Opinión

La fe que piensa: Mi alegría y corona

“La Cuaresma es tiempo para fortalecer la relación con Dios”
jueves, 14 marzo 2019

I.

El apagón del viernes pasado me despertó a la una de la madrugada, y ya no concilié el sueño. A las cuatro me “activé”, para preparar mi viaje a la capital; a las cinco ya estaba en el Aeropuerto, para abordar un vuelo pautado para las siete de la mañana: el vuelo se dio a las dos de la tarde. Ya en la sala de espera, se me pasó por la mente que debía comer algo, pues salí de casa sin un bocado en el estómago. No había punto. No se podía hacer transferencias ni pago móvil, pues la ciudad estaba detenida por completo. Desayuné un vaso de agua, a las cinco de la tarde. El resto ha sido padecimiento, y pérdida de tiempo porque todo está detenido, cerrado, saqueado. Encajo esta experiencia mínima de carestía y necesidades —digo “mínima”, si me comparo con lo que sufren zulianos y tachirenses—, junto con la indignación propia de estas situaciones, ante el hecho de haber sido testigo de primera mano de tanto sufrimiento innecesario e ilógico que está padeciendo la inmensa mayoría del pueblo venezolano, y en este caso concreto que me tiene estancado en la capital, del pueblo caraqueño. Qué difícil es ver la acción divina en semejante escenario, consciente además de que estamos en presencia de la agudización del caos. Qué difícil es concebir la Cuaresma, no como la abstención deliberada para poner toda la atención en nuestro Creador, sino como una tortura, un castigo, un crimen que nos cometen a los predilectos de Dios. ¿Qué mensaje nos llega de nuestro Padre del cielo, este segundo Domingo de Cuaresma? Tomemos los ejemplos de los actores de las lecturas, y reflexionemos para sacar provecho en este momento que vivimos nuestro cristianismo en una Venezuela adolorida e irrespetada.

 

II.

La primera lectura está tomada del libro del Génesis —la palabra significa “comienzo”, “origen”—; relata el inicio de la historia de Dios con Abraham, a quien, después de sacarlo de su tierra natal, no obstante la avanzada edad que Abraham tiene, le hace una doble promesa que, vista de buenas a primeras, es sarcástica: “Te daré una tierra mejor a la que posees actualmente, y te daré una descendencia tan innumerable como las estrellas”. Abraham se fía de las palabras del Señor Dios, y en gesto de agradecimiento realiza una ofrenda “litúrgica” a su Dios, consistente en animales. El Señor acepta de buen agrado los frutos ofrecidos, y reitera su alianza. Dios cree en Abraham, y lo hace protagonista de la historia que está por empezar; Abraham cree en Dios, y se pone en camino, alegremente. MPablo tiene palabras profundas para los destinatarios de su carta, los filipenses. Los invita a seguir su ejemplo, del mismo modo que otros siguen el ejemplo de ellos. Pero los cristianos de Filipos no son los únicos modelos a seguir. Hay gente que sigue a gente perdida, inhumana, con el vientre por Dios, que se ufanan de sus limitaciones y cuyo interés es todo lo material, incluido lo material mal habido. Puesto delante de estas dos vías, los cristianos, por ser ciudadanos del cielo, no se quedan en lo material que asesina a las personas, especialmente los más desfavorecidos, sino que ponen su esperanza en aquel que nos salvará, cambiará todo. Pablo se dirige a quienes considera “su alegría y su corona”. Habla el padre orgulloso de sus hijos. El evangelio de Lucas se lo conoce como “la transfiguración del Señor Jesús”. El relato tiene por escenario la subida de Jesucristo a Jerusalén, camino a su pasión. Nadie quiere acompañarlo camino a la cruz; todos están asustados, acobardados, deprimidos. Han tirado ya la toalla, menos Jesús. El Señor cree en las promesas de su Padre: Elías y Moisés, la Vida y la Amistad confirman que está en el lado correcto. Jesús cree y quiere ser ejemplo de sus discípulos, para que también ellos crean que, Él no va camino al patíbulo, sino a su glorificación. Todo será transformado. Todo será transfigurado. Para bien de todos.

III.

¿Qué más debe sucedernos, para que todo esto cambie? ¿Por qué motivo este gobierno se ensaña tan despiadadamente contra el pueblo que dice representar? Son preguntas que me repiten sin cesar. No tengo una respuesta a mano, pero sí una convicción: Dios —con nosotros, tomados de su mano— cambia toda situación. Después de viejo, Abraham se convierte en “el padre de la fe”, como lo llamamos los cristianos. Jesús se convierte en “el hombre nuevo”, como lo conocemos sus seguidores. Y también se convierten Pedro, Santiago y Juan, pasando de ser ovillos de miedo, a discípulos del Señor Jesucristo. También nosotros nos hemos convertido en amantes de la democracia, soñadores empedernidos de una Venezuela mejor, herederos legítimos de un país donde imperan la justicia, y su fruto más inmediato que es la paz.

La Cuaresma es tiempo para fortalecer la relación con Dios, a través de la escucha atenta de su palabra. La Cuaresma es tiempo para darle espacio a la solidaridad y el compartir. La Cuaresma es tiempo para centrarse cada vez más en Aquel que supera nuestro cuerpo físico y el mundo material. Pero esta Cuaresma 2019, nos está destruyendo también interiormente. Esta destrucción tiene nombre y apellido. Los responsables del desgajamiento del país no son ejemplos a seguir; todo lo contrario. En esta Cuaresma, el Señor Jesús vuelve a elevarse como el Modelo nuestro, así como lo son los tantos cristianos y gente de buena voluntad que hoy día —como lo fueron en su momento, los cristianos de Filipos— reconocemos como nuestra “alegría y corona”. Un ejemplo por todos: Luis Carlos Díaz.

 

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