Opinión

El Discurso de Angostura y la corrupción

Con gran euforia, Bolívar da comienzo a su discurso expresando su honra y gozo por la instalación y el inicio de las sesiones.
lunes, 14 febrero 2022

“…dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”. Simón Bolívar

Este 15 de febrero conmemoramos el 203 aniversario del Discurso al Congreso de Angostura de 1819 por Simón Bolívar, jefe supremo y Libertador; afianzado en el mando del ejército con los combates militares victoriosos, en el terreno político e ideológico con el arma de la opinión pública a través del Correo del Orinoco desde el 27 de junio de 1818 y acompañado de las mejores inteligencias independentistas desde la liberada provincia de Guayana a partir del año 1817, convertida en la sede material e intelectual de los republicanos y capital de Venezuela hasta la liberación de Caracas a mediados de 1821.

Con el supremo mando político y militar, Bolívar se dio a la tarea de construir una República sólida y respetable, no sólo por la fuerza de las armas sino con la base constitucional que la sustentara en la lealtad virtuosa de sus ciudadanos, con “un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”.

El Discurso de Angostura es una pieza política donde se expresa de manera brillante el ideario de Bolívar; allí expone en párrafos que asombran por su alcance visionario con luminosas sentencias esclarecedoras, pensamientos políticos de gran profundidad en el orden moral, democrático y republicano. Su defensa de la integración racial de nuestra sociedad y el compromiso con la libertad para todos los seres humanos con la determinación de la abolición de la esclavitud al expresar sobre los Estatutos y Decretos dictados por él “…yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”.

También sobre los caminos para construir una sociedad y gobierno libre que contribuya a la “educación popular” como “cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”; ya antes había declarado “…un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
Sobre las formas de gobierno fue enfático: “El sistema de gobierno más perfecto es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”; y de seguidas, sentencia: “Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública”

Con gran euforia, Bolívar da comienzo a su discurso expresando su honra y gozo por la instalación y el inicio de las sesiones. “¡ Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta !. Yo pues me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación”.

En cada ocasión de conmemoración del evento, suele repetirse este párrafo por voceros que no alcanzan la conciencia de la grandeza del pensamiento bolivariano y sobre todo la coherencia entre el decir y el hacer con la que Bolívar dio muestra permanente en la conducción del ejercicio de su investidura como supremo jefe en las armas y en la magistratura. La historia de nuestra patria está dolorosamente plagada de esa constante incoherencia que es la base del andamiaje de la corrupción; la cual, viniendo desde los tiempos coloniales, tiene amplio desarrollo autóctono y extendida multiplicación en la sociedad y el gobierno de la República.

Desde el propio Colón, quien salió merecidamente encadenado, a lo largo de la invasión española, los “juicios de residencia” dejaron historias sobre “las cuentas del gran capitán y la camisa de once varas”. Esa herencia la tomaron Páez, Guzmán Blanco y otros del liberalismo -bajo las banderas azul, amarillo, blanco y nuevos colores en los nuevos liberalismos-, con buena parte de los mandatarios y allegados en los diferentes niveles de gobierno y poder durante estos doscientos años de República. Desde la era petrolera, que ya alcanza un largo siglo, la corrupción se ha extendido -de manera cada día más notable-, al cuerpo social de la Nación.

Así se fue desarrollando un modo de pensar con visión patrimonialista del poder, como ocasión para acumular caudales y hacer desmanes de arbitrariedad; para desatar ambiciones de riquezas y dominio, así como satisfacer concupiscencias de diversa índole junto a patologías narcisistas. Esa conducta que se manifiesta en el continuo “yo ordeno”, “yo mando”, por tanto “me hacen” esto o aquello, “me” lo buscan, “me” lo traen, en un largo etcétera de “yoes” y de “mees”.

Conducta que ignora, niega, rechaza todo lo hecho antes del “Yo gobierno” con la expresión “antes de mí no existe la historia”; para luego desentenderse de los resultados de la gestión al expresar “el que venga atrás que arree”, la cual es similar a lo dicho por aquel rey de Francia “…después de mí, el diluvio”. Así se suceden ejercicios de gestión y administración, sin continuidad, sin planes -aunque se hable de su existencia-, en una continua gerencia por ocurrencia (hoy “se me ocurre” esto y mañana lo otro). Es un continuo despilfarro de recursos, oportunidades y esperanzas, con el consecuente empobrecimiento de la comunidad nacional, donde se van “chatarreando” bienes, vidas y conciencias.

La corrupción no es solamente el robo del patrimonio material, sino sobre todo de las oportunidades para la buena educación popular, del sentido de futuro, de la seguridad social en el respeto a las personas y sus derechos, de manera muy especial a la vida, a la libertad y la esperanza por una vida mejor en el trabajo honrado y la buena convivencia.

Sus derivaciones han afectado la vida, la seguridad, el patrimonio y la prosperidad de la nación venezolana y el imaginario de su pueblo. La corrupción como práctica de gestión y conducta, con su continuidad y expansión en la vida republicana, ha ido resintiendo el alma del país, esa “…base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia…: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública”.

En las prácticas eleccionarias y de gestión pública, mandatarios candidatos y votantes, con frecuencia adoptan mecanismos para dar triunfos sostenidos sobre técnicas de manejo emocional desviados de la ética y que corrompen el propósito de construcción republicano en nuestro Espacio- Tiempo- Cultural. Cuando las conductas contra el interés general se van extendiendo tienden a verse como “normales” y terminan moldeando la moral social, por establecer “modos de hacer” tolerados, aceptados y hasta “celebrados”; progresivamente se llega a situaciones ostentosas y escandalosas, como de película ya vista, por ejemplo, aquellas de “La Dolce Vita”; también mucho más grave, en relación a otras prácticas como la crueldad, la violencia y la indolencia ante el dolor, el atropello y la injusticia.

En diversos momentos de nuestra historia política la necesidad de la lucha contra la corrupción ha formado parte del discurso político de gobernantes y de los aspirantes a suplirles. También ha servido de inspiración para la crítica social de escritores y humoristas así como a la fundamentación para rebeliones civiles y militares. A ello hay que agregar el componente internacional, donde la apetencia del dominio por algunas potencias y corporaciones, interviene con novedosas modalidades, que contribuyen a hacer más compleja y extendida la trama de los actores políticos y sociales internos y externos con la corrupción. Cuando esas conductas hacen fricción con el contenido que fundamenta la República, pueden dar lugar a corto-circuitos sociales, como lo muestra nuestra propia historia y también la de otros pueblos.

La realidad de la corrupción tiene muchas aristas y es de tanta significación -no sólo en el pasado sino también en la hora presente de Venezuela-, que habremos de volver sobre ella en nuevas oportunidades. Las amenazas que representan su existencia y extensión son crecientes y con graves consecuencias para la vida y el sentido de futuro de ésta y de las nuevas generaciones.

Bolívar concluye su elocuente Discurso al Congreso de Angostura expresando: “…dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad. Señores empezad vuestras funciones: yo he terminado las mías”

Casatalaya Guayana, 13 febrero 2022

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