Opinión

El cabo Colmenárez de la Guardia Nacional

Le pregunté al efectivo la razón de pegarle a quienes pasaban por el comando y me respondió que decían groserías y la Guardia Nacional se respetaba.
martes, 20 octubre 2020

Hace pocos días vi un video donde un miembro de la maravillosa Guardia Nacional, quemaba un documento que le entregaron para que lo llevara al ministro de educación.

Eso me asombró y es probable que haya sido castigado, no se puede manchar una institución de esa manera y destruir el prestigio y el respeto logrado desde su fundación.

De inmediato recordé a un personaje fuera de serie, el cabo segundo Colmenárez, no recuerdo su nombre completo, aunque fue uno de mis más grandes amigos personales y mi compadre, soy padrino de su hija. Murió hace bastante tiempo.

Cuando lo conocí era el jefe del comando de la Guardia Nacional de mi pueblo Guanarito, en esos tiempos una especie de paraíso terrenal a pesar que para llegar a Guanare, la capital del estado Portuguesa, durábamos hasta catorce días en el invierno, en carretas de mulas y bueyes.

Mi casa tenía dos partes, una donde mi madre tenía una venta de comida y la otra un gran negocio de víveres y de licores que era una casona colonial.

Conocí al cabo Colmenárez en unas vacaciones, papá me había sacado de Guanarito al terminar el tercer grado y me internó en Guanare, luego me internó en el colegio Don Bosco de Valencia y allí me gradué de bachiller.

Comencé una gran amistad con este personaje tan amable y respetuoso que parecíamos hermanos. Cuando salía de vacaciones era el primero que montaba la fiesta en el comando y allí durábamos por lo menos dos días celebrando el 4 de agosto cuando festejaban el aniversario de la Guardia Nacional.

Recuerdo que uno de los guardias le daba unos planazos a los borrachos que pasaban por el frente del comando y Colmenárez le prohibió eso.

Le pregunté al efectivo la razón de pegarle a quienes pasaban por el comando y me respondió que decían groserías y la Guardia Nacional se respetaba. Era impresionante el respeto que tenían por la institución. Un guardia nacional era una autoridad suprema, su palabra era la ley y nadie criticaba.

Los guardias nacionales pasaban años en ese extraordinario pueblito y formaban a sus familias, llegaban cuando eran unos muchachos y allí se quedaban.

Pasan los años y al cabo Colmenárez lo trasladan a otra parte y desapareció de mi vista hasta un día que fui a la plaza Bolívar de Guanare y escucho que me llaman. Era Colmenárez, cabo primero y jefe del comando de la Guardia Nacional en la cárcel pública que quedaba frente a la plaza.

Después de un gran abrazo me invita a entrar para que viera a un prisionero que fue jefe de la policía en Guanarito. Desde un balcón me mostró al asesino junto a muchos otros que se encontraban en el patio.

Pasé unos días en Guanare y luego volvió a desaparecer. Recuerdo que realizaba unos trabajos de electrificación de mi compañía en un pueblo del estado Yaracuy, yo vivía en Barquisimeto.

Me llama por teléfono el caporal y me dice que detuvieron a unos linieros por estar cortando ramas sin permiso del ministerio y que debía presentarme al comando de la Guardia Nacional en Yaritagua.

Llego y resulta que el comandante era mi compadre, sargento segundo de la institución militar. La alegría absoluta, ni siquiera había anunciado a que iba por esos lados y me pregunta. De inmediato da la orden de soltar a los linieros y ese otro día envió a una patrulla para que vigile la poda.

Pasa el tiempo y llega a mi oficina y me solicita un dinero prestado, de inmediato se lo entrego y se va. Me sentí contento por ayudarlo. Al poco tiempo reaparece y me trata de entregar lo que le presté y yo lo rechazo, pero él no aceptó eso, dejó el dinero y se fue.

No volvió más y al tiempo me gano una licitación para construir la línea eléctrica que iba desde cerca de San Felipe hasta Palma Sola en el estado Carabobo. Un domingo me dirijo a revisar el trabajo y de regreso ingreso a un parque recreacional donde asistían miles de personas debido a los grandes causes de agua donde se bañaban y había servicios de todo.

De pronto veo a mi compadre caminando y lo grito, la alegría total, era sargento primero, pasé casi todo el día allí, la siguiente semana y otras más me iba con la familia para reunirme con él y disfrutar del sitio. Después me vine a Guayana y no lo volví a ver nunca más.

Ojalá los miembros de la Guardia Nacional se comportaran siempre como ese extraordinario personaje y jamás se atrevan a humillar a nadie como lo hicieron con quienes les entregaron, con mucho respeto, un documento que no ofendía a nadie en lo absoluto.

¡Buena suerte!

@dabega26

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