Opinión

Inhumano éxodo

Países de África han padecido por décadas el éxodo de sus ciudadanos, provocado por la hambruna, la pobreza, las guerras étnicas, las dictaduras, las enfermedades y un largo etcétera.
lunes, 15 febrero 2021

El éxodo es una de las más dolorosas experiencias de la humanidad, ello se debe a que produce una fuerte afectación a uno de los sentidos más humanos: el arraigo.

Es precisamente un libro de la Biblia titulado Éxodos, el que nos narra las desventuras y pesares que vivió el pueblo israelita producto de su expulsión a lo incierto.

Países de África han padecido por décadas el éxodo de sus ciudadanos, provocado por la hambruna, la pobreza, las guerras étnicas, las dictaduras, las enfermedades y un largo etcétera.

Europa ha sido también por décadas receptora de muchos movimientos migratorios provenientes de distintas latitudes, más recientemente las grescas del Medio Oriente han generado un importante éxodo de migrantes, quienes han hecho asiento en buena parte de este continente, con sus usos y costumbres entre ellos el golpeado pueblo de Siria, cuya imagen del infante proveniente de ese país, ahogado a orillas de una playa, nos sigue cacheteando y dando pruebas contundentes que hemos fracasado como humanidad.

Estados Unidos ha sido en otrora el mayor detractor de la migración ilegal, sus fronteras terrestres con México y marítima con países antillanos reportan una considerable penetración ilegal de personas que como en África y Europa huyen de crueles realidades de vida, buscando simplemente vivir mejor.

Latinoamérica ha presentado idéntico estigma y no ha escapado a esa cruel realidad de la migración.

Las décadas de los 60, 70 y 80 fueron fecundas en movimientos migratorios de chilenos; a raíz de las dictaduras y regímenes totalitarios, bolivianos, peruanos y ecuatorianos producto de la pobreza y hambruna derivada y de colombianos por motivo de la violencia y el terrorismo del narcotráfico y la guerrilla.

Le ha tocado en esta parte inicial del siglo a Venezuela sufrir inadvertidamente un éxodo de su ciudadanos hacia latitudes diversas del continente, producto de un cóctel de situaciones que los ha hecho huir de una muerte probable, bien sea por la inseguridad descontrolada, por problemas de salud o por la violencia generalizada que el régimen ha permitido como una de sus formas de control social.

Es precisamente esa violencia generalizada la que impide que millones de venezolanos puedan aplicar a obtener un estatus de asilado o refugiado, ya que adquirir ese estatus implica la necesidad de demostrar el riesgo individualizado o personalizado que sufre al permanecer en su país de origen.

Sin embargo, seguro estoy, aun sin datos que avalen este argumento bajo esquema científico social, que la mayoría de esos migrantes patrios no persiguen obtener un estatus de asilado o refugiado con todo y lo que sus beneficios representan para millones de ellos, todos o casi todos simplemente buscan unas condiciones medianas de vida para sí y para sus familiares, no migran libremente como si lo hicieron miles de chilenos, bolivianos, peruanos y ecuatorianos y que tuvimos a bien recibir, los nuestros no migran, simplemente huyen.

Entiendo que desde lo jurídico Chile debió ser cumplidor de las normas para proceder a deportar a más de 100 connacionales, aunque leo por medios internacionales que al menos un tercio de los deportados aún esperaban respuestas judiciales a sus pedidos de regularización migratoria y de extranjería, pero el tema de la migración forzada es un asunto que necesariamente debe abordarse más que por lo jurídico por lo humano.

El éxodo de personas ha representado por siglos un problema de distintas aristas, desde la aversión humana provocada en los nacionales que los reciben quienes los ven como potenciales enemigos que harán perder puestos de trabajo, masa laboral y costos sociales, hasta la inevitable xenofobia.

Aunque en honor a la verdad más que xenofobia, los actos contra migrantes venezolanos puede mejor interpretarse como actos de aporofobia, ya que el repudio es contra aquellos que por su condición de pobreza han tenido que migrar caminando miles de kilómetros, pues no he visto a ninguno de los países receptores protestando por los miles de valiosos profesionales que han migrado como médicos, ingenieros, docentes, etcétera. El repudio es hacia los pobres.

Venezuela siempre fue un país de puertas abiertas para todo aquel que deseara trabajar, lo digo con meridiana certeza, pues soy hijo de un inmigrante italiano, para quien emigrar a Venezuela fue su más importante y preciada decisión.

Como abogado y defensor de los Derechos Humanos, considero que no se han hecho uso adecuado de los distintos instrumentos jurídicos internacionales en materia de migración.

Los acuerdos internacionales en la materia, así como los pactos y protocolos universales, dan prioridad a lo humano por encima de lo jurídico judicial, la regla insoslayable de la No Devolución (Non Refoulemet), ha sido vulnerada en reiteradas oportunidades por los países de acogida, es momento entonces de que pare la deshumanizada forma como están siendo tratados nuestros hermanos en el extranjero y más que un llamado a parar la xenofobia yo extendería un llamado a parar la deshumanización.

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