Opinión

Dos Robinson venezolanos

Algo así como ayudar a un manantial para que alcance su vocación de ser río, y aportar fecundidad a la tierra al llevar por los caminos posibles sus corrientes al mar, en un continuo ciclo de las aguas y sus densidades que la transforman.
lunes, 28 febrero 2022

“El dogma de la vida social es estar continuamente haciendo la sociedad, sin esperanzas de acabarla porque con cada hombre que nace hay que emprender el mismo trabajo”

Estos días del mes, dejan fecha de eventos vitales vinculados con dos venezolanos, quienes motivan este artículo de hoy. El 20 de febrero murió el profesor Rafael Marrero; y el 28 de febrero se cumplieron 168 años de la muerte del maestro Simón Rodríguez. Ambos fueron apasionados educadores, que algunos tildaron de extravagantes y locos.

Simón Narciso de Jesús, -para quien “la filosofía consiste en conocerse, no en contrahacerse”-, había nacido en Caracas el 28 de octubre de 1769 y al momento de su muerte en 1854, cumplidos 84 años de vida, había atravesado los momentos neurálgicos de la sociedad colonial donde se formó, el encrespamiento insurgente del reclamo libertario dentro del mundo monárquico imperial de fines del XVIII e inicios del XIX, y nuestra convulsión libertadora envuelta en banderas que levantaron ánimos y pueblos con vocación de hacer patria buena y llevaron a muchos de nuestros varones –también mujeres-, a regar medio continente con su sangre ardorosa, para dar vida a la Patria grande nuestramericana.

José Rafael Marrero Pérez nacido en Barcelona de Anzoátegui, el 26 de marzo de 1921, vivió más de un siglo, durante estos últimos100 años de la historia en nuestro país, marcados por el gran reventón petrolero en la costa oriental del lago, que estuvo lanzando sus enormes chorros de manera incontenible durante muchos días en el pozo Los Barrosos así como el Zumaque pocos años antes; ellos nos colocaron para el mundo como un país petrolero y adentro grandes posibilidades hacia la necesidad de atender la transformación del territorio, de la sociedad y del estado, para hacer siembra de soberanía que pudiera dotarnos de “un gobierno eminentemente popular, eminentemente moral, justo,…. como lo soñó el republicano Bolívar, discípulo de Rodríguez.

Simón Rodríguez nos manifiesta en la máxima referida arriba en el epígrafe, la necesidad permanente del educar. Recordemos que ese verbo proviene del latín “educere”, hacer fluir, hacer brotar, ayudar en el hacer nacer lo que está adentro en otro, para que pueda desplegar y realizar con la mayor plenitud, la vocación que contiene.

Algo así como ayudar a un manantial para que alcance su vocación de ser río, y aportar fecundidad a la tierra al llevar por los caminos posibles sus corrientes al mar, en un continuo ciclo de las aguas y sus densidades que la transforman.

Cada día, cada generación demanda a la sociedad dedicación amorosa al “educere” para todos, con atención especial en los más jóvenes, como nos alertó y recuerda la máxima de su gran discípulo “los pueblos marchan hacia su grandeza en la medida de su educación”.

Cada comunidad humana vive en un Espacio- Tiempo- Cultural -en compleja y dinámica interacción con diversos modos de hacerlo-, entre el territorio, clima, paisaje, recursos, historias, actividades, mestizaje, costumbres, creencias, ritos, necesidades, industria, talentos, conocimiento…; que le es propio y marca en sus integrantes una cierta visión y comprensión del mundo, el relacionamiento entre ellos y con la naturaleza; a todo ello el hombre (varón-mujer) le otorga significación para su condición humana; coexiste en ella un sentido de conservación de la realidad que se desenvuelve conforme a la cultura dominante y a la par, la voluntad de transformarla desde las culturas subyacentes en esa sociedad. Tal situación se agudiza cuando algunos acontecimientos hacen crisis y aceleran las contradicciones entre conservadores y transformadores, de manera especial en un país colonial.

“Las aventuras de Robinson Crusoe” escrita por Daniel Defoe es una obra que alienta en el lector su imaginación para enfrentar las crisis que pueden sobrevenir en caso de extravío, la pérdida del rumbo o el desamparo. El protagonista es un arrogante joven inglés, navegante aventurero, que no había pensado en el infortunio que podía acontecerle, cuando cercano a una isla desierta su pequeña nave naufraga en tormenta marina; el instinto vital lo empuja a la misión esencial de conservar la vida, por lo cual nada sin detenerse sobre la furia del mar. Llegado a tierra, advierte que está solo y además había perdido todo su equipaje; casi desnudo debe enfrentar su sobrevivencia en un mundo salvaje y desconocido.

Empezando de cero alimenta su creatividad con las ganas de vivir, que le alientan la observación y el talento, para satisfacer necesidades, comenzando por el hambre; con firmeza y constancia fue aprendiendo a pescar, hacer fuego, vencer temores, escuchar la música de la naturaleza, pájaros, árboles, manantiales, y entender toda la vida que le rodea, incluso el sentido del tiempo y el encanto de su aroma; la expansión de conocimientos y el crecimiento humano vinculado con el Universo, el sol, la luna, las estrellas y la tierra benéfica y productiva. Ermitaño lleno de enseñanzas a partir de la observación y la perseverancia en las experiencias y la esperanza, es un ser distinto, un hombre nuevo, cuando el paso de un navío le permite volver a su ámbito social.

Ese personaje y la necesidad de sobrevivencia ante la alcabala inquisidora por la conspiración de Gual y España en 1797 para abordar el primer navío que encontró en puerto, seguramente le motivaron para adoptar el nombre de Samuel Robinson, con el cual recorrerá Jamaica, EEUUA y muchos países europeos durante 28 años, hasta retornar a nuestramérica. “Yo era presidente de una junta secreta de conspiradores… logré sustraerme a las persecuciones y a la muerte… embarcado en el puerto de La Guaira en un buque norteamericano…” le confiesa a Daniel F. O´Leary quien concluye: “mal venido con la tiranía que lo agobiaba bajo el régimen colonial, resolvió buscar en otra parte la libertad de pensamiento y de acción que no se toleraba en su país natal”.

Rafael Marrero, que sus cercanos decían Marrerito, seguramente por su baja estatura y atrevida inteligencia con fina palabra, se graduó en promoción pionera del Instituto Pedagógico Nacional donde apasionados venezolanos se hicieron profesores para la educación media en el País. “Tenía él, una gran vocación por la docencia, amaba como nadie la educación y a ella le dedicó y consagró su vida, dejando un gran legado en investigaciones para la educación en Venezuela…entre sus obras destaca “Teoría y práctica de la educación en Venezuela”… la última de sus obras “De la escuela que tenemos a la escuela que queremos”, como lo cuenta un amigo suyo.

Andariego, acudió a Nicaragua donde llevó sus sabios consejos para contribuir con sus conocimientos y experiencia. Lector incansable, conocía la naturaleza y el cerebro humano de modo sorprendente; era hombre de mundo, con asombrosa agilidad para su edad; la última vez en ALMACARONÍ, compartimos inquietudes y nos habló de su proyecto para irse a Bolivia en sus 86 años, a lo cual su familia se oponía porque “podía morirse solo”, él jocosamente preguntaba “¿acaso uno no se muere solo?”.

Lo conocí en Guayana en 1973, cuando me vine a vivir y aprender para acompañar al sector laboral, en especial los de la zona de Matanzas en la gran industria siderúrgica. El profesor Marrero conducía un proyecto educativo de gran importancia como fue el Centro de Recursos para el Aprendizaje de los Trabajadores (C.R.A.T.), orientado a la formación y certificación de saberes en el nivel medio de educación, ajustado en metodología para adultos y horarios con atención para los diversos turnos laborales en las operaciones de proceso continuo. Tuve oportunidad de participar en alguna fase del proyecto y le recuerdo en sus apasionadas conversaciones sobre educación de adultos trabajadores.

En los años noventa durante nuestra responsabilidad desde ALMACARONÍ, formamos un equipo de alto nivel en conjunción a la Dirección de Educación del estado Bolívar bajo responsabilidad del profesor Marrero, para dar impulso al programa de la Escuela Nueva; significó un hermoso esfuerzo de transformación para nuestros maestros municipales, su formación y desempeño docente, con los métodos de atención a los alumnos y sus representantes en el compromiso educativo. Con su entusiasmo e historias de vida envueltas en el buen humor, ¡ todos aprendimos a soñar con la nueva educación!.

También sobre la infraestructura de las escuelas bajo responsabilidad del Municipio Caroní, donde concurrían otros equipos para atender la arquitectura, los materiales de construcción, la disposición de las aulas, incluida las de computación, mecanografía, electricidad y luego sala de cine; el patio de recreación, con su gran mapa de Venezuela y los estados, sobre el cual disfrutar y aprender, al igual que los bancos con dameros y también el piso de las aulas en granito con diversos signos para juegos de matemáticas activas; además, como nos enseñó Marrero, sustituimos los pupitres por mesas y sillas para las diversas dinámicas del aula, donde la primera hora de clase debe ser: ¡el desayuno!.

Sirva este pequeño homenaje, para saludar a los educadores que no se han contrahecho, que han preferido ser Robinson, locos de calidad superior como semillas de luces y esperanzas, que tanto necesita hoy el desamparo educativo de las nuevas generaciones… en nuestro país y en el mundo.

Casatalaya, Guayana 27 febrero 2022

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