “de” Dios. Le pertenece “a” él desde antes de la creación de todo cuanto existe. Lo está inclusive como proyecto creador. Ella es anterior al comienzo de la Tierra, o de los abismos o los manantiales de agua. La Sabiduría, pues, antecede a los montes y montañas, a los ríos y a la hierba.
Lo que se pretende decir con todo lo anterior es que la Sabiduría está presente en todo: las cosas no fueron creadas solamente “buenas”, sino que también lo fueron “sabiamente”. El azar no domina la creación ni la historia; el Buen Dios las concibe de manera diferente, empezando porque nosotros jugamos un papel fundamental en ambas. Nuestra realidad ha sido creada bella, buena y sabia. El otro aspecto que salta a la vista en la precedencia de la Sabiduría sobre la creación es que está al alcance de todos porque se la pueden encontrar en todo. A nadie se le niega la posibilidad de ser sabio, de razonar sabiamente, de actuar sabiamente, de colocar una pizca de sabiduría a los propios sentimientos y emociones, así como a las interpretaciones que hacemos de la realidad vivida.
El primer elemento que rescato entonces de este apartado es la constatación de que el “bochinche” no es lo determinante de la creación o de la realidad, sino la Sabiduría y el orden, la razón y la sindéresis. Las recientes formas de “recoger” los pedazos de país por parte del Ejecutivo no solo son desacertadas, sino que incordian el espíritu, dañándonos radicalmente, desinflándonos, deprimiéndonos. Las respuestas a los problemas deben ser sabias, preñadas de sentido común y del interés y amor por la mayoría sufriente.
La Sabiduría pone coto
La afirmación última está presente en la Escritura. Dios no es solamente creador, sino que sostiene su creación. El Señor, al separar el cielo de la tierra, las alturas de los abismos, nos prepara un lugar para que vivamos humanamente, sin carencia de ningún tipo. Que él distinga los ámbitos de esta realidad que conocemos quiere decir que entiende perfectamente de qué estamos necesitados, y nos lo procura sin paternalismos. Es tarea nuestra entonces cuidar de todo lo dado, pero es igualmente tarea propia mejorar nuestra condición de vida mediante el dominio respetuoso de la naturaleza.
El segundo elemento a rescatar es entonces la necesidad de limitar el mal que nos carcome, e incluso cobra nuestras preciosas existencias. En esta materia, no es mucho lo que el Legislativo pueda orgullosamente exhibir. Es más, muchos lo acusan de ser el protagonista principal de cuanto nocivo hay, de cuanto sufrimiento soportamos. El tema me parece es devolver a nuestro andamiaje espiritual la consistencia de que nuestra vocación última es trabajar por detener cuanto nos hace mal… ¡sabiamente!
Finalmente, la Sabiduría cierra la lectura diciéndonos que está al lado de Dios como su aprendiz,
Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link: https://chat.whatsapp.com/Fr9gVHN4A436nOIw6sepgk
También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí https://t.me/diarioprimicia