Hablemos hoy de: Ciego y sordo, pero…
En este universo maravilloso que nos ha regalado Dios, suelen suceder eventos que cada vez, superan nuestras expectativas y la capacidad de asombro.
Es cada vez más evidente que el ser humano se haga el ciego y el sordo, pero que a la hora de hablar parezca una emisora de radio sin control, límite o temor a sanciones.
Quienes suelen ser observadores, y se hacen los sordos, son personas egocéntricas que consideran que solo sus puntos de vista son válidos y certeros, por lo que desestiman cualquier otro comentario u opinión de los temas que se están tratando. Por este motivo no muestran ningún tipo de interés por entender o comprender las opiniones ajenas.
Sus motivaciones están totalmente arraigadas a su ego, y no se permiten medir las consecuencias de las mismas.
En ocasiones, alguien pudiera pensar que esta actitud es propia de personas mayores por creer que su experiencia es suficiente, sin embargo, en la actualidad se ha acentuado en los jóvenes, los cuales llegan a creer que la razón los asiste y por tener corta edad y desenvolverse con libertad, en los elementos que conforman la tecnología (internet, redes sociales, otros), su saber se desborda.
Suelen participar de reuniones, pero a la vez están totalmente ausentes, pues solo oyen y no se permiten escuchar. Hay que tener en cuenta que oír y escuchar no es lo mismo.
Cuando estamos oyendo, no estamos concentrados en el contexto o contenido de las palabras, solo percibimos el sonido. Mientras que cuando escuchamos, estamos atentos a cada letra del discurso, captamos el mensaje, recibimos su contenido, leemos los gestos del interlocutor y comprendemos el juego entre las emociones y los mensajes que están fuera del texto.
Este tema no es sencillo. Hay casos en los que los individuos sin estar presentes ni ver absolutamente nada de lo ocurrido, se permiten emitir opiniones sin ningún fundamento.
Es aquí donde entra un modelo mental que dice que desde la tribuna todo el mundo es el mejor, pero lo bueno es estar involucrado directamente en los hechos, para saber de verdad lo que se vive y tener autoridad para emitir cualquier tipo de opinión o juicio de los eventos.
Tristemente existen personas con complejos de jueces, van por la vida culpando a todos de lo malo que sucede. Pero lamentablemente, no tienen la valentía de reconocer que como seres emocionales, todos podemos equivocarnos, y que el único que tiene la autoridad moral para juzgar, es nuestro Dios Todopoderoso.
Si veo tengo elementos para hablar, si escucho, sumo contenido a lo que observé, y si soy justo y razonable, no debo darme el permiso a emitir juicios u opiniones si no me preguntan nada.
Por muchas razones es mejor mantenerse al margen de las cosas, pues en la mayoría de los casos, no se relacionan con nuestro propio contexto, y lo mejor es optar por el silencio que es nuestro mejor compañero.
Existe otro modelo mental que reza lo siguiente, muchas veces tropezamos más con nuestra lengua que con nuestros pies. Nada más cierto que eso, y aunque nos cueste reconocerlo, es la más pura verdad.
El ímpetu del ser humano ejerce un poder muy grande sobre nosotros, pero debemos tener suficientes herramientas para sobreponernos a él, pues de lo contrario, nos hará cometer muchos errores en la vida.
Una persona que sabe conversar, genera placer frente a sus interlocutores, y si además, maneja el arte de la oratoria, es mucho más agradable sostener una buena conversación con ella.
A pesar que la vida en la actualidad está un poco loca, debemos hacer el ejercicio para mantenernos en equilibrio, y no dejarnos envolver por tanta oscuridad. Pues es muy cierto que tal vez no pensemos mal, pero la tentación está a la orden del día y si nos descuidamos, seremos arrastrados por la misma y envueltos en paquetes que no serán de nuestro agrado.
Hay que mantenernos firmes en nuestros valores y principios, y honrar la formación que nos dieron nuestros padres y nuestras familias.
Muchas personas no escuchan porque tienen baja autoestima y viven comparándose, suelen estar a la defensiva, solo se interesa por los puntos de la conversación que les conviene, hacen muchas suposiciones, siempre buscan la discusión y manifiestan su desacuerdo con todo, preparan sus comentarios, suelen cambiar de tema sin explicación, muestran su complejidad y desinterés.
Hay otros a los que no les gusta ver mucho porque se sienten intimidados ante las realidades, prefieren hacer comentarios a la ligera, y su ceguera es su arma de defensa ante la incapacidad para ser objetivos.
Pero también existen los que ni ven ni escuchan, pero son los campeones a la hora de opinar y emitir juicios de temas que no les compete, y en los cuales no son ni expertos ni forman parte del mismo.
Este tipo de personas se han multiplicado en los últimos tiempos. Es el caso de los que suelen opinar de todo, pero a la hora de llevar las palabras a la acción, se esconden o desaparecen, y no muestran su rostro porque no tienen la capacidad para defender lo que se atreven a decir o escribir.
Son campeones en las redes sociales.
Nada más importante que ser consecuentes con lo que decimos y hacemos. Y, hacernos responsables de cada uno de los comentarios que nos atrevemos hacer de cualquier tema, es un acto de justicia y de personalidad.
Sensato es escuchar y callar, ver y no comentar, y cuando nos atrevemos a hablar, hacerlo con plena responsabilidad y consciencia que lo que vamos a decir, es para bien y para apoyar en la solución de cualquier situación que se haya generado.
Si escucho no hablo, si veo no escucho, y si hablo lo hago con la razón y en perfecto equilibrio con el deber ser.
Escuchemos mejor, veamos con el corazón, y hablemos con la razón.
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