Hablemos hoy de: Arrogancia
Arrogancia, un tema que a pocos les gusta y a muchos ofende.
Para mí es complejo definirla, saliéndome del concepto básico. Sin embargo hagamos el ejercicio y sacaremos uno muy ajustado a la realidad actual.
Es una característica, sentimiento, comportamiento, patrón, defecto, actitud, de un ser humano que se considera mejor de lo que realmente es, superior a los demás, y con muchas habilidades y características que está muy lejos de poseer, lo que si es cierto, es que es una persona con muchas carencias, distorsiona su realidad, muestra un bajo nivel de autoestima, crea un ego falso, y lo más real es que encubre un gran sentimiento de inseguridad. Está totalmente aislado de la humildad.
En el mundo actual crecen los casos de arrogancia cada día. Pareciera que esta característica es mejor que ser catalogado como una persona correcta y con mucha humildad.
Tal vez el ambiente en el que nos desarrollamos tiene mucho que ver con esto, pues su influencia parte de múltiples factores relacionados con ciertas características sociales, económicas, intelectuales, geográficas, y de relaciones interpersonales. Es tan alto el nivel de afectación en una persona, que lo podemos relacionar con alguien que practique el bulling.
La arrogancia tiene que ver con el vicio, soberbia, frivolidad, mérito, egocentrismo, jactancia, vanidad, superioridad, altanería, presuntuosidad, altivez, prepotencia, orgullo, engreído, entre otras tantas características. Parece mentira, pero todo esto lo podemos encontrar en una persona arrogante y que además, y muy triste, que ellos disfrutan ser poseedores de las mismas.
Lo más lamentable, es que la persona puede no darse cuenta con facilidad, del alto nivel de afectación que esto trae a todos los contextos de su vida.
Desde el punto de vista de la psicología, la arrogancia es una consecuencia de la necesidad de alimentar su frágil ego, y lo utiliza como un mecanismo para compensar sus carencias, disfrazándolas de actitudes de superioridad.
Las personas arrogantes inflan su imagen a niveles muy elevados, en los cuales se permiten arrollar y maltratar a otros debido a la superioridad que se atribuyen.
Lamentablemente, el efecto es totalmente contrario y adverso, ya que los demás los verán simplemente como una persona despreciable, odiosa, inaceptable y ridícula que lo único real que hace, es mostrar su pobreza y carencias internas.
Es muy importante tener en cuenta que la arrogancia no está relacionada con la autoestima. Ser poseedor de un alto nivel de autoestima, es positivo y saludable, y a través de él, mostramos el orgullo, el respeto y el valor que tenemos por nosotros mismos.
A las personas arrogantes les gusta robarse el show, no dejan hablar a nadie pues se creen dueños del mejor discurso y además, que la razón los asiste, se auto asignan las mejores ideas y opiniones, y se apoderan de la voz de mando queriendo reducir a los demás, a sus opiniones y decisiones. Cuando tienen dinero son mucho más arrogantes, pues creen que pueden comprar todo lo que se les antoje, sin darse cuenta que por encima del dinero hay cosas mucho más valiosas como la sencillez, la amistad, el amor, la bondad, la felicidad. Y esto, no se compra ni con todo el dinero del mundo.
Una persona arrogante se alimenta de su elevadísimo ego, de su altives, de su orgullo, de la presunción, de la satisfacción personal que experimenta al verse por encima de los demás, y sentirse como el eje central en el sitio o actividad donde se encuentre. No olvidemos que al final, y muy internamente, siente un gran vacío que lo inunda y lo hace ver su realidad.
Desde el punto de vista de la religiosidad, la arrogancia se ve como un defecto de la personalidad y se considera como un pecado, ya que se ve como un ser humano que no necesita a Dios.
Algunas características de las personas arrogantes son: hablar mal de alguien que esté ausente, se sienten condescendientes y buenas personas, se inflan al hablar de sus riquezas y de lo que poseen, utilizan un tono de voz alto para que todos lo escuchen, no muestran ni un centímetro de humildad, su posición corporal es altiva, se apoderan del discurso, y entre otras, muestran su jactancia en cada una de sus palabras.
A nivel laboral, una persona con esta característica es marginada por el colectivo, tiene pocas relaciones y no es visto con buenos ojos por su actitud.
En definitiva, debemos hacer un examen de consciencia y revisar nuestra actitud para ver si tenemos algún síntoma de esta característica. Eso nos ayudará a reflexionar y tomar las medidas necesarias que nos saquen de allí, y pasarnos al lado de los buenos, practicando la humildad, el humanismo, la sencillez, la cortesía, la modestia, los buenos valores y principios arraigados en nuestra formación de hogar.
Y no podemos dejar por fuera de este artículo, el tema que nos atañe a todos los que vivimos en Venezuela, la arrogancia del venezolano.
Tal vez un problema heredado o simplemente, parte de una cultura que siempre estuvo acostumbrado a lo bueno y lo bonito de la vida.
Hay que reconocer que esto está relacionado con la formación de hogar y la educación que hemos recibido. En muchos casos la comodidad, el oportunismo, la prepotencia, el padrinazgo, la mamitis y papitis, el facilismo, la falta de compromiso, la escasa preparación y superación personal, entre otros elementos, han contribuido, con esta característica que nos ha marcado por largos años, y que hoy en día, a pesar de las circunstancias adversas que estamos atravesando, aún la arrogancia no nos abandona y se muestra con sus diferentes facetas, no solo en Venezuela, sino también en cualquier parte del mundo a donde han llegado nuestros paisanos.
Navegando en un modelo social que nos enseñó que todo lo que tenía que ver con economía, era accesible, fácil y se podía resolver de cualquier manera. Que éramos súper poderosos y que podíamos estar por encima de cualquier lógica, que al obtener un título universitario ya teníamos ganado el mundo y eso nos colocaba por encima de otros, que no importaba donde viviéramos sino que lo que realmente tenía sentido, era tener dinero en los bolsillos y en las cuentas. Todo esto nos hizo hasta cierto punto, personas plásticas que vivíamos de apariencias y mostrando al mundo, una cara que estaba lejos de ser la verdadera cara de una sociedad en decadencia.
Hoy, la crisis política, social, económica y de valores que vive nuestra sociedad, nos muestra la verdadera cara de una sociedad que por años vivió engañada, y que hoy en día vivimos en la tristeza, la decepción, el dolor y el recuerdo, de tiempos que si fueron buenos, no supimos aprovecharlos de la manera más consciente posible, para que hoy tuviésemos otra realidad.
Solo una palabra para cerrar, busquemos la humildad, hagámosle reverencia y pidamos perdón por nuestros errores, seguro Dios nos escuchará.
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