Opinión

El dios dinero

La fe que piensa.
jueves, 19 septiembre 2019

Todavía hoy día no termino de comprender, por ejemplo, cómo un celular pueda tener más valor para alguien, que sea capaz de quitarle la vida a otro semejante solo por obtener el bendito aparato; o haya gente capaz de sacrificarse pues su única aspiración es poseer el último modelo existente en el mercado de telefonía celular.

Vivimos días aciagos, llenos de contradicciones y pecados que no son ajenos al Creador, porque se cometen a plena luz del día y con el mayor descaro que no tengo claro qué pueda herir más, si el agravio cometido o el sarcasmo del agresor. Sufrimos en carne propia el hecho de que unos cuantos se llenen los bolsillos con nuestras necesidades. Este círculo vicioso da la impresión de que no se romperá en un corto plazo, y que a los venezolanos nos toca experimentar situaciones dolorosas inimaginables, que no nos merecemos bajo ningún aspecto.

El domingo próximo leeremos el evangelio de san Lucas y la parábola del administrador “astuto”: es inteligente, pero para robar e intentar evadir la justicia.
Una persona adinerada tiene un administrador que lo está embaucando. Este rico encara al corrupto, y le pide entregue cuentas, de modo que éstas disipen los rumores; al verse descubierto, el administrador llama a los deudores de su patrón, y con su ayuda, forja los libros de manera que los números jueguen a favor. No obstante haber actuado así, el hombre rico se entera de las triquiñuelas del administrador, pero igual alaba su “viveza”.

La lección de Jesús a sus discípulos es doble. Primero, los hijos de la luz debemos ser tan “inteligentes” como los hijos de la oscuridad. A diferencia de ellos, colocamos nuestras cualidades al servicio del Bien y no para provecho propio.

En segundo lugar, el Señor establece un principio válido para todos los tiempos: no podemos servir a dos señores. No podemos dividir nuestro corazón, y consiguientemente nuestro modo de ser y de actuar.

Al lado de tanta desidia y necesidad, capea el exhibicionismo grosero de patrimonios mal habidos, y que a medida que pasa el tiempo, nos enteramos de semejantes situaciones pecaminosas. Existen venezolanos que se han enriquecido expeditamente. La materia prima que les ha permitido engordar sus cuentas bancarias son nuestras necesidades vitales y nuestros pocos haberes. Y pareciera que son insensibles a nuestros dolores, así como da la impresión de que el brazo de la justicia no los alcanzará jamás. Pareciera asimismo que son insaciables, pues su ambición no tiene coto.

Esta gente ha hecho del dinero su dios. Y como solía suceder en tiempos pasados, el dios dinero es un ídolo que exige a sus seguidores sangre inocente para poder sobrevivir.
Lo del Señor Jesús es contundente. Hay que valerse de la luz de la razón, puesta a la orden del bien común, que es la máxima expresión del amor evangélico. Hay que ser claros en nuestras opciones: lo material ocupa un lugar específico en nuestras vidas, y no es ciertamente por encima de la vida humana ni de Dios.

 

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