¿Fanático yo?
En el Diario Los Andes del 8/9/20 hay un artículo Tópicos/Pasión y Fanatismo de Camilo Perdomo, que hace interesantes apuntes sobre el provocador tema; en estos tiempos el miedo desarrollado en las incertidumbres, las desigualdades y los desequilibrios, junto con las amenazas y ambiciones despiadadas, nos lo han puesto de relieve, destacado en conductas extendidas por el mundo en diversas sociedades.
Hoy les escribo estas notas para seguir apuntando a la reflexión sobre la conducta que se expresa con el fanatismo, que desde la pasión afectada, está en la raíz de lo humano con manifestaciones variadas en las personas y las sociedades; y ha estado presente a lo largo de la historia humana, con magnitudes y consecuencias diversas.
“El fanatismo es más viejo que cualquier ideología o credo del mundo, más viejo que cualquier estado, gobierno o sistema, desgraciadamente el fanatismo es un componente presente en la naturaleza humana…. El miedo que le acompaña, lo precede y estimula, se multiplica cuando es incitado por contradicciones de rechazo sin diálogo. Es sordo, ciego, impide el razonamiento y la piedad”.
Sobre la naturaleza del fanatismo, de nuevo nos habla Amos Oz, 1939, “es un trastorno mental muy arraigado, hay una enfermedad mental llamada “síndrome de Jerusalem”; hay gente que llega y de pronto, se inflama y prende fuego a una mezquita, a una iglesia o a una sinagoga. O si no, se quita la ropa, trepa a una roca y comienza a profetizar; en una cola del autobús es probable una exaltada discusión callejera, entre gente que no se conoce de nada, pero que discute de política, moral, estrategia, historia, religión y de las verdaderas intenciones de Dios. Todos gritan, nadie escucha; pero mientras discuten se abren paso a codazos hacia los primeros puestos de la fila”.
Les comparto mí parecer: ese síndrome existe desde antes de la época de Cristo, pasando por las Cruzadas hasta los tiempos más recientes.
Fernando Báez, nacido entre nosotros y nuestramericano de respeto internacional, en enjundiosa obra de buena escritura, “Historia universal de la destrucción de los libros” (2004), nos hace un recorrido sobre ese ensañamiento contra las ideas en la palabra escrita, desde el mundo antiguo hasta los inicios de este siglo XXI. La destrucción mediante diversas maneras: censuras, índices, saqueos, torturas, confiscaciones, ensañamientos, no sólo contra el sujeto de las ideas sino también al objeto que las contiene y a la construcción cultural que representa el pensamiento y lenguaje de los pueblos.
El bibliocidio ha sido una realidad en Grecia, Roma, Israel, China, España, Francia, los ingleses, el mundo árabe, las guerras de religión, la inquisición, la ensañada destrucción al patrimonio cultural de los mayas, aztecas, incas y otros pueblos de américa, en EE.UU.A., en Alemania y el Báltico, en Sarajevo y más reciente en Damasco, Bagdad, Trípoli; Kosovo y Ruanda son ejemplos contemporáneos de genocidios instigados por el fanatismo.
Philip Gourevitch escribió un dramático relato de Historias de Ruanda en 1994: “Queremos informarle de que mañana seremos asesinados con nuestras familias”.
En regímenes de terror se organizaron ritos de destrucción con grandes piras, que incluyeron en muchos casos la quema pública de mujeres estigmatizadas de brujas, de herejes y de rechazados por la intolerancia fanatizada.
“Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”, expresó Heinrich Heine, 1821.
El odio y el miedo cargado de ignorancia e impiedad, ha sido una raíz de fanatismos que han arrasado con personas, con grupos étnicos y patrimonio cultural de pueblos.
El culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores o narcisistas, el chovinismo agresivo, los totalitarismos, constituyen formas extendidas de fanatismos.
El siglo XX dejó muestras memorables y trágicas de exterminios de seres humanos, de la naturaleza y de la cultura.
Contrario a la esperanza inicial, estos primeros veinte años del siglo XXI, han sido una re-edición aumentada de violencia y exterminio fanatizado, de migraciones y precariedad para millones de seres humanos, de manera ubicua en el planeta.
También esta pandemia y sus miedos, -que pueden afectar la salud mental de las personas y sociedades-, han dado muestra de fanatismos e intolerancia sin piedad, con el simplismo de la argumentación: cuando siento que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que le rodea.
Tu ¿cómo te has sentido en este tiempo?, ¿tienes algunos miedos? ¿de qué los tienes?.
También hay formas de fanatismo que se presentan menos dramáticas, sin dejar de serlo. La infantilización del género humano con una oferta de neo-idolatrías en artistas o estrellas del deporte mundializadas hacia el consumo avasallante, propicia formas de fanatismo.
Entre nosotros, -en la incitación a la rivalidad entre los equipos del béisbol criollo-, hay múltiples anécdotas, desde ostentación de gorras, vestimentas, chistes y banderolas con gritos entre partidarios, hasta intolerancias, insultos e incluso agresiones entre los fanáticos.
En otros países los enfrentamientos entre fanáticos han causado violencias hasta con muertes masivas; entre Honduras y El Salvador ocurrió una guerra, como secuela del enfrentamiento entre fanáticos al juego del fútbol.
Hay grupos sociales que en su afán de ganar fieles adherentes, propician métodos de propaganda que desarrollan en muchos de sus seguidores el afán de “pertenecer a”, y mostrar su estado de afecto con frenesí, termina por “afectarlos” y convertir en “padecientes” de fanatismo, con su deseo de obligar a los demás a cambiar.
En el campo de la política, se han desarrollado antes y ahora, niveles de fanatismo que han provocado dramáticas situaciones contra la vida y amenazan con escalatorias de violencia.
Las estructuras verticales en los partidos con la incapacidad para que el militante haga política, lo que les obliga asumirla con obediencia ciega, llevan a la calificación de “traidor” para cualquiera que cambia, o que expresa una duda, hace una crítica, es capaz de disentir y procura ser fiel a su propia convicción.
“Es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en fanático significa hasta cierto punto y de alguna forma, ser un traidor a ojos del fanático” (Amos Oz).
El fanatismo en la política es frecuente y con frecuencia, mata a la política. Habríamos conversado con Alfredo Maneiro, la necesidad de reivindicar la capacidad de la crítica y la autocrítica.
Cuando se piensa y actúa con cabeza propia, se es capaz de asumir el pensamiento crítico, de dialogar y de disentir -en especial cuando las posiciones y conductas se van tornando dogmáticas-, de cuestionar acciones para ser coherente con las propias convicciones; lo cual suele ser motivo de escándalo para los fanáticos, quienes mandarán a callar con insultos, a veces con agresiones y violencias. ¿Conoces de situaciones similares?.
La política es esencialmente la construcción colectiva en conversación abierta y compartida de miradas sobre la realidad, las inconformidades con ella, la necesidad y voluntad de transformarlas, el “hacia dónde” del propósito y de allí las acciones para alcanzarlo, en una relación dialéctica entre la realidad y el sueño.
Sobre la necesidad de elegir la política para encontrar modos de con-vivir en el humano respeto por la vida, también conversaremos.
Hay que desarrollar antídotos al fanatismo y preservar la salud mental. Cultivar un huerto y con el arte, la música, la poesía, la buena literatura entre otros, puede ayudar mucho, el desarrollo de la conciencia espiritual junto al sentido del humor es un gran remedio.
Tener sentido del humor implica la habilidad para mirarse a sí mismo y reírse de uno mismo: siempre hay aspectos del asunto que tienen una pizca de gracia.
La aceptación del otro con la conciencia que somos diferentes, el escucharnos y ser tolerantes nos permite sostener conversaciones nutritivas que enriquecen el propósito de la vida.
Les dejo algunas interrogantes para la reflexión de cada uno: ¿qué te inquieta de lo que ves en tu entorno?, ¿has intentado dialogar?, ¿cuáles logros has obtenido?, ¿en cuáles áreas has buscado encuentros?, ¿estás dispuesto a escuchar al otro distinto?, ¿podremos vivir juntos?, ¿cuántas veces te has reído de ti mismo?
Si no te ríes de ti mismo ¿de qué o de quiénes te ríes?.
casatalaya
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