Ginecocidio: más que una nueva palabra, una reivindicación humana
He vendido justificando argumentativamente e insistiendo ante nuestra Real Academia Española (RAE) que hay una trampa léxico-semántica urdida en la construcción y en el significado del término femicidio; con el cual se ha pretendido atenuar y ocultar lingüísticamente una verdad: la muerte de las mujeres.
En el escrito que consigné ante la Real Academia Española –que fue admitido y referido a su sala de observación– sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.
Esta escogencia terminológica (que además confunde) nos luce impropia. Les digo porqué. Por cuanto, un homicidio se comete contra un hombre. Así entonces, aniquilar físicamente a una mujer no puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.
Como todos saben, la mencionada indagación lingüística, contentiva de mi propuesta, la entregué a la Real Academia Española, para que – según apruebe los estudios que le hagan- se cree un nuevo vocablo: Ginecocidio. Este trabajo de inmediato entró en un proceso complejo y exhaustivo, para evaluarlo integralmente.
Debo manifestarles la inmensa alegría que sentí, en mi condición de proponente del citado neologismo, cuando a este nuevo término — como paso introductorio para su posible admisión– le abrieron un expediente (registro).
Procedieron nuestros honorables académicos, acto seguido, a nombrar una comisión de lexicógrafos, para que iniciaran el trabajo de disección morfo-sintáctica; de examinar si cumple con los requerimientos de válida construcción léxico-semántica; así además, su articulación fonética, la posible función fonológica que se le atribuye, su semiótica (significado preciso), la aplicación pragmática ( uso práctico en una circunstancia determinada), o de cualquier otra consideración que ellos crean conveniente para el análisis.
Exigente e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente, porque tal rigor comporta una de sus específicas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos: “[…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor….”
Hemos entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio, como palabra que nace y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en el olimpo del léxico de nuestro idioma.
Debo dejar dicho también que, a veces, se producen decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras Hispánicas por incorporar al Diccionario de la Lengua Española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce; dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.
Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción que asumo, como tarea, un modesto aporte lingüístico para develar, con la mayor exactitud, los crímenes atroces que contra las mujeres se cometen; y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en la RED o en conversaciones cotidianas, se pretende disimular el Ginecocidio: liquidación física de un ser humano, nombrándolo como femicidio o feminicidio (muerte por razones de género).
Prestemos atención a lo siguiente: el horrendo caso de las dos jovencitas asesinadas por el monstruo de Turén (Portuguesa), en marzo de este año, jamás puede ser calificado de femicidio; dado que el mismo perpetrador del crimen señaló que él no conocía a sus víctimas (ni ellas entre sí); que no supo por qué lo hizo, y que Dios no le perdonaría. No fueron feminicidios (muertes por el solo hecho de ser mujeres). Fueron Ginecocidios.
Entre muchos casos que se han registrado este año, analicemos este que ha ocurrido más reciente, en las inmediaciones de la Autopista Regional del Centro (ARC), estado Carabobo; cuando los cuerpos de seguridad se encontraron, el 10 de agosto, con los cadáveres de dos mujeres –madre e hija–, identificadas como Rosa Angélica Jaime de 23 años y Ángela Jaime de 42; presentaban múltiples golpes a nivel del cráneo y que habrían sido despojadas de una cuantiosa suma de dinero. Existe una investigación en curso para determinar lo sucedido.
Tamaña abominación jamás puede ser calificada como femicidio o feminicidio. Hay que denunciarlo como lo que realmente se cometió: Ginecocidio.
Nos oponemos a tal absurdo, de no querer decir las cosas por su nombre. Basta de cosméticas cuando se mata a una mujer. Y como hay insistencias para presentar y maquillar públicamente la muerte de una mujer como un homicidio, estamos obligados a aclarar y refutar siempre que homicidios, únicamente, se perpetran contra los hombres.
Entendamos, en solidaridad humana, que cuando liquidan físicamente a una mujer, no están matando al género femenino; están matando a la mujer, al ser humano.
La RAE nos hace, a cada momento, la severa advertencia con respecto al vocablo propuesto, Ginecocidio: debe tener plena acogida en todos los ámbitos comunicativos. Ellos denominan esta práctica, Frecuencia de Uso. Así entonces, solicito la cooperación para que le demos Frecuencia de Uso al vocablo propuesto, en nuestros diarios y constantes actos de habla; incluso cuando nos toque, lamentablemente, referirnos a este citado fenómeno de socio patología.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
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