Opinión

Hablemos hoy de: Un Hombre de Dios

Salvador Gámez Portillo, un hombre de Dios que nació un 17 de febrero del año 1931 en un pequeño pueblo de Málaga España.
martes, 14 abril 2020

Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Proverbios 3:13-14.

Salvador Gámez Portillo, un hombre de Dios que nació un 17 de febrero del año 1931 en un pequeño pueblo de Málaga España, con tan solo 2.500 habitantes. Sus padres Don Francisco Gámez Gutiérrez y Doña María Portillo Fernández, dos campesinos con las marcas del trabajo en el campo al que pertenecían, y con un inmenso espíritu de sacrificio y bondad que con amor y entrega, plantaron en sus hijos Josefa, María, Ana y Salvador.

Desde muy pequeños sus padres les inculcaron los valores religiosos, y a los 9 años, Salvador, guiado por las orientaciones del entonces párroco Don Ramiro Recio quien marcó sus pasos en su vida religiosa, ingresa en el seminario de Málaga. Una vez ordenado sacerdote, trabajaría como Vicario Parroquial en la ciudad de Coín de la Diócesis de Málaga, junto a su tutor el Padre Ramiro.
El 12 de junio del año 1954, fue ungido Sacerdote en la ciudad de Málaga. Posterior a su ordenación, el 15 de junio celebra su primera misa en Almachar su pueblo natal. Todo un acontecimiento, y con la asistencia de la gran mayoría de sus habitantes se desbordaba la alegría, emoción y el orgullo de todos por ver a un hijo de su pueblo, consagrado en tan noble ministerio, como un hombre de Dios.

Ejerció sus funciones sacerdotales en algunos pueblos de España, antes de ser enviado a Venezuela como sacerdote misionero.

En el año 1969 llega al puerto de la Guaira, Venezuela, en el barco Satrústegui, acompañado por el Padre Roberto para dirigirse posteriormente a la Diócesis de Cumaná. De allí, el Obispo Crisanto Mata Cova lo envía a Ciudad Bolívar donde según él, se necesitaban sacerdotes que comieran hierro molido. De esta manera comienza la gran aventura de Salvador, cuando el 31 de diciembre de 1969 llega al Campamento Guri donde encontraría su destino, su casa, su familia, su vida y su obra.

Entre sus obras podemos mencionar:

En los años 70 fue creador de las pilas bautismales en Ciudad Guayana. Fue artífice en la construcción de las iglesias Santo Rey en Bella Vista y Santo Tomás. La iglesia de Los Olivos, hoy Nuestra Señora de Coromoto. Luego se instala en Guri y se construye la iglesia Cristo Luz de los Pueblos y desde allí prestaba sus servicios religiosos a las comunidades de los Tanques, Santa Rosa, Río Claro, Ciudad Piar, Santa Bárbara, Tocomita, El Pao de la Fortuna, San Francisco de la Paragua, entre otros poblados. En muchas oportunidades se hacía acompañar en estos viajes por alguno de sus amigos de Guri, seguro estoy que muchos recordarán esos viajes y lo agradable que era estar en compañía de Salvador. Al retornar casi siempre se dirigía al anexo del club Guri donde se sentaba a descansar y contar sus experiencias.

Su meta como sacerdote era agradar siempre a Dios, servirle y amarle sobre todas las cosas. Y seguro estoy que así fue siempre, pues sus enseñanzas y su vida estuvo dedicada a profetizar la palabra del Señor y hacernos ver de la manera más humana posible, lo importante de las buenas relaciones entre los seres humanos, sin importar niveles sociales ni económicos, ni de ningún tipo.
Salvador Gámez Portillo fue un hombre que amó a Dios sobre todas las cosas, pues siempre lo demostró sirviendo y amando a los demás. Buscaba la sabiduría que viene de Dios, porque se deleitaba en su palabra y basaba sus decisiones en convicciones bíblicas firmes. Se mantenía lleno del Espíritu Santo, porque su amabilidad, su dominio propio, su humildad, su capacidad para dar y su simpatía, marcaron huellas imborrables en la vida de muchos seres humanos. Mostraba su amor al prójimo de la manera más sencilla y humana posible, pues siempre nos trató con bondad, respeto y afecto. Supo perdonar y pedir perdón, ya que reconocía que Dios había tenido mucha paciencia con él, que además era imperfecto y que solo por la gracia de Dios había llegado a su destino. Siempre demostró tener dominio propio, porque además de su bienestar, buscaba el bienestar de los demás, enfocado siempre en los mandamientos de Dios. Fue siempre obediente a Dios, pues vivió siempre bajo su autoridad y sus leyes.

Salvador fue un español con sangre tricolor, con su sonrisa fresca, con sus cuentos y sus anécdotas, con su amor por los niños, muchos a los que bautizó, confirmó, les dio la primera comunión, los casó, y a algunos, también les predijo el divorcio. Se reía y le sacaba algún chiste a alguno de los asistentes a cualquiera de las actividades religiosas a las que asistíamos. Era realmente único, divertido pero seguro a la hora de decir las cosas, sus sermones eran muy reales y justos. Sus misas eran frescas y muy alegres y así algunas personas se mudaran de Guri, siempre regresaban a su misa o alguna otra actividad religiosa, o, simplemente a visitarlo.

Descansó en paz y como dijo Edwin, “se reunió con su gran amigo Dios”. Seguro estamos que el cielo está de fiesta por recibir a quien fue uno de sus mejores representantes en la tierra.

Como dijo Elizabeth en un poema, “Este siempre será tu pueblo y esta tu comunidad, nosotros tu gran familia que jamás te olvidará”. Y de la misma forma, Elinor le escribe “dejas en los corazones de todo aquel que te conoció un recuerdo, una anécdota, una historia. Ampliaste el valor del concepto de familia en tu feligresía, y nos hiciste parte de la tuya. Te recordaré con alegría cada vez que eleve una oración. Y cerró María, “…que bonito poder recordarte así, sin tristezas, sin dolor, solo con mucho amor.

Te despido amigo diciendo que fuiste un gran ser humano, con un carisma tan extraordinario que supiste ganarte un espacio en el corazón de cada una de las personas que no solo tuvimos el placer de conocerte, sino de compartir contigo en múltiples escenarios, en su mayoría, llevando la palabra de Dios en cada momento de tu vida.

Nos queda el recuerdo y el sabor de haber formado parte de tu vida, porque así tú lo sentías. Por eso nos regocijamos al saber que Dios está feliz porque volviste a él. Descansa amigo Salvador.

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