El San Félix de ayer
San Félix, el del estado Bolívar, fue fundado en el año 1724. Poco tiempo después, esta población se vio continuamente asediada por piratas ingleses y neerlandeses, hasta su casi desaparición.
El hecho de haberse convertido en asentamiento de aquellos conquistadores españoles, lo hizo famoso, por el vínculo de estos con el muy cacareado Dorado.
Luego y por más de 200 años, este pueblo fue morada de unos pocos habitantes que vivían de la agricultura, la pesca, la caza y como puerto de río, también del comercio, debido a su enlace con pequeños caseríos y pueblos del interior del estado, entre los que se encuentra, Upata, fundada en 1762; Guasipati, fundada en 1757; El Callao, fundado a mediado del siglo XIX (1850); Tumeremo, fundado como “Misión de nuestra señora de Belén de Tumeremo, en 1788 y conocido también, como “Puerta de la Sabana”; El Dorado, en 1894 y Santa Elena de Uairén, mucho después, en el año 1923.
Durante ese largo y amodorrado período de tiempo, su historia solo se vio alterada por la victoriosa batalla de San Félix, el 11 de abril de 1817. Esta fue, esa gesta histórica que tuvo lugar en la mesa de Chirica, hoy parte del casco de esta ciudad.
Su posterior desarrollo y crecimiento económico, se dio en dos etapas: La primera se inicia en los años 1940/51, cuando la Bethlehem Steel Corparation, segunda productora de acero de los Estados Unidos, crea en Venezuela una subsidiaria, la Iron Mines de Venezuela, para la explotación del hierro.
Esta se instaló en el cerro El Floreros, zona que posteriormente se denominaría El Pao, en los años 40. Su actividad fue interrumpida por unos años, debido a la Segunda Guerra Mundial.
Reanudada la fase inicial de construcción para la explotación del hierro, esta se obliga a crear dos poblados adicionales: Palúa, como puerto fluvial de embarque para el mineral de hierro, a menos de 5 kilómetros de San Félix, río arriba, y Puerto de Hierro, en el estado Sucre, el cual serviría como puerto de transferencia, debido a la profundidad de sus aguas.
Palúa fue asentamientos para realizar actividades propias de un puerto, con patios, almacenes, talleres y equipos de transferencia y embarque de mineral de hierro; pero también se construyó para los trabajadores, un campamento con casas para los gerentes e ingenieros y otro, para los trabajadores.
También se edificó un comisariato, un pequeño hospital y un cuartel para la Guardia Nacional. Colindante con los predios de Palúa, se desarrolló un pequeño caserío, habitado igualmente, por trabajadores de la empresa y de contratistas, denominado, La Laja, donde igualmente moraban pescadores y alguno que otro pequeño comerciante.
A orillas de la “carretera negra” construida por la Iron Mines, que unía Palúa con San Félix, también se edificaron alguna que otra vivienda, como la del Capitán Atela o la de Antonio Caraballo, entre muchas otras y que dieron inicio a esa zona urbana, que luego tomaría el nombre de El Roble.
Ya para esa época, San Félix contaba con unas pocas calles. El pueblo tenía “limitado” su crecimiento, al norte, por el río Orinoco y al oeste, por la Laguna Las Delicias, por lo cual sus calles iban, inicialmente, desde esa Laguna, hasta la Plaza Bolivar; al este del pueblo y colindante con la plaza, se construyó la iglesia Católica que aún hoy, persiste.
Al frente de dicha iglesia, pero del otro lado de la plaza, se levantó la Jefatura Civil, máxima autoridad ejecutiva para la época, y la sede Policial; por el sur de la plaza, el Sr. Barbera, oriundo de Italia, estableció la primera buena heladería del pueblo, donde niños y adultos degustaron los mejores helados de la época.
Al final de dicha calle, la Cedeño, a escasos cien metros de la laguna Las Delicias, se fundó la primera Oficina de Correos, administrada en aquella época por el atento y siempre bien recordado Sr Mathinson y señora.
Debido a la incursión de esta importante empresa en la zona, San Félix, se convirtió por primera vez, en Pueblo-dormitorio, pues muchos de los trabajadores y de sus contratistas, decidieron mantener su morada en él.
Este primer auge dio lugar a la fundación de instituciones importantes para San Félix. Por ejemplo, Monseñor Juan José Bernal, de la Iglesia Católica, designó, en 1954, a Francisco José Zabaleta, párroco de San Félix.
Este representante de la iglesia fue una fuente de inspiración y pilar moral para esta región. Se convertiría, por su visión y bondad, en persona muy influyente para el futuro de Guayana. Fue amigo de todos.
Por ejemplo, lo fue de Francisco Herrera García y Alvin Sanhousen, padre del renombrado Dr. Raúl Dome, a pesar de ser estos, Francmasones y fundadores de la primera Logia en San Félix; también lo fue de Leopoldo Sucre Figarella, gobernador primero (1960), y presidente de la CVG, después.
Por su influencia, se creó la escuela de monjas, Nuestra Señora de Fátima, cuya primera directora fue la Hermana Oliva Cea, quien aún vive en Galicia, España.
Fueron los años en que el Sr. Mortimer Madrid, oriundo de Upata, ejercía la Jefatura Civil, en tiempos de Pérez Jiménez; por muchos años, fue famoso un establecimiento de los hermanos Cohen, que vendía todo tipo de productos: Comestibles, de tocador, ferreteros y hasta vendía armas.
En esa misma calle Orinoco, también estaba otro negocio de renombre: El de la Viuda Bello, como le llamaban, una señora honorable y muy apreciada por la comunidad.
Estos fueron los años en que, igualmente, se construyó el Colegio Antonio de Berríos, para la época, muy moderno y dirigido por el Prof. Silvestre Silva.
Allí prestaron servicio maestros muy apreciados, como la maestra Librada, Isaura Rivas y otros.
San Félix, por aquellos tiempos, fue hogar de destacadas personalidades como el Dr. Alcides Pereira, Solito Decan, Cheo Franchesqui, Julia Caraballo y su hija, Gladys Caraballo, y tantos otros que por obvias razones, escapan a mi posibilidad de nombrarlos.
El segundo impulso para el desarrollo de San Félix, ocurre durante los años 70, y particularmente, con la llegada a la CVG del Ing. Leopoldo Sucre Figarella.
Él ordena la construcción de numerosas avenidas, urbanizaciones, la zona industrial de San Félix y un largo etcétera.
La gran inversión del Estado en vialidad, industrias básicas y urbanismos, atrajo muchos migrantes nacionales y extranjeros a Guayana y a San Félix en particular.
Ello acrecentó súbitamente la población y las dimensiones físicas de esta ciudad, que por cierto, cambió su nombre el 2 de julio de 1961. Desde entonces, San Félix se integra a Santo Tomé de Guayana, nueva ciudad fundada por el entonces presidente, Don Rómulo Betancourt.
Desde entonces y a pesar de disponer de cuantiosos recursos económicos, los avatares políticos, en esta nueva urbe, imprimieron muchos cambios, adecuados unos y muy erráticos otros, todos bajo un paraguas de pésima gerencia pública.
Esta es la razón por la cual, aún hoy, carecemos de un adecuado servicio de seguridad pública, de salud, de servicios de recolección de basura, insuficiencias en el sistema eléctrico y de distribución de aguas blancas.
¿Podrá ser recuperada nuestra ciudad? Sólo cuando volvamos a la democracia.
CE.mgarciat84@gmail.com.
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