Opinión

Empatía política

La antipolítica es la herramienta de más uso en los últimos tiempos a nivel global.
lunes, 09 noviembre 2020

El reciente proceso electoral en los Estados Unidos ha dejado muchas cosas al descubierto, entre ellas lamentablemente la antipolítica, esa que podemos traducir como el alimento del que se nutre la sin razón.

La antipolítica es la herramienta de más uso en los últimos tiempos a nivel global. El descrédito del interlocutor, el demérito a sus credenciales y el ataque personal, se ha vuelto en la forma más común de hacer campaña electoral para cualquiera sea el cargo de elección popular.

Con el impacto comunicacional de las redes sociales, la antipolítica ha penetrado más profundamente en el pensamiento colectivo, se ha convertido en una práctica común y hasta aceptable para un determinado y cada vez más amplio sector de consumidores de noticias a través de estos medios, en el que las nefastas “Fake News” hacen su contribución a la antipolítica sin filtro que las detenga.

Si bien estos espectáculos “circenses” se les atribuía en buena parte a la clase política del infame “tercer mundo”, hoy hacen gala de ellos los encumbrados potentados del primer mundo y bien que han sabido obtener de ellos sus réditos.

Lo que más se lamenta es que en medio de todo ese torbellino mediático quedan los electores, o más bien los ciudadanos, contra quienes irá a parar todo ese lodo cuando en pleno ejercicio del cargo por el ganador, se percaten que en efecto no era el más preparado, sino el que más gritó o insultó.

Estados Unidos está actualmente en el ojo del huracán, en el centro de la noticia a nivel mundial, producto de las controversiales elecciones presidenciales que desde meses atrás, ya habían venido asomando que no serían una más de la historia electoral estadounidense.

Tras el canto de fraude de parte del presidente actual Donald Trump, parece ser que la contienda electoral pasará a ser dirimida por vía judicial y aunque no ha sido la única vez que esto sucede en el país del norte, seguramente el desenlace será igual de polémico como la más reciente, cuando el expresidente George Bush Jr, lograba el triunfo gracias a fallo judicial de la Corte Suprema de Justicia, dejando esta situación un trecho difícil de suplir con respecto a la legitimidad, elemento esencial para los cargos de elección popular independientemente de lo pragmático del sistema electoral norteamericano.

Si hacemos una retrospectiva de lo que fue la agresiva y violenta campaña en la que ambos candidatos se dijeron y se hicieron de todo, podremos ver sus consecuencias en este controversial desenlace: el nacionalismo, el globalismo, la xenofobia y la infamia no pueden ser nunca vientos que no traigan las más fuertes tempestades.

Habrá en los modelos políticos del mundo un aliciente para la muy enferma política del agresor, esa que encuentra en el ataque despiadado del otro el más poderoso instrumento de persuasión.

La sociedad mundial está ávida de soluciones factibles, esas que no encuentran haberes en la diatriba inútil de políticos que sólo buscan cargos para escalar posiciones y que enarbolan diariamente en todos los escenarios donde se muestran.

Dice el filósofo Fernando Savater que viviremos plenamente en una democracia cuando nuestros políticos entiendan que el otro no es su enemigo, sino su adversario político y que a éste hay que vencerlo con argumentos y hechos, no aniquilarlo hasta desaparecerlo.

Esta cita no la empleo en vano ya que me sirve como preámbulo para algo que escribió el propio Savater en su cuenta Twitter la semana pasada, en la que haciendo alusión de manera indirecta a la crispación política mundial, nos invita a retomar la “ética porque hace la vida humanamente aceptable y la estética porque la hace humanamente deseable”, dejándonos una ventana abierta a la reflexión a la par de que nos da una inmejorable lección, de lo que pueden ser las redes sociales bien usadas, con ética y estética.

Desde lo tecnológico, cultural, académico, industrial y hasta en lo jurídico, son muchos los legados que se les están dejando a las nuevas generaciones de ciudadanos, pero cuál será el legado o el modelo que heredarán los jóvenes políticos, o más allá del legado a estos es lo que también se les guarda a los ciudadanos, futuros electores, eternas víctimas de la antipolítica.

Espero que un tiempo cercano podamos redireccionar el timón hacia rumbos distintos de aquellos a donde nos conducen, que los discursos conlleven a acciones en pro de los ciudadanos, que enriquezcan el espíritu, como lo hacía Martín Luther King, discursos que no decanten en la violencia y que puedan ser declamados sin temor a que sean censurados por los medios independientemente de la tendencia que éstos protejan.

Ruego por tiempos de empatía política, en los que sus actores no persigan otra cosa más importante que hacer el bien.

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