Opinión

¿Esto fue lo que pasó a Sidor?

En Venezuela, los sindicatos nunca fueron el resultado de enconadas luchas sociales.
jueves, 28 abril 2022

Ezequiel, pocas veces se malhumoraba, pero esa tarde, mi instinto canino lo sintió melancólico. Había sido una de esas inusualmente calurosas jornadas del mes de abril y aunque pasó una distraída tarde a orillas de su piscina, libando licor con familiares, camaradas y amigos, su mente rumiaba el curso de este sorpresivo conflicto en la siderúrgica.

Del sindicato emanaba consignas, cuando menos, preocupantes:  por “mejoras salariales” y “fuera el presidente de la corporación”. Lo que más le inquietaba con la paralización de esta empresa, era la interrupción de sus despachos y ventas de materiales, adquiridos con “ventajosos descuentos”, (aunque son aún, muy pocos los rubros y cantidades producidas). Tenía mucha presión por parte de un gran cliente del vecino país, para realizar las remisiones de acero.

Estaba preocupado por este nuevo “enroque” de camaradas en los más altos niveles de la corporación, pues ellos podrían afectar severamente sus “negocios”, cuando menos, por un tiempo, hasta poder volver a tejer los hilos.

Mientras especulaba sobre estos aspectos, se percibía el son de populares y alegres ritmos caribeños que provenían de la barra. Entre las personas asistentes a esta cita, en el palacete “Democracia” de Ezequiel, estaba uno de sus hijos: Ezequiel Alfonzo. Su descendiente tiene 24 años de edad, estudiante del último trimestre de Economía en Yale, (porque los camaradas criollos gustan “atacar” al imperio, pero se “derriten” por vivir en él).

Una de las máximas autoridades políticas del partido de gobierno, Fulgencio Martínez, sindicalista y hombre voluminoso, canoso, nuevo rico, de modales vulgares y verbo tosco estaba presente. (¿Habrán notado, queridos lectores, que poco a poco se van sustituyendo, generales por sindicalistas? Es el nuevo trend, como dicen los comunicadores sociales).

Los acompañaba el doctor Wenceslao Duerto, presidente de una de las empresas básicas dedicada a la minería (en Venezuela, a cualquier funcionario de alta jerarquía, le llaman doctor, sea o no lo sea). Este era un personaje muy particular: casi sesentón, muy delgado, de corta estatura, pelo blanco, con lenguaje educado e indumentaria de muy buen gusto; algo extraño en un camarada.

Estaba igualmente, la elegante amiga periodista y sociólogo, Selenia Fragachán Siso, que, en modo alguno, armonizaba con el grupo, entre otras, por su culto lenguaje; el politólogo y amigo, Diego Torrijo, tampoco podía faltar; además, habría unas seis personas más, amigos o acompañantes de alguno de los invitados.

Por supuesto, no podían faltar unos 12 guardaespaldas, discretamente localizados entre las matas del amplio jardín. Entre el grupo, circulaban dos diligentes mesoneros con bata blanca, sirviendo bebidas y distribuyendo pasapalos, a la usanza de los muy adinerados y rancios burgueses; y no se olviden del gran Bobby, vigilante y perspicaz.

Decíamos al comienzo, que Ezequiel-padre se encontraba algo molesto; la razón era porque su hijo, en diálogo antagónico con Fulgencio Martínez, su compinche político, manifestó que “la reciente huelga, en una de las empresas básicas de Guayana, parecía semejarse más a una componenda política, que a un verdadero movimiento reivindicativo”.

Argumentaba que todo conflicto laboral, requiere seguir un determinado procedimiento legal, que, en este caso, no se llevó a cabo. La opinión de su padre era que este “muchacho” había sido enviado a USA para formarse y convertirse en camarada con “futuro”, pero, por el contrario, se había transformado en un “pitiyanqui”, defensor de los intereses capitalistas. Esto lo hacía verse mal ante sus camaradas.

Diego, el politólogo apoyó el punto de vista de Ezequiel Jr., argumentando que “ciertamente, los movimientos obreros deben reactivar sus luchas, porque hacía ya muchos años que permanecían adormecidos, a pesar de la aterradora inflación que destruyó el poder adquisitivo del salario”.

Sostenía que esta huelga por “incremento de salarios” le parecía muy justificada, aunque muy tardía, pero el pedimento de destitución, que parecía ser el verdadero objetivo, no tenía sentido.

Se atrevió a señalar que tenía la impresión de “que el trasfondo de este movimiento repentino e inusual, parecía más bien el producto de una tramoya político sindical, dirigida a  minar las bases de algún alto jerarca. Ya algunos de los sindicalistas, aunque con timidez, lo habrían voceado.

En cualquier caso, la improvisación y mala planificación de la huelga, como parecía ser el caso, solo terminaría desmotivando a los trabajadores, una vez más utilizados, no para conseguir logros socioeconómicos, sino para crear tormenta política”. Sobre este particular, Selenia, dijo que “la raíz de este extraño conflicto, nacía con la propia creación del movimiento obrero en Venezuela.

Los sindicatos, en Venezuela, nunca fueron el resultado de enconadas luchas sociales. Las centrales de trabajadores y sus derivados, fueron más bien creados, no para servir como herramienta de lucha de la clase obrera, sino como una estructura organizacional de dominación política, para secuestrar electoralmente a este sector de la población, en favor del partido político respectivo”.

Decía Selenia, que “esta fue una práctica iniciada en los años treinta y cuarenta del siglo pasado y aún hoy, se mantiene con los mismos objetivos; de lo contrario, no se entiende la pasividad de este gremio, durante los últimos veinte años, ante la vivencia de una brutal inflación y aún peor devaluación, que terminó por destruir el salario”.

Finalmente, agregó que “había sectores laborales y líderes importantes, haciendo esfuerzos para separar el sindicalismo de la política, y que ello requería profundas reformas como era, entre otras, desvincular a las Inspectorías del Trabajo, del Estado”.

El camarada Ezequiel-padre, por su parte y con gran cinismo, expresó que “el conflicto laboral que tenía lugar en esa gran empresa, era producto de mucha “manipulación opositora y mediática”, un argumento oficialista que expresa aun sabiendo que era una trápala.

Le apoyó Ildemaro, el dirigente oficialista, diciendo otro embuste, como que “los compañeros trabajadores han sido llevados a un “conflicto sin sentido”, porque durante los últimos meses, esa empresa ha venido recuperando su producción e incorporando trabajadores a la nómina, lo cual compensa por ahora, cualquier incremento salarial.

Wenceslao Duerto, quien hasta el momento había guardado un prudente silencio, intervino: “creo que ese sindicalismo desvinculado de la política, aunque ideal, podría ser dañino a la gobernabilidad de un país, por lo cual apoyo mantener la dependencia de las inspectorías del Trabajo de ese ministerio. En cuanto a la rotación de funcionarios, me parece razonable y una sana práctica por lo cual apoyaría al sucesor, que según los chismes podría ser un repitiente”

Todo parecido de los personajes y diálogos de este cuento con la realidad, es una mera coincidencia.

CE. mgarciat84@gmail.com

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