Encarcelemos a los violadores
De los Derechos Humanos, el derecho a la vida por razones obvias es el de mayor relevancia, dado que de la vida en adelante todo lo relacionado a ella debe estar normado y protegido para que sea posible el desarrollo humano.
Una de las definiciones de Derechos Humanos con la que más congenio es la expresada por el catedrático Mexicano Miguel Carbonell, quien explica a sus alumnos de la Universidad Nacional de México, que son todos aquellos necesarios para el desarrollo del ideal de vida de cada persona, y es en razón a esa amplitud que se debe el carácter dinámico del derecho mismo, ya que todo lo que comporta el quehacer humano está intrínsecamente ligado al derecho.
Un sector importante del mundo ha hecho fuerzas por restarle importancia a la lucha por la igualdad paritaria, debido a que en su mayoría exponen en sus argumentos que inclinan la balanza ostensiblemente a favor de las mujeres y es de cierta manera, un contrasentido a la lucha por la igualdad, ya que esa fuerza implicaría una forma de discriminación contra el género masculino.
Aunque retrógrado, este argumento habría que comenzar por decir para desmantelarlo, que la historia nos ha enseñado que las riendas del mundo desde sus orígenes han sido tomadas y guiadas por el hombre, con todas sus implicaciones; en lo social, lo político, lo cultural, etcétera; por lo cual el ejercicio de equilibrar esos desbalances históricos comienza por hacer un poco más de fuerza hacia un lado de esa balanza, hasta llegar a un nivel adecuado de igualdad, utilizando metafóricamente para ello la balanza de la justicia y de allí la necesidad del derecho y sus sistemas para la consecución de los resultados óptimos.
Los esfuerzos reales para esos equilibrios nacen del verdadero feminismo, ese que busca ordenadamente su lugar sin que en esa búsqueda se menoscaben otros derechos, entre ellos el del género masculino.
El verdadero feminismo es aquel que se construye sobre la base del reconocimiento del derecho de los demás y no sobre sus escombros y en ese ejercicio de construir un feminismo auténtico, debemos primeramente tomar consciencia quienes nos comprometemos con él, de que no somos ni vengadores ni mucho menos salvadores, simplemente somos luchadores que han escogido el camino del derecho y la justicia, para comenzar a posicionar los derechos del género femenino en el justo nivel que le corresponde, ni más arriba ni más abajo.
Las recompensas al final del día en el juego de los equilibrios del género, han de ser cobradas por hombres y mujeres, luego de un trabajo mancomunado que parte desde el reconocimiento del otro con sus aciertos y desaciertos y no de unos sobre los otros tratando de reemplazar hegemonías.
Como bien nos lo ha enseñado en su ardua trayectoria por estas reivindicaciones nuestro sensei Ricardo Aquino, quien regenta un bastión importante en esa titánica y desinteresada tarea con el Ateneo Ecológico del Orinoco “Simón Bolívar”, cuya labor invito a seguir a través de sus redes sociales.
He hecho toda esta larga introducción para comentar lo que considero ha sido un reflejo fidedigno de esos desequilibrios, que se producen en esta difícil tarea de posicionar los derechos de las mujeres dentro del radar de importancia de los derechos sociales.
El caso de la lamentable violación de la joven venezolana en el exilio en Argentina, ha desembocado las más diversas opiniones a nivel de la región, que van desde las más sorprendentes como la del abogado del agresor que buscaba torpemente justificar las acciones de su defendido, alegando para ello la presunta prostitución de la joven, como si las trabajadoras sexuales no estuvieren protegidas por la ley, haciendo uso de la peor de las herramientas de defensa como lo es la falacia ad hominem, hasta encontrarnos del otro extremo con las posturas de movimientos feministas radicales que exigen la castración del agresor.
Afortunadamente, luego del revuelo mundial y mediático que tuvo el acontecimiento, el sistema judicial argentino hizo los ajustes legales necesarios y se revertió en tiempo oportuno, el desaguisado judicial que en principio había generado la polémica decisión que paradójicamente emitiera una jueza.
Las redes sociales esta vez salieron a cumplir su rol protagónico y afortunadamente usaron su volatilidad de forma positiva, logrando inyectar el elemento publicitario al hecho y haciendo que ese juicio colectivo precipitara la decisión de enmienda justo a tiempo.
El error judicial como piedra en el zapato ha sido la constante en este tortuoso camino de la lucha por las reivindicaciones de género.
La ley por perfecta que pudiere ser su letra, no implica la perfección de su cumplimiento o ejecución, ya que si humana es la ecuación, imperfecto puede ser su resultado.
La sociedad obviamente juega un papel fundamental en este tipo de hechos, pues desde lo social es en la mayoría de las veces, desde donde nacen las postulaciones que finalmente decantan en normas de conducta plasmadas en leyes de obligatorio cumplimiento, por ello desde la sociedad deben continuarse haciendo fuerzas para que las leyes de género se cumplan al pie de la letra y coadyuvar con ello a minimizar el porcentaje de error que en ocasiones se producen en los órganos de control, como el sistema judicial en el caso que nos ocupa.
Hay una labor sencilla pero de inmensa amplitud que puede desempeñar la sociedad en esta tarea y no es otra distinta a la educación, entendida ésta como elemento insoslayable de la prevención.
Una sociedad libre de violaciones no resulta del encarcelamiento de todos los violadores; preferible es que se eduque a nuestros hijos a respetar y salvaguardar no sólo los derechos de las mujeres, sino también los derechos propios y los ajenos sin distingo de géneros, con ello si estaría asegurada una sociedad libre de violadores.
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