Opinión

Democracia para un bravo pueblo

"La extrema igualdad, genera leyes y prácticas que desconocen los méritos individuales y promueven el abatimiento de la meritocracia, la productividad y el desarrollo".
jueves, 21 enero 2021

“Democracia” es un término que genera grandes expectativas, pero su goce y perfeccionamiento depende de la sabiduría del pueblo y de sus niveles de exigencia.

Debemos aclarar que ese pueblo, en Venezuela, está fragmentado. Existe relativamente pequeños segmentos del mismo, muy rigurosos en cuanto a sus expectativas, y un grueso de la población, devino en ser muy pasivo o complacientes con el vil autoritarismo rector.

Idealmente, el ciudadano, no solo debe conocer los derechos que en este particular, le confiere la Constitución y las leyes, sino también, cuales son los canales y medios expeditos y disponibles para hacerlos cumplir.

Esta fue una de las razones por lo cual, en el bachillerato de la IV República, se enseñaba una materia que llamaron “Formación Moral y Cívica”.

Hay quienes opinaron que ese tema, debió ser tratado a más temprana edad: durante la primaria, y que su enfoque tuvo que apuntalar la democracia. En efecto, ella es una forma de convivencia política, con un menú de derechos y deberes que está a disposición del ciudadano, para hacer cumplir la autodeterminación de los pueblos; su ejercicio y “manoseo” periódico, ha debido inducir el perfeccionamiento de la misma y también el de la cultura ciudadana, hechos que muy tímidamente ocurrieron en el pasado.

Esta función didáctica, no solo debió ser asumida por la escuela; los partidos políticos, tenían la irresoluta obligación de hacerlo y convertirse en enérgicos y fundamentales propulsores de su propagación.

La filosofía que debió prevalecer, entre otras, debió ser la suspensión del derecho al ejercicio del voto, para aquellos ciudadanos que no tuviesen un mínimo de cultura política.

Debió ser importante también, haberle enseñarle al votante, que no se escoge a una persona para un cargo, si no tiene las capacidades para su cabal desempeño y que no basta la afiliación política a la cual pertenezca, pues es más importante su curriculum, sus antecedentes como persona, como profesional y como político per se.

Hay que evaluar a los candidatos por su ejecutoria y no por sus títulos (JJ Rousseau). Tendremos mejores gobernantes cuando acompañemos a los honestos, estudiosos, experimentados y enérgicos en su gestión.

Un poco de historia

La democracia tuvo su origen en la Grecia de los los Siglos VII y VI a.c.. En esa época, no todos los ciudadanos tenían derecho al voto; los esclavos y las mujeres, estaban exceptuados del mismo.

Aunque discriminatoria, ellos ya entendían que no todos los seres vivientes eran aptos para elegir a los ductores de una sociedad. Pasaron muchos siglos hasta que volvió a resurgir esta idea de libertad.

El inicio de la Revolución Francesa y posteriormente, la gesta emancipadora norteamericana abrieron las puertas. Estos movimientos políticos, fraguaron y consolidaron las sendas de la libertad y la justicia y cimentaron así, las bases de la democracia.

Los franceses, con el ajusticiamiento de Luis XVI y la toma de la Bastille, se deslastraron de la opresión monárquica imperante en Europa en general y Francia, en particular, y acuñaron para la eternidad, la divisa de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

Esto ocurría durante ese llamado “siglo de las luces”.

Los borteamericanos, por su parte, se libraron de la dominación y yugo inglés, dando paso a la primera democracia del mundo, en un país que nunca dejó de ser guiado desde entonces, por (the rule of law), el imperio de la ley.

Hoy en día, en occidente, la democracia, la ejercen la mayoría de los liberales, los conservadores, los socialdemócratas y los demócratas cristianos.

Lamentablemente, también algunas oprobiosas y crueles dictaduras, dicen gobernar en “Democracia”. Esto denota el prestigio de este sistema de gobierno y también, la manipulación conceptual de estos dictadores.

En lo formal, democracia es un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

La ciudadanía, en este tipo de gobierno, establece un diálogo fluido con sus representantes, para impulsar los cambios que la comunidad requiera necesarios. Este es el caso de la “democracia representativa”. En ellas, los ciudadanos, son “libres” para elegir a sus representantes, a esos que mejor gestionan sus intereses; ellos a su vez, tienen la obligación de permanecer en contacto, no solo con los miembros de su partido, sino con la comunidad en general, a cuya representación deben su elección.

En las “democracias participativas”, existe mecanismos adicionales, establecidos en sus constituciones, que hacen posible escuchar la voz del pueblo de manera más directa.

La participación ciudadana es más efectiva cuando se permite reconocer y RESPETAR, además del voto, los resultados de un “referéndum revocatoria del mandato”, de un “Cabildo Abierto”, un “Plebiscito”, una “iniciativas de ley” y hasta la voz de algín “consejo ciudadano” en determinado organismo público, para la reorientación de políticas.

Esta innovacion para la democracia, hace más vibrante esa idea de acercar el gobierno al pueblo y se vislumbró como una forma de modernizar su desarrollo.

En el contexto general, sin embargo, la expresión “libre voluntad” hace aguas.

La experiencia ha demostrado que el ser humano puede ser intimidado por gobiernos autoritarios o personas con poder; la condición intelectual del individuo, también puede sucumbir ante sofisticadas y costosas campañas publicitarias; igualmente, el individuo puede vender su alma al mejor postor, por su paupérrima condición económica y particularmente, moral; la arrogante y corrupta conducta de unos pocos, puede comprar esas voluntades de personas necesitadas.

Finalmente, está el flagelo de la trampa, aquella que pregonaba que “acta mata a voto” y peor aún, ahora, en este mundo cibernético, cuando un programa como “Dominium” o como se denomine, desvirtúa la verdadera intención del votante y la convierte en voluntad del programador y poderoso de turno, tal como dicen, ha ocurrido en Venezuela múltiples veces y en EEUU, el 3 de noviembre del 2020. Estas son las viles torceduras de los tiranos o aspirantes a ello.

En Venezuela hemos vivido mil experiencias de ese tipo y todas ellas nos lleva a pensar que, como decíamos anteriormente, los pueblos deben ser educados también en moral y cívica; tenemos que profundizar en la enseñanza de valores, esos que hacen intocables la integridad, la honorabilidad, la honestidad y el compromiso.

Queda entendido nuevamente, que este ejercicio de los Derechos Ciudadanos, requiere educación cívica, la cual debe ser patrimonio de la cultura del pueblo y no solo de los partidos políticos.

Y es que la democracia como forma de organización política, tiene que adoptar valores trascendentales como son el respeto a los DDHH, en la forma de libertad, justicia, igualdad y solidaridad, valores que deben prevalecer en un estado en libertad.

Los ciudadanos deben tomar la iniciativa que correspondiere, para que solo puedan ejercer el derecho al voto, aquellos que no hayan sido sentenciados por delito alguno, los que sepan leer y escribir más allá de toda duda, los que no sean empleados públicos, los que no gocen de beneficio alguno del Estado, como becas, créditos u otro beneficio que aliene sus decisiones.

Los políticos y los pueblos deben entender y aceptar que las democracias deben transformarse, progresar, evolucionar, desarrollarse o dejarán de ser democracias.

La innovación y la creatividad en política es tan importante y necesaria, como también lo es para la tecnológica. Son componentes obligados del desarrollo sociopolítico de un determinado sistema.

Una de sus manifestaciones lo materializa la evolución organizativa y sus formas, la automatización de sus procesos y la dinámica comunicacional.

En las democracias, algunas veces se confunde respeto con divinización, esa tendencia a la “adoración” del líder. Entre otras, esa es una de las razones por la cual los períodos de gestión deben ser cortos y sin reelección; este es un veneno organizacional.

George Bernard Shaw dijo alguna vez que “la democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos”.

¿Es esta una coincidencia con la realidad venezolana?

Sea lo que sea, ello nos lleva a pensar que hay un porcentaje de la población que no se siente merecedora de este tipo de gobierno, pero la recurrencia de su ejercicio, opera como viento que sopla de frente y frena la libertad; ello debe hacernos reflexionar sobre los valores y en general, el tipo de cultura que tenemos.

Montesquieu dijo que “la democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que conduce a la aristocracia y el espíritu de extrema igualdad que conduce al despotismo”. No sé porqué, esta cita del gran filósofo Francés, me es están familiar; quizás por aquello de que los políticos, con mucho tiempo en el ejercicio de su oficio, se distancian de sus electores para comenzar ese proceso de “aristócratización” lo cual es el comienzo de una decadencia democrática.

La otra punta es el de la “extrema igualdad” que genera leyes y prácticas que desconocen los méritos individuales y promueven el abatimiento de la meritocracia, la productividad y el desarrollo.

Este es, por su parte, el inicio del socialismo y extrañamiento de la democracia. Estos patrones igualitarios y socialistas, producen sociedades estériles, opacas e improductivas.

Esa, entre muchas otras, es una razón por las cuales Venezuela atraviesa por esta “burbuja autoritaria y parasitaria”, la que nos trajo al desierto de la pobreza y miseria.

Sin embargo, el hombre nació libre y su espíritu de lucha solo fenecerá con su cuerpo, por lo que aún fabricamos la esperanza de poder recorrer otra vez, senderos democráticos, justos y libres. Caminos sólidos, fundamentados en la educación cívica y de valores, para que así, todo el pueblo tenga derecho al voto.

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“Todos los males de la democracia pueden ser curados con más democracia”. Alfred Emanuel Smith.

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