Opinión

Educar desde la pedagogía del amor

El arte de ser familia.
jueves, 24 octubre 2019

Como madre he vivido grandes experiencias que me han llevado a la reflexión profunda. Una de las más recientes tiene que ver con la educación de mis hijos, sus experiencias en el colegio, sus relaciones con las maestras y profesores; y veo cuanto ha cambiado la educación. Escucho sus propios análisis de su experiencia escolar y me pregunto ¿Saben los docentes hoy en día los que están sembrando en sus alumnos? ¿Están claros de cómo serán recordados? Sea que se hayan formado o no como educadores, es perentorio y vital hacer conciencia de la grandísima responsabilidad que está en el educar, en ser modeladores y escultores de seres humanos donde no solo pincelan con la academia, sino también con su conexión humana, pues ellos también con su comportamiento, con su palabras, con su trato y referencias abonan a la evolución integral de nuestros hijos. Y he llegado a la conclusión que un maestro puede construir o destruir la personalidad, la valía, el autoconcepto y la autoimagen de esos pequeños que les confiamos por tantas horas en el día y en el año.

Repasaba los modelos internos que poseo, parte de mis vivencias como estudiante y llegue a la conclusión que mis maestros me enseñaron a amar. Siendo estudiante viví situaciones en mi núcleo familiar que sin negarlas influían en mi área académica y encontré maestros que me llenaron de amor y potenciaron en mí el “Todo está Bien” “Tú puedes”. Esto trae a mi memoria una anécdota que deseo compartirte: “cuando estudiaba tercer grado mis padres se separaron, estaba muy triste y recuerdo que mi maestra llamada Nilsa me acurrucaba en sus brazos, me hacía sentir segura. Amé mucho a mi maestra tanto que llegue a imitar su letra para recordarla, me parecía que todo lo que ella hacia era maravilloso. Muchos años después esperaba el nacimiento de mi segundo hijo, mi esposo trabajaba en un colegio y sus compañeras se reúnen y entre todas preparan un regalo para nuestro bebé, recuerdo era una gran cigüeña de anime hermosamente decorada, que venía acompañada igualmente por una hermosa tarjeta firmada por todos sus compañeros; al leerla me sorprende ver una de las firmas, dije “esta es la letra de mi maestra de tercer grado” y justamente firmaba Nilsa; le comenté a mi esposo, él se ríe y me dice, tú estás loca como va a ser ella; fui busque un álbum de fotos donde yo salía con ella y se la mostré, quedo perplejo y me dijo, tu eres una bárbara…. Jajaja me dije la bárbara fue mi maestra que fue tan especial que abonó en mi cuenta del banco emocional con intereses. Luego de eso nos reencontramos y pude hacerle saber lo valiosa que había sido para mí y aún sigue siéndolo.

Al repasar esa experiencia hago consciente cuanto hace falta que hoy en día se rescate la esencia de Educar enseñando a amar, amando y valorando a ese chico o chica que esta ante ti, sin juzgarle, criticarle, sancionarle; porque hacerlo consciente es volver a sembrar para cosechar una mejor sociedad centrada en valores donde el amor sea la columna vertebral, el amor por sí y por los demás para hacernos empáticos y resilientes.

El amor debe ser el principio pedagógico en esencia, de que sirve tanta preparación académica si se carece de este principio. Vale más ser afectivo que efectivo, genera más conexión. Educar desde el amor es ayudar, es brindar apoyo, ánimo, acompañamiento, amistad, alianza; sentimientos que documentan para avanzar. Un maestro cuando educa desde la pedagogía del amor acepta a su alumno tal cual es, no lo enjuicia ni condena su historia, por el contrario se abre a comprenderle, a superarse, en especial, a los más carentes y necesitados. Educar en una atmósfera de atención y amor brinda seguridad y confianza, desde allí florece la sensibilidad, el respeto mutuo y la motivación ingredientes esenciales para un aprendizaje autónomo y comprometido. Los maestros urge que comprendan que es muy difícil crear un clima propicio para el aprendizaje si no se ofrecen relaciones cordiales y afectuosas entre ellos y sus alumnos, si uno rechaza o no acepta al otro. Comprender que no todos sus alumnos son iguales.

La pedagogía del amor no es consentir al alumno, permitir que haga lo que quiera, no es sobreprotegerle, ceder o ignorar lo que es inadecuado. No!! Es enfocarse más que en las debilidades y carencias del alumno, en sus talentos y potencialidades, es impulsarle a ser mejor, es pulir sus alas, buscando su Bien-Ser y no solo su Bien-Estar. Su hacer con la Educar desde la pedagogía del amor requiere ser paciente y tolerante, respetar los ritmos de cada alumno y su modo de aprender, es estar presto siempre a brindar una oportunidad de logro. La paciencia se alimenta de la esperanza, creer y tener fe en que ese alumno tendrá la posibilidad de superarse. Ah!! pero para ser paciente, para educar con ternura y sensibilidad lo primero es tener el corazón, en paz. Y así poder lograr alimentar su autoestima, sanar las heridas y superar los complejos de inferioridad. Quien no educa desde la pedagogía del amor tiene un laborioso camino que recorrer para llegar a encontrarse a sí mismo y encontrar el amor, sanar sus propias heridas y frustraciones y solo así podrá amar la profesión que ejerce, su materia y a sus alumnos.

Gracias, gracias, gracias, a todos aquellos maestros que a mis hijos le han brindado pedagogía de amor y los que no Gracias, gracias, gracias, porque con ello reforzaron lo que era mi presencia y esencia como madre. @irmavcoach

 

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