Hablemos hoy de: La Fortaleza
La fortaleza es un valor del cual se ha escrito desde tiempos remotos. Viéndolo desde el punto de vista de la doctrina cristiana, fortaleza es la tercera virtud cardinal que trata de vencer el temor y eludir la temeridad. Está asociada a la fuerza, vigor, firmeza y resistencia que posee el individuo tanto en lo físico como en lo moral y espiritual, para superar con valentía las dificultades que la vida le coloca en el camino, en su constancia por buscar el bien y sin dejar de lado sus más elementales principios.
Santo Tomás de Aquíno, uno de los Teólogos que estudió el tema de la fortaleza la consideró una virtud cardinal, lo que significa que tiene como objeto el bien. Pero también se le ha pensado como un don, es decir un regalo de Dios ya que el propio San Agustín la define así: Fortaleza es el amor que todo lo soporta fácilmente por causa de aquello que ama. En su obra, la Suma Teológica, considera que esta puede garantizar la estabilidad general de todas las virtudes, basando en su firmeza el soporte para cualquier otra virtud que el ser humano pueda practicar.
A pesar que en muchas oportunidades sentimos que la fuente se nos agota, solo con un pequeño estimulo somos capaces de recuperar la fuerza suficiente para encontrar los motivos que nos lleven a seguir adelante, recuperando la fortaleza para continuar el camino e incidir de manera positiva en el mundo y en nuestra vida.
La fortaleza como virtud, partiendo de nuestros ideales nos lleva a asumir grandes riesgos, sin dejar de lado el valor de la vida, pero en la búsqueda siempre de un bien mayor.
En el proceso educativo de nuestros hijos, no podemos obviar el valor de la fortaleza. Debemos alimentar en ellos la importancia de la fuerza, constancia, firmeza y resistencia para abordar de manera inteligente las diversas situaciones que se les pueden presentar en su vida. Además de entender que se puede salir de las dificultades con efectividad, alcanzando importantes niveles en el cumplimiento de sus metas y objetivos, poder contribuir con los demás para ser buenos trabajadores y mejores seres humanos.
Es importante aprovechar que la fortaleza como valor es una virtud en la generación a la que pertenecen nuestros hijos, ya que por naturaleza son personas con grandes ideales que quieren cambiar al mundo.
Claro está, con el apoyo y orientación necesaria, para que sus acciones sean positivas y no se conviertan en experiencias destructivas. Debemos enseñarles a nuestros hijos a esforzarse para obtener las cosas y dominarse ante situaciones críticas, pero más importante, enseñarles lo que es bueno para que aprendan a distinguir ante situaciones diversas, lo que les conviene o no. Esto es de vital importancia, más aún en el mundo actual en que las deformaciones están a la orden del día.
Como sociedad no escapamos a las realidades de la dinámica del mundo. También debemos estar en la frecuencia de los cambios constantes para saber manejar con fluidez mental las vicisitudes del día-día. Más, en los momentos apremiantes en los que estamos inmersos y en los que la fortaleza es el valor que nos sostiene y nos convierte en resilientes, para seguir avanzando en un constante ataque a nuestra capacidad de asimilación de un mundo de escenarios que pareciera apuntaran al desgaste de nuestra mente y nuestra capacidad de aguante.
Hay que inventarse métodos propios, basándose en que la experiencia del otro no necesariamente tiene que ser la nuestra. Solo así encontraremos la ruta para mantenernos sólidos en nuestro accionar, con una mente limpia y sin perder el norte de nuestra vida.
Con la fortaleza suficiente, aunada a los valores acumulados en nuestro proceso de desarrollo, a los principios del hogar, a los procesos educativos por los que pasamos y a la universidad más grande como lo es la vida, podemos mantenernos en el uso total y adecuado de nuestras facultades mentales y físicas, para contribuir de manera efectiva al crecimiento de la sociedad de la cual formamos parte importante.
Fortaleza mis apreciados lectores, y no olvidemos nunca que no debemos permitir que el comportamiento de otros perturbe nuestra paz interior, porque cuando Dios nos acompaña no hay nada imposible en la vida.
Recordemos siempre que la fortaleza está asociada al bien.
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