Opinión

¡Han matado a don salario!

Ni siquiera la reciente burbuja económica en la que parece fuimos envueltos pudo detener el descalabro.
lunes, 15 mayo 2023

Exclamación que me recuerda el grito de la mujer anónima en la última escena de la ópera Cavallería Rusticana: “hanno amazzato al compare Turiddu”, en ella “Alfio”, uno de los personajes, da muerte al protagonista principal de la obra “Turiddu”, por las simples sospechas de que éste último ha cohabitado con su mujer Lola.

Y aunque la historia se desarrolla un Domingo de pascua en la Sicilia del siglo XVIII, me transporta a la reciente escena del Presidente Maduro anunciando el primero de Mayo aumento de Bonos y haciendo mutis al incremento salarial, ese grito crispante y de profundo impacto dramático de la mujer en la obra operística, me lo figuro como un grito ahogado en la mente de la multitud convocada pero transformado en: ¡HAN MATADO A DON SALARIO!

Venezuela ha zigzagueado por décadas entre la insuficiencia salarial y la bonanza petrolera, sin que hasta el momento exista un hito en los años recientes que marque el balance entre la macroeconomía opulenta y la recuperación de la riqueza en el sector laboral, mero espejismo más allá del humo del populismo fértil que permitía el barril de petróleo por encima de cien dólares, se volvió el “Salario Digno” de las ofertas electorales de las últimas dos décadas.

Por siglos hemos sido un país con riquezas, más no así un país rico, entendido éste como la traducción de una nación con suficientes recursos y una masa trabajadora con una excelente calidad de vida, el obstáculo de esto han sido indudablemente las nefastas administraciones que hemos padecido a lo largo de la historia, porque si bien han existido algunos gobiernos que han elevado su interés en la recuperación del salario, no ha sido alcanzado el nivel internacional aceptable como el que muestran países desarrollados.

Son múltiples las fuentes independientes confiables, tanto nacionales como internacionales, de las que se pueden obtener las estadísticas que reflejan el comportamiento del salario del venezolano en la historia, la caída libre es señal en todas y cada una de las consultadas, en ellas se dibuja claramente el vertiginoso desplome, sin que esto parezca importar a los responsable del fenómeno.

Ni siquiera la reciente burbuja económica en la que parece fuimos envueltos pudo detener el descalabro, por lo visto hubo un elemento que cual aguja afilada la hizo explotar y con su explosión, arrasó la fantasía que representaba al menos llegar con lo justo para el sustento de millones de hogares, que a fuerza de múltiples trabajos y con bonos sin incidencia maquillaban el horrible rostro de las deudas, los gastos y los servicios.

Lo cumbre de la situación lo representó el inexistente aumento salarial presidencial emblemático de todos los “Primeros de Mayo” y aunque paradójico, pues no hay nada más nefasto para una economía saludable que los aumentos anuales o periódicos del salario, este representaba al menos un paraguas para la masa trabajadora, que le servía de protección y respiro por unos pocos meses hasta que la inflación pulverizaba todo.

Irónico y paradójico se volvió el video del presidente Chávez, que de los archivos audiovisuales desempolvaron las redes sociales y en el que se observa al fallecido mandatario hablando de los horrores atribuidos a la estigmatizada cuarta república, como la depauperación del salario, la treta de la bonificación de éste para hacer perder su incidencia en prestaciones sociales, lo que fue mostrado con la intención de comparar aquellos horrores con los actuales, los que sin duda son idénticos o peores, demostrando que volvimos a aquellos escenarios que juró la revolución acabar.

La percepción que tengo es que desde hace mucho tiempo el salario ha sido visto por propios y extraños, como una dádiva que el empleado en su miserable realidad debe aceptar al no haber mejor oferta, dejando esta percepción social, muy normalizada por cierto, que el salario tiene que ver más con resultados de la labor que con el compromiso patronal de dignificar la vida de su trabajador.

Muchos se sorprenderían al saber que el salario no tiene nada que ver con dinero, ni siquiera con riqueza, pues ésta es consecuencia directa de él pero no su única esencia.

Desde los tiempos ancestrales de su propia creación, el salario se vio atado más con la dignidad de las personas que con la generación de riqueza, pues ésta última operaba en el momento exacto en el que el empeño puesto en la labor se compensaba con uno de los bienes materiales de mayor valor, la sal, pero era en base a la dignidad de esa persona que se otorgaba, no en vano quienes no recibían salario eran considerados “indignos”.

En tiempos de la modernidad él salario se recogió en forma de Derecho Universal y Fundamental, pero esta vez esa dignidad de origen se afianzó a otros valores, que hicieron posible relacionarlo con la exclusividad del tiempo invertido en el desempeño de la labor, la capacidad del trabajador y la necesidad de recibir justa compensación por ese sacrificio de su tiempo y sus capacidades, en pro de una actividad en beneficio exclusivo de un tercero, sea este un particular o el estado mismo como el mayor empleador en muchas latitudes del mundo como en el caso nacional.

Luego de ello, ese salario debe ser tan suficiente que lo sacrificado alcance no solo la justa compensación para satisfacción de las necesidades básicas, personales y familiares del trabajador, sino también para el libre desarrollo de sus expectativas e ideales de vida, y es allí y no antes que se forma la riqueza derivada del salario digno.

Nuestra realidad avasallante nos hace en cuenta que son muchos los años en el que el grueso de la población trabajadora, ha perdido la capacidad de sostener sus necesidades en base exclusiva a un salario, no importa el cargo, la labor o el trabajo que realice, siempre hará falta una o más actividades para al menos satisfacerlas, existiendo casos en los que se invirtió la escala de valor del trabajo, cuando se tiene incluso que poner extra para mantenerse en los cargos en los que se ha sido empleado, pasando a ser el trabajo principal la fuente de menor ingreso de ese trabajador.

De manera que en cualquier esquema de recuperación del salario, debe primar la elevación de la dignidad humana al sitial que le corresponde como objetivo principal, antes de siquiera pasar a realizar las adecuaciones, tabuladores y demás fórmulas orgánicas de diseño salarial, pues está allí la verdadera esencia del salario y no en los lugares comunes donde siempre la han situado equivocadamente.

Lamentablemente presiento que en esta administración no será posible lo anterior descrito, y no se trata de que sea un irreductible pesimista, sino que no han mostrado honestos esfuerzos para lograrlo, lo que contrasta con el talante obrerista que exhibe y ostenta el primer mandatario.

Vuelvo a mi inicial evocación, y haciendo un símil con la famosa obra operística, me resuena nuevamente ¡hanno amazzato al compare Turiddu! y se me sigue transfigurando en ese imaginario pregón que con dolor mostraban los presentes: ¡HAN MATADO A DON SALARIO!

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