Opinión

El país más feliz del mundo

El país, cual ganador de una lotería, en un ambiente de abundancia, emprendió una gran fiesta de derroche inolvidable.
sábado, 01 agosto 2020

No es usual que un “triunfo” que significó alegría y orgullo para muchos en nuestra historia reciente, recordarlo implique revivir una cadena de sueños rotos. Los venezolanos fuimos campeones y saboreamos el néctar de ser reconocidos como el país más feliz del mundo, titulo otorgado por la organización Guinness World Records.

Sí, estampado a full color en el interior de sus páginas, exactamente en la 71, el libro Guinness titula: “…para el año 2008 Venezuela tiene el récord como país con la población más feliz del mundo”.

Traer a la memoria ese acontecimiento hace 12 años, es propicio, aunque no es la intención que martirice algunos lectores e inevitable que otros expresen disgusto consigo mismo, con otros o conmigo.

Precisamente lo aclaro, por cuanto el escenario de ese concepto tuvo un cambio radical; lo cierto es que no conservamos aquel titulo, lo perdimos y la realidad no puede ser más dramática.

El ranking de felicidad de la Organización de las Naciones Unidas para el año 2019, situó a Venezuela como uno de los países más infelices del mundo, tristemente ocupó el puesto 108, dentro de los últimos.

Por más que busque por cualquier medio físico o electrónico en los últimos 20 años algún evento catastrófico de la naturaleza responsable de ello, llámese terremotos, inundaciones, tsunamis, huracanes o tragedia similar, no lo encontrará.

El país, cual ganador de una lotería, en un ambiente de abundancia, emprendió una gran fiesta de derroche inolvidable, literalmente como decimos aquí “tiró la casa por la ventana”, y fue tal el festín, que no tenía fecha de caducidad.

Saciaron deseos, pasiones y ambiciones; ahogados de sensaciones de alegría, risas, diversión, regalos, prebendas, adulación e informalidad, todo bajo el manto hipnótico de la superficialidad de los anti-valores, hasta inocularse la falsa creencia y percepción que habían conseguido la felicidad; así ganamos nuestro récord Guinness.

Hoy primero de Agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría; sin duda que a puro pulmón algunos gritaran Happiness World Day; lamento que en esta geografía no sean muchos.

Qué difícil me resulta hacerme la idea como sonará el eco de esa frase, desde el agujero dickensiano donde nos encontramos; pero todo es posible por cuanto la pobreza tiene muchos rostros, no solo de mujer.

Para algunos, la felicidad es simplemente una emoción que puede expresarse y cuantificarse comparativamente, tomando en cuenta varios factores como la esperanza de vida al nacer; que tan democrática es dicha nación; el producto interno bruto per cápita y otras variables como soporte social; libertad para decisiones; percepción de corrupción en el país; y ciertos aspectos positivos y sensaciones negativas como miedo, tristeza e inseguridad.

Lo trágico de buscar un índice de felicidad, independiente de los factores y variables que se apliquen, ella por si sola es algo muy personal, lo que no excluye que esté determinada además de las experiencias de vida, por el entorno social en el cual se desenvuelven sus ciudadanos.

El entorno social que se vive en Venezuela de acuerdo al reporte mundial de felicidad avalado por la ONU-2019, es el resultado de un profundo estrés económico, político y social, que genera sensaciones prolongadas de tristeza, odio, depresión y frustración, que se convierten en obstáculos en todos los ámbitos.

Resulta aventurado afirmar, si es cierto el famoso dicho de “el dinero no da la felicidad”, pero no faltará quien piense que la felicidad aparece con el dinero; más el sueño latinoamericano, no puede ser el sueño de la riqueza instantánea, ganada en un abrir y cerrar de ojos, por la audacia y la buena suerte.

La felicidad de un país hay que ganarla en igualdad de oportunidades a fuerza de talentos, trabajo y perseverancia de sus ciudadanos; donde la posición política, la riqueza y la posesión de bienes no confiera el menor derecho a su tenedor, por encima de lo que tiene el ciudadano común o más pobre.

Es indudable que la felicidad tiene impacto sobre nuestra salud y viceversa, el beneficio es reciproco; las personas felices muestran mejores niveles de salud; mejor actividad inmunológica, neuroendocrina, inflamatoria y cardiovascular; efecto paralelo que logramos con la buena salud.

En palabras del Dalái lama “el propósito de la vida, es la felicidad”, y si la buscamos, con esfuerzo, inteligencia, confianza y capacidad para reflexionar, unidos iremos camino a su encuentro.

Dra. Fanny Quevedo
Médico Ocupacional
Especialista en Gerencia en Salud.
qcfanny@hotmail.com

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