¿El poder para qué?
El poder político, la mayor ventaja a que puede aspirar el ser humano después de la vida, la salud, y la libertad, requiere de condiciones concretas para aspirarlo y poseerlo, dentro de los sistemas democráticos, donde se establecen reglas claras de convivencia y desempeño frente al adversario.
El ejercicio del poder es circunstancial y efímero, mantenerlo es sumamente difícil y obliga a trabajar profundamente para satisfacer las aspiraciones de los pueblos, que van más allá de las posibilidades reales, pero el talento y la habilidad política permite sortear cada uno y todos los obstáculos para convencer a los ciudadanos que se trabaja para solucionar lo que le causa problemas.
En Venezuela tuvimos la desgracia de recibir inmensas cantidades de dinero que no era producto del esfuerzo, el trabajo y la disciplina, sino consecuencia del aumento del precio exagerado, de un recuerdo que abunda en nuestro subsuelo y que solo requiere extraerlo y venderlo.
Este volumen de recursos no se utilizó para desarrollar a nuestra nación, esto fue la desgracia, sino para encumbrar a quienes detentaban el poder y allí comenzó la hecatombe. Miles y miles de aprovechadores, expertos en lisonjear a quienes poseen grandes fortunas obtenidas circunstancialmente y disfrutarlas manipulando la mente ilusa de quienes las detentan.
Muchos ingenuos creen que existe algo mágico en algunos gobernantes y son capaces de imitar a Jesucristo con la multiplicación de los peces y los panes, sin analizar de donde provienen esos bienes y servicios abundantes que nos llegan de la nada y para adquirirlos no requiere ningún sacrificio. Esta especie de milagro, se da en muy pocos países y entre ellos Venezuela. Aquí aprendimos a vivir con muchas facilidades, los que nos llevó a no ser ahorradores, sino a gastar lo que nos ingresaba. Esto permitió el enriquecimiento fácil de quienes poseían la compresión de la vida real del desarrollo humano y sobre todo de quienes provenían de otros países donde el hambre y la miseria se establecían. Ahora, frente a las dificultades actuales, carecemos de respuestas internas para enfrentar la escasez de bienes y productos esenciales y no sabemos qué hacer.
El aparato productivo de nuestra patria fue destruido de propósito para dominarnos y lo habían logrado, miles y miles de vividores sumaban su apoyo a quienes gobernaban, sin importarles nada el futuro, creían que eso era eterno, para siempre.
¡No volverán! La considero la frase más perversa e inmoral de la política, es asumir el poder solo como un privilegio y no como una responsabilidad de velar por que la patria se convierta en una potencia industrial y agropecuaria, que no requiera traer nada de ninguna otra parte, que no sea lo que no podemos producir por razones naturales y hasta tecnológicas. Incluso recuerdo lo peor que he podido escuchar de uno de los personajes más prominentes del grupo gobernante, donde exponía públicamente lo que se debería hacer para salir adelante, cuando comenzaban a verse las dificultades, pero que si lo hacían podían perder las elecciones. Quienes escuchaban aplaudían y disfrutaban de la “ingeniosa” aseveración. A veces creo que algunos pudieran dudar que lo que afirmo es cierto. Es realmente insólito y asombroso que algo así se pudiera hacer público y que fuese recibido como una muestra de genialidad. Estábamos sumergidos en la banalidad y la irresponsabilidad y eso trajo terribles consecuencias y es donde nos encontramos en estos momentos.
Se aproximaba el final del período presidencial y debían realizarse elecciones para ratificar o cambiar al presidente. Los del gobierno saben que van a perder si se realizan unas elecciones normales y anulan a los principales partidos de la oposición, dejando algunos activados pero con poca capacidad de combate, con la población opositora disgustada y negada a avalar el proceso electoral. Saben que no pueden permitir que se desarrolle una nueva oposición unida y deciden adelantar la fecha de las elecciones. La mayoría comienza a desacreditar al contendor del presidente y se niega a votar.
Yo sabía que se les podía ganar y luche hasta el infinito para que votaran, pero fue imposible. El día de las elecciones salí a votar y me acerqué a varios centros electorales, muy poca gente y por primera vez no voté. Me dolió, pero me sumaba a la lucha, la mayoría cuestionaba el proceso y la mayoría es quien decide en una democracia.
Ahora nos encontramos en el dilema más más grande de todos los tiempos en Venezuela, resolver el conflicto, por las buenas o por las malas, sin otras opciones. ¡Buena suerte! @dabega26
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