Hablemos hoy de: El poder de Dar

Cuantas cosas maravillosas, cuantos elementos que resaltar, cuantos momentos mágicos he vivido al permitirme escribir sobre este tema. Y cuanto sentimiento y cuanto poder puede generar una simple acción llamada dar. Se siente como si Dios estuviera a nuestro lado diciéndonos gracias por permitirte dar un poquito de lo que tienes y así, generar alegría y esperanza en otras personas que realmente tienen la necesidad.

El Dar es un principio bíblico que Dios nos ha enseñado, pero que lamentablemente al ser humano se le ha olvidado. Es compartir lo que se tiene y no solo implica cosas materiales, también se relaciona con la calidad en el trato que le damos a las personas, con la manera en que hacemos las cosas, con el entusiasmo con el que ejecutamos nuestro trabajo, cuando damos nuestro tiempo, nuestro amor, recursos, en esos momentos sembramos semillas que Dios se encargará de convertirlas en maravillosas cosechas que llenarán cada una de las necesidades en nuestra vida, convirtiéndose así en grandes bendiciones.

En un mundo donde la dinámica arropa el tiempo de las personas, donde los compromisos sociales ocupan el lugar de los hijos, de la familia, en el que el trabajo se impone por el tema de producción, en una sociedad movida por la riqueza en la cual tu estatus lo genera la clase social a la que perteneces, la que incluso en oportunidades te obliga a marcar diferencias entre tus hijos y los del barrio, en un mundo en el que en muchas oportunidades ni siquiera tú sabes quién eres ni adonde perteneces, incluso, ni lo que quieres. En este mundo es necesario generar cambios que le permitan al ser humano retomar su papel en la vida e imponerse ante tanta frialdad, que solo conlleva hacia la destrucción de la raza humana.

Existen sensaciones hermosas que generan nuestros actos en la vida, una de ellas es el dar. Cuando lo hacemos estamos demostrando que somos hijos de Dios y que estamos en este mundo para reconocernos como una sola raza, y que lo que tenemos por gracia de nuestro trabajo y nuestros actos, lo podemos compartir con nuestros semejantes que tal vez no hayan tenido la misma oportunidad, o que por cualquier otra circunstancia, no han alcanzado el nivel para satisfacer sus necesidades. Lo importante es no juzgar y dar desde el corazón. Todo esto permitirá que a nuestro entorno se acerquen siempre personas de buenos sentimientos que caminen por la misma senda por la que nos desplazamos nosotros. Además, cuando damos estamos alimentando nuestro crecimiento espiritual y llenándonos de buenas energías.

Es muy cierto que en estos tiempos hay que ser cauteloso en el momento de dar. Lamentablemente hay personas que juegan con la buena voluntad de la gente y se disfrazan en sus necesidades, adquiriendo el camino del pedir sin vergüenza alguna, por considerarlo el más sencillo para satisfacer sus demandas. Estas acciones pueden hacer que en un solo día las oportunidades en que nos pidan se multipliquen causándonos un poco de fatiga y hasta cierto punto incomodidad. Claro, en una sociedad con tantas restricciones y carencias, y en la cual el nivel de ingresos es tan bajo, que en muchas oportunidades no nos permite satisfacer nuestras necesidades, es casi normal que existan incluso organizaciones pidiendo a través de voluntarios para asistir a personas y otras instituciones que trabajan en función de ayudar a los más vulnerables y necesitados. Es muy importante que al momento de dar, lo hagamos con la plena consciencia que con nuestra acción estamos ayudando a disminuir el sufrimiento, el hambre y la oscuridad, y llevando un foco de esperanza y de luz para algunas personas, y principalmente, representando una muestra de que Dios existe.

En el camino de la vida siempre damos y recibimos. Esto se convierte en una constante pues podemos recibir y dar objetos, recursos económicos, materiales, información, amor, afecto, favores, emociones, entre otras. Es importante resaltar que cada uno de estos actos, genera emociones que inciden de una u otra forma en el equilibrio de nuestra vida, y que de alguna manera nos llenan de satisfacción. Cuando damos y recibimos, normalmente buscamos la forma de sentirnos bien, y esa es la muestra que la acción se hace con la mejor intención de hacer sentir bien al otro, para que nuestra conciencia esté tranquila. Eso mejora nuestras relaciones interpersonales. Cuando damos y recibimos, estamos creando vínculos sanos y constructivos en una relación de equilibrio y de madurez.

Debo reconocer que un video en el cual vi a varios jóvenes realizar acciones de dar desde el corazón, me inspiró a escribir sobre este tema. No puedo ocultar que las lágrimas brotaron sin esfuerzo por mis ojos, por la emoción que sentí al verlos darle a un niño de la calle una cantidad importante de alimentos, a una señora un billete de 20 dólares y a otra señora, que con un niño buscaba en la calle cualquier cosa que le pudiera servir para llevar a casa, una bolsa con alimentos. La expresión en sus rostros eran como un poema cargado de mucha emocionalidad, una cara de incrédulo en el niño, gritos de emoción y el llanto con muestras de agradecimiento, son más que recompensa para percibir que la bendición que podemos generar en las personas más necesitadas al darles o compartir algo con ellas, tiene un significado muy grande que nos debe llenar de satisfacción y agradecimiento a Dios, por la oportunidad de estar vivos para compartir y dar de lo poco o mucho que podamos tener.

Que emoción, que recompensa, que satisfacción, que bendición, que energía, que cosa tan hermosa se siente al recibir las gracias y las bendiciones que normalmente recibimos cuando ejecutamos una acción bonita como lo es, el dar. Demos amor y recibiremos amor, demos algún alimento a alguien que lo necesite y recibiremos sonrisas y bendiciones de la vida.

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