Opinión

El Arte de Ser Familia: La violencia un mal normalizado

A esto podemos sumarle que no es solo una red que involucra a la víctima o al victimario, sino que también incide en el entorno relacional de cada uno de ellos.
jueves, 02 diciembre 2021

Uno de los flagelos que ha llegado a normalizarse dentro del patrón de convivencia no solo social, sino también familiar y conyugal, es la Violencia.

Hoy en día se ha hecho tan común ser violento que incluso se llega a responsabilizar al otro por la reacción del violento, todo esto aun a sabiendas que sea cual sea su manifestación o razón de ser y el contexto donde se genera la violencia no es justificable.

Es necesario más que socialmente, en lo personal convencernos que la violencia acarrea una serie de consecuencias de alto costo que afectan no solo físicamente sino además intelectual, emocional, psicológicamente entre otras.

A esto podemos sumarle que no es solo una red que involucra a la víctima o al victimario, sino que también incide en el entorno relacional de cada uno de ellos.

Por ello al hablar de violencia existe casi la obligación del mirar al interior de la familia, aquella cuyo patrón vincular se mantiene en un esquema de violencia y que de alguna manera ofrece un modelo de, así se es familia.

La violencia en la familia se teje desde la matriz conyugal y se refiere al maltrato que ocurre entre los integrantes de la pareja.

Aunque por definición la violencia conyugal implica que los que viven el problema de violencia, son los integrantes de la pareja, es necesario resaltar que este tipo de maltrato sea cual fuere la forma afecta a todos los que habitan en el hogar, ya que todos son espectadores en primera fila de las escenas de violencia en la pareja y como tal, son igualmente maltratados.

Estos sufren daños psicológicos por vivir en constante estado de tensión y bajo esquemas de miedo e impotencia a la espera del nuevo episodio de violencia, normalizándose este como un estilo de convivencia, por supuesto nada saludable.

Por el contrario, provoca una sensación de inseguridad tremenda en los integrantes de la pareja y en la familia en general.

Cada día somos testigos de las infinitas muestras de violencia en todas sus formas y aun se sigue justificando que una u otra es válida porque tal o cual dio una razón para ello; anulando toda posibilidad de aprender y crecer emprendiendo nuevos modelos comunicativos, entendiendo y negociando las diferencias, respetándose mutuamente, asumiendo la corresponsabilidad de ser y estar en el mismo contexto, de ser más asertivos e inteligentes emocionalmente, entre otras.

Sin duda alguna, la pandemia nos ha mostrado lo primitivos que aun somos en la coexistencia y convivencia, lo primitivos que somos a nivel emocional, porque para demostrar cuanto valgo, cuanto poder tengo, etc ser violento es una opción y, por ello justificamos que ser violento a veces es necesario, esto n es normalizar la violencia, y no nos hacemos responsable de ello.

Un entorno entramado de violencia repercute en el resto de la familia, causa desequilibrio, incide en el desarrollo emocional y psicológico, en el desarrollo de habilidades sociales, etc.

Bajo este contexto se reacciona o se retrae, ataco o me dejo violentar, son patrones de modelaje, donde la familia muchas veces es el principal protagonista.

Quien crece en una familia violenta presentan dificultades para relacionarse, llegar a desarrollar problemas de conducta, resuelven sus problemas con agresividad y fuerza, aprenden que esta es una vía para lograr que los demás hagan lo que ellos quieren.

O el otro extremo, aprenden desde el temor y aceptan las agresiones de los otros como una forma de sobrevivir a los conflictos y convivir, llegando a convertirse en seres deprimidos, solitarios, reactivos y distraídos.

Somo parte de un todo, de una parte, que cada uno debe asumir con responsabilidad, para lograr un todo con un desarrollo saludable, heredemos a los hijos entornos seguros, de protección, de tolerancia, de apoyo, de ayuda, normalicemos el respeto, la valoración por el otro. Normalicemos el AMOR como una manifestación humana primitiva y evolutiva.

Lcda. Irma Vecchionacce
Psicóloga
Terapeuta Sistémico familiar
Coach Profesional
Especialista PNL
@irma.vecchionacce

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