Opinión

Inteligencia artificial: ¿Pandemonium o sosiego científico?

Otros casos ejemplarizantes, más sorprendentes, los cuales reproducen la conducta física del ser humano son aquellos que se les denomina como “androides”.
miércoles, 22 septiembre 2021

El origen de estas líneas surgió de una serie de consideraciones y reflexiones sobre aspectos generados por la ciencia en convivencia y connivencia con sus resultados: la Tecnología. Al fin y al cabo, pensamientos, en su máxima expresión acerca del futuro de la Humanidad en manos de un íntimo reto de creación científica, por vía de la Inteligencia Artificial (IA).

Honestamente, debo aclarar que este escrito, nace más que de mis conocimientos y experticia sobre la ciencia, de la oportunidad de disfrutar video que un gran amigo hizo llegar a mis manos, que por cierto él mismo calificó como “…interesantísimo y alucinante…” sobre la Inteligencia Artificial, titulado “Singularidad, Inteligencia Artificial y Robots” presentado por José Luis Cordeiro, un venezolano, ingeniero del MIT, PhD y vicepresidente de Humanity Plus, organización internacional sin ánimo de lucro que impulsa hacia una nueva sociedad fundada en el progreso del ser humano, individual y globalmente, a través de la mezcla de tecnologías cognitivas, biotecnológicas biomédicas, infotecnológicas y nanotecnológicas, con énfasis en el resguardo del uso ético de la tecnología en cuanto a las capacidades humanas.

En efecto, el contenido del video es de un alcance casi que de ciencia ficción. Pero ¿no era ciencia ficción todo lo que pensaban y reflexionaban nuestros bisabuelos y tatarabuelos ante el hecho de la posibilidad de existencia de la telefonía celular? O, más pretéritamente, en cuanto ¿a la posibilidad de ver volar aparatos de metal, de un peso considerable como el de los aviones? Y en cuanto a la ¿radio, la televisión?, y, ¿al asombro de los vuelos espaciales y la llegada del hombre a la Luna?

Ya para el año 1936, Alan Turing (1912-1954), uno de los científicos más extraordinarios del siglo XX. Fue matemático, lógico, criptógrafo, filósofo, que pasó a la historia por sentar las bases teóricas de la informática. Creó un artilugio teórico apoyado en el principio en que una máquina puede imitar a cualquier otra máquina: la “máquina de Turing”.

A grosso modo y según el norteamericano John McCarthy (1956), durante la Conferencia de Dartmouth, es cuando nace como disciplina la IA, ya definida en general como aquello que va desde la automatización de procesos robóticos hasta la robótica actual, con privilegios recientes en cuanto al manejo, en parte, de los grandes volúmenes de datos, acrecentamiento de velocidad, tamaño y variedad de datos que las empresas están recopilando.

Así pues, existen múltiples ejemplos del uso de la IA en la actualidad, tal es el caso de aquellos sistemas que imitan el funcionamiento del sistema nervioso por medio de redes neuronales artificiales. Este tipo de inteligencia automatiza la toma de decisiones, resolución de problemas, y el aprendizaje.

Otros casos ejemplarizantes, más sorprendentes, los cuales reproducen la conducta física del ser humano son aquellos que se les denomina como “androides”. Desarrollados quizás buscando que los robots desplieguen faenas de forma más eficaz que los humanos. Y, algo más indescifrable para algunos, como lo es el que puedan imitar el pensamiento lógico de los hombres y mujeres, hasta el punto de que puedan percibir, razonar y actuar.

En ese orden de ideas, lo penúltimo, porque no creo sean los últimos, se tienen sistemas que proceden de manera “racional”, es decir, que son capaces de percibir el entorno y actuar en consecuencia, es decir, toda una novísima generación de robots independientes, capaces de responder algunas necesidades de los seres humanos.

Así pues, lo cierto es que lejos de ser una especie de Pandemónium , de mitos, la realidad futura nos lleva en contrario al sosiego, a una calma, en los aciertos del desarrollo tecnológico sustentado y asertivamente plasmados en la Inteligencia Artificial. Sin embargo, existen miedos hacia ella, unos aceptables dentro de la lógica, hasta el punto del pensar de expertos que vaticinan el desarrollo de la IA como el mayor reto tecnológico de la historia, dando a luz una nueva generación de robots autónomos capaces de atender nuestras necesidades.

Al respecto, para Moravec, Hans (1992), futurólogo, investigador en robótica en la Carnegie Mellon University. Especializado en IA, y en consecuencia el impacto de la tecnología en la sociedad. Ha escrito numerosos artículos desde la óptica del transhumanismo, siempre estuvo convencido que en cincuenta años los androides desplazarían a los humanos. Ello por lo tanto no es del agrado de muchas personas.

Sin embargo, lo que no puede hacerse a un lado es que por ejemplo existe una falla en la aceptación de ese desplazamiento del ser humano por las máquinas. Ello, puede sustentarse en que la inteligencia humana es diferente de la IA, en algo que le faltaría a la inteligencia artificial, y es que esta última no posee otra importante y muy humana inteligencia: la Inteligencia Emocional (Por ahora). Hasta estos momentos la situación es que la IA carece de sentimientos, emociones o pasiones ante la solución de un problema ya que “obstaculizan” encontrar una solución a un problema delimitado. Quizás podrá ser calcado, copiado, “parecido” pero nunca humano.

Otro científico, filósofo Nick Bostrom (2002), sueco, Universidad de Oxford, conocido por sus trabajos sobre el principio antrópico (principio que se suele enunciar en cosmología, como aquel que establece que cualquier teoría válida sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia del ser humano), el riesgo existencial, la ética sobre el perfeccionamiento humano, los riesgos de la super inteligencia y el consecuencialismo. Para él, Bostrom, la IA supone un riesgo existencial para la humanidad, similar con “… el impacto de un gran asteroide o el holocausto nuclear…” Todo, siempre que puedan ser desarrollados construir ordenadores pensantes. Y, eso permite preguntarse, casi que coloquialmente: ¿Con qué se come eso? Porque indiscutiblemente las máquinas no alcanzan a pensar como las personas. Son diferentes, y “piensan” diferente.

Pero ¿de verdad tenemos razones para temer que una máquina llegue algún día a pensar como nosotros?

Es así, por ejemplo, que Kurzweil (1980), aseguró que hacia 1998 un ordenador vencería a un campeón mundial de ajedrez y ello aconteció en efecto el año1996, cuando Gari Kasparov perdió una partida contra el programa informático de IBM Deep Blue. En esos tiempos, también conjeturó que Internet, por entonces una red postergada a instituciones académicas, se rezagaría por el mundo.

Ahora, se afirma que en 2045 las computadoras serán mucho más poderosas que todos los cerebros humanos juntos de la Tierra.
Y, en cuanto áreas de la educación, según Begoña Gros (2017), profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona, España, ya se habla de la robótica educativa. Se están desarrollando robots para actuar como tutores en cursos virtuales.

Por ejemplo, el sistema Watson elaborado por IBM está siendo utilizado como parte de un proyecto experimental de la compañía de educación global Pearson. Con la combinación de las capacidades cognitivas de Watson y los productos de aprendizaje digital esta empresa procura facilitar a los estudiantes una experiencia de aprendizaje más en profundidad y una manera posible de obtener ayuda y conocimientos cuando lo necesiten al hacer preguntas en lenguaje natural como lo harían con otro estudiante o con un profesor.

Y en cuanto a la aplicación de la IA en el contexto militar, lo asombroso puede evidenciarse en el diminuto Nano Hummingbird (AeroVironment Nano Hummingbird o Nano Air Vehicle), que es un pequeño avión a control remoto) de dieciséis (16) cm, que reproduce física y estructuralmente la imagen de un colibrí, una de las aves más pequeñas y fascinantes del mundo. Este minúsculo aparato está dotado de una pequeña cámara de video para propósitos de vigilancia y reconocimiento y, por ahora, opera en el aire por hasta once (11) minutos. Puede volar al aire libre o entrar por una puerta para investigar ambientes interiores. Se dio a conocer públicamente el 17 de febrero de 2011. Los robots literalmente han despegado hacia su libertad, aunque, eso sí, ojo bajo control humano.

En ese sentido, no quisiera caer en el mismo plano de ingenuidad, ostracismo y desconocimiento de los avances de la ciencia y la tecnología de nuestros abuelos, porque quizás después se hablará de nuestra historia y nuestros conocimientos de manera similar. Sin embargo, es importante decir que estamos usando nuestro libre albedrío en una realidad de incertidumbre y caos en la cual estamos inmersos. Por ahora, prefiero situarme en un mundo sustentado en el sosiego científico de nuestra inteligencia humana sustentada en también nuestra Inteligencia Emocional (IE) en cuanto a lo que poseemos y disfrutamos, y un poco deleitarnos con la fantasía que nos depararían escenarios futuros deseados a través de la Inteligencia Artificial.

Y, es que la Inteligencia Emocional, a nuestro juicio es el límite, la frontera que la IA tiene. ¡Por qué? Es decir, disponer y utilizar códigos, pero con Sentimientos. Para Daniel Goleman, psicólogo: “la inteligencia emocional consiste en gestionar de forma eficaz nuestras emociones, motivarnos a nosotros mismos, reconocer las emociones en los demás y establecer relaciones positivas con otras personas” Según lo anterior el propósito es lograr en cualquier práctica una medida real entre la parte racional (la que nos socorre a analizar, evaluar y calcular) y la parte emocional (la que envuelve sensaciones y sentimientos)..

Es reconocido, que a nivel educativo Muchas instituciones educativas la tecnología está estrechamente presente. Según la OCDE el uso de computadores y Laptops en el aula recalca que “la utilización de los ordenadores por parte de los estudiantes, tanto en la escuela como en sus casas, no mejora necesariamente el rendimiento de los alumnos, y, de hecho, su uso excesivo lo empeora”. Del mismo modo, es ya tradicional que los colegios precursores en la implantación de conocimientos tecnológicos ya dan clases de programación o robótica para que, a una temprana edad, los niños sean competentes de realizar sistemas sencillos.

Las universidades ya se modifican sus programas para seguir estimulando las áreas más tecnológicas, pero con la a mirada dirigida a infundir asimismo otro tipo de valores que son (y serán) cada vez más necesarios en el mercado laboral.

Estos valores se enlazan dentro de las habilidades transversales del currículo actual que antes han sido las grandes ausentes en muchas etapas curriculares. Intuyen factores de la inteligencia emocional y otros más puramente ligados a los recursos humanos como el trabajo en equipo, la flexibilidad o estar mezclados con los proyectos y empresas en los que se vaya a trabajar.

Y, un ejemplo importante del pensamiento actual, estimulante y valioso sobre lo que representa para el futuro de la humanidad la Inteligencia Artificial, lo expresa una mujer, Ginni Rometty, Licenciada en Ciencias Informáticas y en Ingeniería Eléctrica (Universidad Northwestern, EEUU). El valor de su pronunciamiento se da no sólo por la singularidad de pertenecer al género femenino, lo que da un valor espiritual y humano con respecto a asuntos letales que el hombre (pudieran existir opiniones en contrario), sino también por su representatividad científica y profesional, ella ha sido presidente y directora ejecutiva de IBM. En frase a continuación, esta eminente científica formula lo que puede interpretarse como un verdadero “sosiego científico y espiritual” para los seres humanos la IA en escenarios futuros:

“Algunas personas denominan a esta tecnología inteligencia artificial, cuando en realidad lo que va a permitir es que aumente la nuestra propia”

Conclusivamente y recordando una expresión de poco uso actualmente, como lo es “nesciencia” (Falta de conocimientos o de cultura), me pareció interesante recordar una frase renacentista, un axioma, que dice:

“La bioética: ciencia sin conciencia es nesciencia”.

Calgary, Canadá, Septiembre 2021

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