Opinión

La causa de la discordia

Esas mismas enseñanzas nos dicen que para cambiar todo este mecanismo que nos hace sufrir, es necesario cambiar las células condicionadas del cerebro, lo cual sólo es posible a través de la conexión directa con el amor.
lunes, 21 febrero 2022

El diálogo como forma de resolver las diferencias en pro de la estabilización política del país debería ser algo fácil y productivo, visto como un intercambio de ideas y soluciones positivas en pro de algo que verdaderamente se ama, sin embargo paradójicamente son las ideas que tienen los actores sobre qué y cómo hacerlo lo que los desune, y uno se puede preguntar por qué si el fin es el mismo, es decir, de entrada se supone que hay algo en común entre las partes: el bien para la nación, pero el solo hecho de que sus relaciones siempre sean bajo signos de violencia y destrucción, conduce sus intenciones directo al terreno de la duda.

En el proceso de pensar y repensar esta absurda situación, uno va generando preguntas, respuestas, opiniones y conclusiones, tantas como seamos capaces de producir, bien sea mediante comparación, asociación de conocimientos, información, experiencia o cualesquiera otros medios capaces de dar respuestas a todo esto, una exploración no exenta de angustia de la cual extraemos razones directas de la calle, de la vida personal y de los abundantes malabaristas de la dialéctica popular o académica, de esos que siempre han existido en radio, televisión, plazas, colas y esquinas, incluso apelamos a temas de filosofía mística como por ejemplo el principio del mentalismo, uno de los llamados siete principios herméticos, y lo tomamos para confrontarlo con la situación nacional que tanto nos ocupa; este principio sostiene que el Todo es una mente universal en la cual vivimos (nada menos) esta vida que es como un campo de batalla donde hay una feroz pugna de un sistema contra otro, cada uno convencido plenamente de que el suyo es el mejor y único camino para lograr la paz y la prosperidad, mientras quienes estamos en el medio –digamos los peones de ambos sistemas-, vamos siendo testigos y víctimas de los métodos que mayormente se aplican en dichos procesos, basados en desunión, violencia y guerra.

¿De dónde proviene semejante contradicción?

Si en el principio del mentalismo todo es mente, habría que establecer diferencias entre mente, cerebro y pensamiento. Según este principio la mente es independiente del cerebro, es libre (no está en el cuerpo ni en el cerebro) y no está condicionada como es el caso del cerebro, que se mantiene generando conflictos a causa del constante movimiento del pensamiento; el pensamiento por su parte es un instrumento del cerebro, y el cerebro (cuando no es egocéntrico) es un instrumento de la mente; el cerebro trabaja en un espacio limitado donde el pensamiento no le permite ir más allá y responder a la mente, que en esencia es amor, el cual a su vez es la fuente de la compasión, y sin la cual no puede haber inteligencia.

Esas mismas enseñanzas nos dicen que para cambiar todo este mecanismo que nos hace sufrir, es necesario cambiar las células condicionadas del cerebro, lo cual sólo es posible a través de la conexión directa con el amor, lo cual requiere desprenderse del odio, la envidia, la malicia, el orgullo, la arrogancia, la codicia, la ira y la violencia, que son respuestas de la memoria (lo conocido) que nada tienen que ver con el amor, la compasión ni la inteligencia.

De lo anterior pudiéramos concluir que, siendo independiente del cerebro y por lo tanto libre de pensamientos condicionados, no puede la mente ser la causa del permanente estado de guerra y discordia, sino que todo esto es producto de una densa nube de pensamientos egocéntricos que nos cierra el camino a las virtudes necesarias para avanzar, de las cuales se cree poseer muchas, pero se practican tan pocas que no alcanzan para el objetivo de la paz y la estabilización del país.

Quizás esto de la mente parezca un trabalenguas místico pero tan importante es alimentar el espíritu, como también lo es estar conscientes de que en la superficie donde se levanta el polvo siempre debe estar presente la esperanza del diálogo para la reconciliación nacional, el último hilo del que todos colgamos y que no podemos darnos el lujo de soltar.

viznel@hotmail.com

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