Entender a Jesús
Una de las vías para entender quién es Jesús es la comprensión de sus palabras: su predicación muestra aspectos significativos de su persona. Mucho de lo que dijo tuvo que ver con el Reino de Dios, que llega hasta nuestros días gracias a sus parábolas: Jesús es un excelente “cuenta cuentos”, pues cautivaba a sus interlocutores hablando con sencillez de cosas interesantes e importantes. Además, al contar historias, Jesús se contaba a sí mismo: Él es el primogénito del Reino de Dios.
Trigo y cizaña
Los seguidores de Jesús somos invitados a vivir con los dos pies bien puestos en la realidad, donde están presentes de manera desigual la bondad y la maldad, el trigo y la cizaña. El Bien proviene de Dios, que lo siembra en el campo que es este mundo nuestro; el mal está representado por todos los enemigos de Jesucristo, que los tiene.
De Dios no procede el mal, ni Dios quiere que el mal crezca en nuestras tierras. Ahora bien, nuestro Dios está claro que el mal existe, y que al combatirlo “el remedio puede ser peor que la enfermedad”; de allí que Dios es paciente con respecto a separar el trigo de la cizaña, para no dañar el trigo.
Entendemos entonces que es propio de Jesús conocer y estar consciente de la realidad histórica, entremezclada de dinámicas positivas y dinámicas nocivas. Pero el Señor no es impulsivo, sino que pondera pacientemente sobre el momento propicio para actuar. Este aspecto que es propio de su persona, lo podemos asimilar también nosotros: sopesar bien las cosas antes de actuar.
La semilla de mostaza
Jesús no minusvaloraba absolutamente nada, especialmente cuando se trataba de cuestiones “pequeñas”, diminutas e insignificantes a primera vista. Es el ejemplo de la semilla de mostaza: cómo una semilla tan chiquita llega a convertirse en un árbol grande, frondoso.
Lamentablemente, suele ser común que muchos de nosotros nos avergoncemos por no tener grandes empresas que mostrar, cuando la cuestión es al contrario: se empieza discretamente, desde abajo, con mucho esfuerzo y con desbordante ilusión, soñando ver crecer aquello que sembramos con esperanza.
Y de esto también hay una avalancha de buenos episodios: gente que comenzó con modestia, pero que su trabajo constante dio los frutos esperados. He aquí pues algo propio de Jesucristo: no desestima lo pequeño, porque ve anticipadamente lo que enorme que llegará a ser. Acojamos con las manos abiertas esta actitud.
Levadura para el pan
La pequeñez de la semilla coincide con la porción de leudante necesaria para hacer el pan, que lo hace fermentar. No es solo que lo chico, crece. Hay que considerar que esto pequeño debe confundirse, adentrarse en la masa, revolverse con ella para que tome cuerpo, adquiera forma. Levadura y harina se complementan.
De Jesús aprendemos, finalmente, que no obstante ser pocos, podemos fermentar la masa. Lo de Jesús no es actuar en solitario, sino de involucrar siempre más personas. Esa es una buena actitud: contagiar a otros, sumar voluntades, animar.
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