Opinión

La ciudad de nuestros sueños

Por 1948, este pueblo tenía dos calles y unos 2.000 habitantes y Puerto Ordaz no existía.
jueves, 25 junio 2020

Antes de hablar de la polución, de esa que asfixia nuestra ciudad, señalemos que Guayana pasó de ser una de las urbes más limpias de Venezuela, a una de las más sucias y abandonadas del país.

Por los años 80, esta, la ciudad del desarrollo, era una de las cuatro urbes más limpias de Venezuela, junto a Mérida, Maturín y Barquisimeto. Esta, nuestra ciudad, tiene su origen en un pequeño pueblo, que se llamó Puerto de Tabla, posteriormente, renombrado, San Félix.

Por 1948, este pueblo tenía dos calles y unos 2.000 habitantes y Puerto Ordaz no existía. En 1950, la Orinoco Mining Co., llegó a esta zona y decidió instalar su puerto de embarque de mineral, en la confluencia de los ríos Orinoco y Caroní. Allí fue cuando se inició la construcción de este ciudad.

Para 1953, Puerto Ordaz tendría 1.800 habitantes. A partir de esa fecha, comenzó el desarrollo industrial y crecimiento humano en nuestro región. Se construyó Macagua I (Campenón Bernard), luego Alcasa (Reynolds), Sidor (Innocentti), y otras industrias básicas, rodeadas todas, de una infraestructura industrial auxiliar, que atrajo una población laboral, cinco veces superior a la de las industrias matrices.

En muy pocos años, Puerto Ordaz y San Félix, juntos, llegaron a tener más de 100.000 habitantes, y fue entonces, cuando el presidente de la República de Venezuela, Rómulo Betancourt, decidió unirlas políticamente, bajo el nombre de Ciudad Guayana. Eso ocurrió el 2 de julio del año 1961.

Como se comprenderá, nuestra ciudad fue poblada muy rápidamente: un 10 % de autóctonos y un 90 % de foráneos, distribuidos entre venezolanos de otras ciudades del país y otros del extranjero. Toda esa gente, llegó y contribuyó con el desarrollo de nuestra tierra. Vivían y trabajaban en esta zona y con el tiempo, esta población, llego al millón (1.000.000) de habitantes. Esa explosión demográfica, por así decirlo, unida a la falta de valores citadinos y regionales, hizo que los pobladores se consideraran “transeúntes estructurales”.

Por otro lado, los Concejos Municipales, luego devenidos en alcaldías, nunca detectaron esa característica demográfica de “residentes pasajeros” que formaba parte de una cultura en evolución, por la cual, poco hicieron al respecto.

Por ejemplo, nunca se construyó parques públicos, teatros, plazas, iglesias, mercados populares, malecones, entre otros. Los habitantes, que por entonces hacían vida en nuestra ciudad, botaban la basura en la calle, no solo contaminándola, sino también restándole su imagen de una de las ciudades más limpias del país.

Por entonces, llegó Leopoldo Sucre Figarella a la presidencia de la Corporación Venezolana de Guayana y ante la ruindad de la higiene urbana, decidió contratar a una empresa que realizaría la recolección y disposición de la basura: Sabempe.

Su decisión fue exitosa en la transformación de la ciudad, hasta el punto de convertirla en una “urbe muy pulcra” de la cual, todos, en su momento, nos enorgullecimos.

¿Qué falló para que en muy poco tiempo, migráramos a la ciudad más sucia? Tres razones fundamentales.

1. Nunca le enseñamos a la gente a “querer su ciudad”. Hubo instituciones y algunos programas, pero ninguno que propiciara el desarrollo de una cultura guayacitana y como dijimos anteriormente, tampoco, la construcción de obras que contribuyeran, como símbolos a la identificación de la ciudad.

2. Falta de un plan integral de preservación del medio ambiente, que debió comenzar en la escuela, enseñándole a los niños a no ensuciar y a cultivar hábitos de cuidado de fauna y flora. Enseñarles a querer sus mascotas, es fundamental, pero igualmente, se hace necesario que estas campañas sean transmitidas a los adultos.

3. Desde un principio, debió hacerse el diseño de un plan integral, que organizara (rutas, equipos, frecuencia, etc), dotara de recursos y supervisara una acción de clasificación, recolección, y disposición de los desechos sólidos.

Nunca se pensó en construir plantas recicladoras de basura y tampoco la disposición de la misma en vertederos ordenados. Por el contrario, se siguió con el primitivo sistema que aún en opera, que es el botadero.

Es imperativo revertir estas prácticas primitivas del tratamiento de desechos sólidos y lo ideal sería que el mismo sea transferido al sector privado, para garantizar una operación pulcra, idónea y permanente.

Como siempre, también se impone, aquello de que en vez de enseñar a pescar a los ciudadanos, continúan dando el pez, por lo cual nunca desarrollan esa cultura de autosuficiencia.

Ya es hora de que la gente aprenda que son ellos quienes deben vivir su presente y demarcar su futuro con los elementos propios que le dan sus sueños, su inteligencia y las fuerzas de su accionar y así volver a la inmaculada Ciudad Guayana que alguna vez, fue.

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