Desechos sólidos y Robin Hood
La empresa recolectora de basura, la que actualmente presta el servicio en Ciudad Guayana, pudiera muy bien ser comparada con aquel héroe de la cultura medieval inglesa, el legendario Robin Hood.
Ese personaje, conocido en el mundo entero, vivió como forajido en los bosques de Sherwood y luchó por los pobres. Esta empresa, sin embargo, se unió al “Sheriff” de turno y a nuestro anónimo “Príncipe Juan sin Tierra”, y con artilugios diversos, fraguó una estrategia inteligente, presumimos que para “esquilmar” a industriales operando a un cuarto de máquina, comerciantes asediados por elevadas cargas tributarias, y profesionales arruinados, “matando tigritos”, todos, pertenecientes a lo que queda de esa triste y menguada clase alta y media.
El plan consistió en cobrarle a unos pocos, la totalidad de la cuenta que por aseo urbano, en conciencia, deberíamos cancelar todos y cada uno de los integrantes de la población.
Lo que está ocurriendo es una versión moderna del Robin Hood, quitándole a los ricos para mantener a los sin empleos, jubilados, madres solteras, etc…
Más que un pago por servicios, se parece al establecimiento de un “novedoso” impuesto, cobrado mediante un extraño documento que amalgama las cuentas de electricidad-aseo urbano-relleno sanitario (3 en 1), en una sola factura.
Hay quienes opinan que estos, que se hacen llamar gobernantes, con estas acciones, desean vulnerar a quienes aún tiene recursos.
Otros creemos que esta carencia de servicios se presentó como una gran oportunidad para satisfacer necesidades colectivas y electorales, financiada por unos pocos.
En medio de este marasmo y mucho descontento, producto de las altas tarifas para unos pocos, surge la figura de una alcaldía dispersa, perdida y débil, debido a su falta de experiencia en materia de manejo de desechos sólidos, lo cual le resta arrojo para exigir el cumplimiento de un contrato, cuyos términos, a pesar de ser un documento público, es desconocido.
Cuando se pone atención a todas las aristas del conflicto, también se observa una EMPRESA OPERADORA, divorciada de los datos demográficos de la ciudad, en términos de dimensión, estructura y características generales de la misma.
Su conducta hace intuir que esta compañía asumió este compromiso de limpiar la ciudad, sin haber realizado un estudio riguroso del comportamiento de su gente y los volúmenes de sus desechos.
Esta y no otra, debe ser la razón por la cual el factor precio de su servicio es, en muchos casos, desproporcionado, errático, injustificado y hasta arbitrario. Se puede observar igualmente, una empresa indefensa y sin un firme liderazgo, ante una comunidad que reclama un trato justo; tampoco se observó esfuerzo alguno por seguir las variables más importante del mercado.
Por ejemplo, olvidó publicar las rutas y sus horarios; desconoció la necesidad de informar a sus clientes, el proceso y destino final de los desechos sólidos, cómo es abrir profundas zanjas protegidas con membrana plástica, amontonar y compactar en ellas, dichos desechos; y que con cada metro de basura compactada, se vierte y recubre con tierra dicha basura, y así sucesivamente, esto, como descripción de lo que constituye el “producto o servicio” prestado.
Es obvio que si bien es cierto que la empresa ha iniciado una labor gigantesca, como es limpiar un “longevo inventario” de desechos sólidos, desparramados por toda la ciudad, también es verdad que falló en entrenar al pueblo sobre técnicas y prácticas que igualmente le ayudaría con esta higiénica labor. Presumimos que sin mayores estudios, comenzó operaciones aplicando tarifas, que para muchos, resulta imposible cancelar.
No se entiende aún, porque se cobra en función de los metros cuadrados de un establecimiento y no del peso de los desechos, como factor fundamental de medición. Esto es casi como decir “deseo me despache un metro de Coca Cola, en vez de un litro de ese refresco”.
Tampoco se entiende porque se exceptúa a barriadas enteras del pago. Se puede comprender que muchas de ellas están habitadas por familias sin ingresos adecuados; en estos casos, debería ser la alcaldía la que sustitutiva y temporalmente, cancele el servicio a ellos prestado, hasta tanto mejoren las condiciones económicas de la familia y/o del país.
No queremos a los “Robin Hood”, sino a ciudadanos responsables, viviendo en un país desarrollado, económica, social, política y culturalmente.
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