Opinión

De la grandilocuencia a la chatarrería

"Lo insolente del caso, es que nuestro país perdió su participación accionaria en esa planta (Cienfuegos) por deudas contraídas con Cuba, supuestamente, no canceladas".
jueves, 07 enero 2021

La pobreza también alcanzó las alturas del poder, es decir llegó a los predios del Estado, más no a los políticos que lo cabalgan. Fuimos una cuna de sueños y realizaciones y también, una gran alcancía para Latinoamérica; luego, vivimos un enorme festín y hasta nos convertimos en generosos financistas continentales; finalmente, caímos en la malévola ruta del endeudamiento, la improductividad y la miseria.

Aún retumban mis oídos con aquellas fanfarronerías y grandilocuentes promesas de construir el “Gran Gasoducto del Sur”, que uniría a Venezuela con Argentina y que se convertiría en la “locomotora para derrotar la pobreza y la exclusión”.

Generaría un millón de empleos y se finalizaría para el 2017.

También recordaremos la pretendida asociación de Brasil y Venezuela, para construir la Refinería “José Ignacio Abreu e Lima”, en el Estado de Pernambuco, como parte de la siembra petrolera venezolana del 2006-2030, “para el uso justo, democrático y soberano de los recursos energéticos”.

Este proyecto estaría listo para el año 2011.

Tampoco olvidamos la pomposa parafernalia con Petrocaribe, que “más que un simple mecanismo comercial, es un instrumento para favorecer la unidad y liberación de los pueblos de América”.

Estos altisonantes y demagógicos discursos, no eran más que la letra que acompañaba la grosera compra de conciencia de unos pequeños e indefensos países, pretendiendo hacer parecer sus declaraciones a las de independencia.

La recuperación de la refinería Cienfuego, Cuba, es otra de nuestras altruistas contribuciones con la política tóxica continental. Fue construida por los Soviéticos y abandonada poco después, y luego vuelta a reconstruir con dinero de PDVSA.

Ella le costó a Venezuela, un mil cuatro cientos millones de dólares. En ella se procesarían apenas 65.000 barriles diarios, pero, de petróleo venezolano.

Lo insolente del caso, es que nuestro país perdió su participación accionaria en dicha planta, por “deudas contraídas” con Cuba, y supuestamente, no canceladas.

A pesar de esa muy extraña transacción, la Venezuela de hoy, continúa sin escatimar esfuerzos, enviando parte del escaso petróleo que produce, a esa nación, a cambio de quincallas y otras baratijas.

Dicen los entendidos, que este no es un acuerdo comercial regular, sino una contribución para mantener viva la llama tóxica del socialismo en América.

Durante el año 2006 y 2007, Venezuela también tuvo la desafiante arrogancia de suministrarle combustible, con un 40 % de descuento, a una zona de Nueva York (Bronx), para beneficiar a “180.000 hogares pobres”.

Este fue un programa adelantado por Citgo, filial de Pdvsa. Fueron 55 millones de litros, entregados por Venezuela a una “comunidad pobre” norteamericana, como parte de un esfuerzo humanitario. Esa fue una gran afrenta.

En el 2010, el chavismo “despertó de esa borrachera de poder que lo obnubilaba” y comenzó a “combatir el neoliberalismo” vendiendo la participación de Pdvsa (22 %) en el Ruhr Oel, Alemania, por 1.600 millones de dólares.

El régimen de Chávez ya requería ingresos adicionales, debido a la declinación de la producción petrolera nacional; también ese año, Pdvsa planeaba, emitir bonos por 3.000 millones de dólares, para “fortalecer” sus finanzas, las cuales ya se veían abatidas debido a la crisis económica internacional del año 2009.

Ya por esa época, y por las mismas razones, se fraguaba la venta de Citgo y sus plantas en Texas, Illinois y Luisiana, con sus más de 6.000 estaciones de servicios.

Hoy, vivimos esa resaca que nos dejó las tóxicas estatizaciones, confiscaciones y continuas amenazas a la propiedad. Los recurrentes desaciertos económicos y políticos, también nos trajo la tormentosa hiperinflación, descapitalización y empobrecimiento sin precedente; nuestra realidad, es hoy un bochorno.

Vivimos las consecuencias de una torpe administración, plagada de ineficiencias, graves errores, decisiones indebidas y particularmente, la creación y fomento de una vorágine de corrupción sin parangón.

Como decíamos al inicio, Venezuela, después de ser el “nuevo rico de América”, y por efectos de una profunda intoxicación politica socialista, se sumergió en una oscura gruta de ruina económica, escasez y extrema pobreza.

En estos momentos, enfrentamos múltiples demandas de arbitraje por ante el Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi) y posa contra la nación, otra demanda por parte de Crystallex, que pudiera afectar la estructura accionaria (propiedad) de Citgo.

En lo diplomático, estamos reñidos con importantes países como Estados Unidos, Colombia y Brasil. Nuestras relaciones también son ásperas con más de otras 50 naciones.

Existen múltiples sanciones contra personeros del régimen y de algunas importantes instituciones nacionales, que restringen nuestro libre funcionamiento como nación.

El país se quedó con una ínfima capacidad productiva de petróleo y de gas; las refinerías están paralizadas; no hay gasolina y las carreteras están desoladas; se agotaron las reservas del Banco Central; ya no producimos aluminio y hasta resulta ridículo hablar del acero.

Las centrales hidroeléctricas están severamente impedidas; las petroquímicas están cerradas; los puertos están vacíos; nuestro Orinoco ya no es navegable para los grandes navíos; los hospitales no tienen medicinas y otros, muy pocos médicos; los campos están quedando yermo y desolados y hay pueblos enteros sin agua corriente; la policía carece de suficientes patrullas y hasta los soldados, esos grandes patriotas, tienen hambre.

Así que para mitigar nuestros grandes y extensos males, hemos recurrido a la chatarrería. Empecemos por señalar que las intervenciones oficiales en televisión, son en su mayoría, “discursos chatarra”, dirigidos a minimizar el descontento popular.

Desde hace ya algún tiempo, nuestros campos petroleros, comenzaron a chatarrearse; comenzaron por aquellas instalaciones en desuso; y se hizo para cancelar deudas a contratistas de Pdvsa.

Los chinos y los rusos, disponen hoy de empresas especializadas en chatarrear oleoductos completos; son kilómetros de tubería de diferentes diámetros, ya desmontadas y apiladas; se llevan tableros de control, motores y extensos tendidos eléctricos; desmantelan balancines y los despiezan.

Todo lo que costó miles de millones de dólares, hoy se remata sin remordimiento. Es chatarra para pagar deudas y también, para la exportación. Son bienes que nos sustraen y que difícilmente, podremos reponer.

A esta actividad oficial, tenebrosamente destructiva, se suma también la de las bandas de delincuentes, que de igual forma, diezman las industrias.

Sus fechorías, lamentablemente, se encuentran protegida por los “cuanto hay para eso”, de autoridades que no parecen tener bandera y menos aún, código de ética que los guíe.

El chatarrerismo, se ha convertido en un negocio nacional muy lucrativo.

También existe otro tipo de chatarreo: uno que proyecta aún más, la miseria y el abandono: el chatarrero bachaquero; el que vende pequeñas piezas, partes y repuestos usados, en calles y avenidas, sobre improvisadas mesas.

Es el bachaqueo de la miseria, del hambre y del delito; es, en gran parte, un comercio inescrupuloso, de “bajos fondos”, que los compromete como comerciantes, pero igualmente a los compradores, como cómplices.

Este chatarreo, el industrial y el de la miseria por igual, han sido producto de esa antes aludida intoxicación política sin precedente.

Todo se inicia con los primeros sueños de libertad de aquellos inquietos jóvenes de la generación del 28, envenenados ideológicamente con literatura marxista-comunista. Desde esos tiempos se viene rumiando las causas socialistas.

La oferta de infraestructuras, educación, salud y servicios gratis, no levantó roncha alguna en esos pueblos irreflexivos. No sólo nos gustó la idea, sino que nos apropiamos de ella y la incorporamos en nuestros Estatutos, el de los Partidos Políticos y cuando tuvo lugar, también en la Constitución Nacional.

Luego, hasta creamos conceptos armónicos con dicha ideología, como el de Empresas Básicas o del Estado, por cierto, fuente de variados y profundos conflictos socio-políticos.

Todos pensamos, los de la Cuarta y los de la Quinta también, que el Estado siempre tendría una fuente inagotable de recursos, para poder subsidiar continuamente y hasta regalar a diestra y siniestra, lo que el pueblo exigiera.

Con el arribo del chavismo al poder, los recursos dejaron de distribuirse democráticamente y ello dio lugar a traviesos y profundos esquemas de corrupción. La fiesta, como dijo Margaret Thatcher, duró mientras hubo recursos.

Al terminarse estos, comenzó la “preocupación”. Las fábricas que funcionaban, comenzaron a fallar y eventualmente, se pararon; y cuando ya no hubo más recursos, se comenzó a vender lo que ya se había chatarreado.

Hoy, en buena parte del país, reposa muchos desechos y en su gran mayoría, no reciclables. Los encontramos en campos petroleros, plantas como Alcasa, Sidor, Venalum, Corpoelec, por nombrar unas pocas, en nuestra marina mercante, etc., un largo etc… Ya el país vive del chatarreo.

Hoy lo hacemos con el hierro, el aluminio, el cobre, las esperanzas y hasta con los sueños.

La degradación nos carcome, nos envilece y nos destruye y todo como consecuencia de esa infame intoxicación ideológica que nunca nos dejó aprender, que lo más importante en la vida es la libertad sin condición, la justicia sin excusa, el trabajo sin limitación y el estudio como obligación.

Estos son los únicos medios para la satisfacción espiritual, la acumulación de riquezas y la obvia razón para nuestra existencia.

Debo por este medio, dar las gracias a un amigo, quien me recomendó escribir sobre el tema, aunque los particulares del mismo, son mi responsabilidad.

“Te exigen sinceridad, pero se ofenden si digo la verdad. Entonces… ¿Te ofendo por sinceridad, o te miento por educación?
Autor desconocido.

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