Opinión

Edgar Morín: 100 años de un socionauta planetario

Su pasión de pensador-creador se expande en la poesía de la existencia; al través de sus obras se muestra siempre el mismo y siempre distinto, descartando toda doctrina.
lunes, 12 julio 2021

“Se hace camino al andar” Antonio Machado

El 8 de julio del 2021, celebramos cien años del camino vital de Edgar Morín, quien ha cumplido su trayecto existencial con pasión humana y compromiso libertario para navegar en la aventura de la vida humana sobre la tierra. Sus reflexiones y trabajos impulsando el desarrollo en la propuesta del pensamiento complejo, han evidenciado núcleos profundos desde los cuales se abren, no solamente nuevas respuestas, sino sobre todo nuevos interrogantes y nuevas perspectivas.

En estos tiempos cuando el vendaval de las crisis de civilización, nos afecta intensamente como personas, como sociedad y como especie humana, se hace necesario reafirmar esa aseveración y búsquedas, porque las verdaderas revoluciones no se hacen multiplicando las respuestas sino cambiando radicalmente los planteamientos. “Lejos de una mirada neutral y distanciada, su obra es siempre el testimonio de una experiencia vivida, apasionada y comprometida”.

En anteriores artículos publicados he hecho referencias a este pensador, con formación y visión multidisciplinaria y más allá, quien ha abordado la vida y el hacer investigativo con mirada amplia, que rompe los encierros y casillas de las fronteras que imponen las disciplinas científicas para aprovechar la fundición de esas limitaciones y aventurarse en la dialéctica por la que la vida, los procesos, las propuestas activadoras, se reorganizan permanentemente a partir de su propia desintegración. Edgar Morín nos invita a reflexionar y trabajar en el acercamiento a la observación desde la convicción de que toda idea convoca a la idea contraria.

El orden cerrado de las disciplinas pretende constreñir el pensamiento y la vida, en un falso camino para abordar las crisis en las cuales estamos inmersos porque mantiene los opuestos separados, fragmentados; desde esa perspectiva analítica y de causalidad lineal, cuando aparecen contradicciones se las presenta como errores. Para la dimensión del pensamiento complejo lo que aquellos perciben como error, se presenta como el hallazgo de una capa profunda de la realidad, la que no puede ser sometida a una lógica binaria sin caer en simplismos reduccionistas.

No se trata de corregir errores del racionalismo, sino de superar un pensamiento mutilado, reduccionista, unidimensional que ha conformado el paradigma disyuntivo de occidente, con la separación entre materialismo y espiritualismo. En lugar de mantener a los opuestos separados, Morín se adhiere a la constante tensión de los contrarios, de donde surge el impulso creador que articula la realidad; la cual se nos presenta como una y múltiple, con identidades y multi-diversidad a causa de su complejidad, lo cual nos exige abrir el pensamiento para abordarla con “otra mirada”, que nos ayude al encuentro con una realidad en continuos cambios.

Los humanos somos “vivientes” que compartimos en nuestra estructura con los componentes de la materia y de los otros seres vivientes sobre el planeta; según nos muestra la ciencia “somos ¾ partes de agua”. La diferencia esencial está en nuestra capacidad de conciencia reflexiva que permite darle “significación” a nuestra existencia y por tanto, propósito consciente a la vida; de ello deriva la condición de “sapiens” (inteligencia) y a la par “demens”, con capacidad de creación y transformación, somos “creadores con potencialidades infinitas”, incluso de destrucción y autodestrucción en suicidios individuales, colectivos y de la especie; es decir, “somos capaces de quemar la casa con toda la familia adentro”.

Edgar Morín propone andar el camino hacia un pensamiento que nos permita entender que el todo es más que la suma de las partes, que la totalidad se organiza en un relacionamiento recursivo, como torbellino entre las partes; que la relación dialógica de ellas nos muestra orden y desorden en una continua destrucción y auto-creación (autopoiesis); que son sistemas donde se hacen muchas interrelaciones “complicadas” (difíciles de entender) y en constante “emergencia” de situaciones nuevas no pre-vistas; que nos llevan a los principios de la termodinámica y la complejidad, de la emergencia y del caos que se nos presenta como crisis; que nos reta a la acción ético política hacia el encuentro con los otros para la transformación de la realidad, en la necesidad y el deseo por un sistema de relacionamiento con respeto a la vida diferenciada; que nos mueva desde el ántropo-centrismo dominante al bío-centrismo; que nos abra caminos hacia un nuevo modo de relaciones entre los seres humanos y con los otros seres vivientes; que permita el desarrollo de una comunidad de destino humano en la Tierra- Patria, también Matría como afinan muchos otros al hablarnos de Gaia, Pachamama o Madre-Tierra.

Edgar Morín cumple un siglo de vida en plena actividad y lucidez, donde combina pasión del pensar y compromiso del vivir, que le llevan a la reflexión para hacer consciente la complejidad de la realidad y necesidad de la actuación ético-política para hacer avanzar la condición humana sobre la tierra. Su pensamiento y vida es ejercicio para responder a las altas aspiraciones del ser humano y sus relaciones con la Tierra- Patria- Matria.

Su pasión de pensador-creador se expande en la poesía de la existencia; al través de sus obras se muestra siempre el mismo y siempre distinto, descartando toda doctrina o credo que lo encierre e impida para buscar la brecha que inspire la acción capaz de airear la vida del pensamiento y de los sueños, con “la cabeza bien puesta”. Alain Touraine, otro pensador social de nuestro tiempo expresó a Morin: “tú has sido dotado del don de la mirada”; su creación intelectual “dialoga”, auspicia los espacios de diálogo y estimula los de construcción colectiva para hacer camino del encuentro al andar.

La celebración de los 100 años vitales de Edgar Morín son ocasión para el encuentro desde muchos espacios, especialmente en nuestramérica, donde la introducción y reflexión de su obra y ejemplo, contribuye a la creación de herramientas oportunas y adecuadas para acercarnos a la complejidad de la realidad -agravada hoy con las plurales crisis que nos afectan como humanidad-, para abonar en la posibilidad que la creciente expansión de esa nueva mirada permita abordarla hasta superar el modelo dominante impuesto por occidente desde hace más de medio milenio.

También la UNESCO, organismo de las naciones unidas para la Ciencia, la Cultura y la Educación -como en otras ocasiones-, le rindió homenaje público en la promoción de diversos conversatorios y reflexiones, con su presencia y la de otros pensadores e inquietos amantes del saber, en el propósito de considerar su obra y pertinencia para transformar el modo de pensar y plantear el encuentro con la realidad en la aventura de la vida.

Dentro de esas inquietudes y las muchas obras de Morín, están las relativas a la necesaria reforma educativa, que pasa por una reforma del pensamiento para la educación y también, su singular propuesta de “los siete saberes necesarios a la educación del futuro”, presentada a solicitud de ese órgano multilateral, como contribución al debate internacional para la forma de reorientar la educación hacia el desarrollo sostenible, concepto sobre el cual será conveniente hacer precisiones.

En una edición venezolana de esa obra hay una reflexión introductoria sobre “repensar la educación”, hecha por el hoy fallecido sociólogo Rigoberto Lanz, hermano de Carlos Lanz hacedor de importantes aportes al tema (por cierto, ¿dónde tendrán a Carlos Lanz?, ¿quiénes le hicieron salir de su casa y se lo llevaron?).

El planeta está habitado por una infinidad de seres vivientes y por algo más de 7.000.000.000 de personas que vivimos en diversas y múltiples comunidades humanas, espacio- tiempo- cultural donde realizamos nuestra aventura vital. Todos ocupamos el planeta tierra en la continua agonía del “vivir para morir y morir para vivir”, como enseñó Heráclito y nos lo muestra la vida que constantemente muere para renovarse en el nacimiento de nuevos seres, con un permanente desgaste que -lentamente durante millones de años-, va hacia la finitud.

Nuestras acciones como sapiens/demens pueden acelerar o ralentizar ese proceso, la conducta humana sobre la tierra, en especial en los últimos trescientos años con el explosivo crecimiento de la industrialización en la modernidad, ha generado tal cúmulo de excesos, que se han convertido en desatados factores entrópicos (pérdidas de energía y otros). Hoy el gran reto que nos plantea la sobrevivencia es: ¿cómo retardar el fin del mundo?, ¿cómo contribuir al proceso de la humanización del planeta?, ¿cómo vivir la aventura de la vida y preservar su existencia para posibilitarla a las generaciones porvenir?

Porque “los humanos somos tres cuartas partes de agua”, cuando miro a mis nietas y nietos y en ellos a todos los niños de la tierra, les siento en mí y les pienso en el futuro deseable frente al futuro previsible, lo que nos obliga a considerar acciones ético políticas para construir el futuro posible; me sitúo en este espacio- tiempo- cultural de nuestra Guayana, con las enseñanzas de Edgar Morín y algunos otros que nos han legado instrumentos y enseñanzas para reafirmar -como hemos venido escribiendo-, la urgente necesidad de re-pensar el desarrollo de Guayana, para desde allí contribuir a re-pensar el país y re-pensar la Tierra Patria-Matria.

Casatalaya caracas, 10 julio 2021

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