Opinión

De “America First” a “Only America”: el giro comunicacional de Trump frente al conflicto Irán-Israel

Ese viraje lo aleja del votante moderado que alguna vez creyó en Trump como un outsider pragmático, no como un promotor del caos.
viernes, 04 julio 2025

Durante su primer mandato, Donald Trump se vanagloriaba de haber sido el primer presidente estadounidense en décadas que no inició una guerra. Lo decía con tono desafiante, como un gesto audaz de autocontrol y pragmatismo, enmarcado en su estrategia de comunicación bajo el eslogan que lo catapultó al poder: Make America Great Again. Aquella versión de Trump proyectaba fortaleza, pero también un repliegue calculado: lo suyo no era intervenir, sino imponer respeto. Su agenda era doméstica, centrada en el empleo, la frontera, la economía interna. Su promesa era hacer grande a Estados Unidos devolviéndole el control a los suyos.

Hoy, en los primeros seis meses de su segundo mandato, el relato ha mutado. El Trump que reaparece en escena no es el mismo que renegaba del intervencionismo militar. En el contexto del conflicto entre Irán e Israel —un asunto geopolítico de largo aliento—, su narrativa ya no gira en torno a evitar guerras, sino a castigar enemigos y cerrar filas con aliados estratégicos, incluso a costa de escalar tensiones globales.

Este giro no es casual. Es parte de un rebranding político que ha ido estrechando cada vez más el significado de “América” en Make America Great Again. Si en su primer mandato esa frase funcionó como una promesa de prosperidad para los estadounidenses, hoy se transforma en una consigna excluyente, casi beligerante. El énfasis ya no está en lo grandioso, sino en America. Y esa América —la de Trump— parece ser una fortaleza en asedio, que debe cerrarse al mundo y blindarse contra lo que él define como amenazas externas.

La comunicación política de Trump frente al conflicto Irán-Israel ha estado llena de frases categóricas, sin matices, destinadas a proyectar poder. Apela al miedo, al resentimiento y a la superioridad moral de Occidente. Ha recuperado un tono de “choque de civilizaciones”, presentando el apoyo irrestricto a Israel como parte de una lucha mayor por los valores “americanos”, aunque eso implique borrar matices diplomáticos o ignorar las consecuencias humanitarias.

Este posicionamiento no solo le permite conectar con sectores conservadores y evangélicos, sino que lo posiciona como un líder de mano dura en un mundo convulso. Pero hay un riesgo: ese viraje lo aleja del votante moderado que alguna vez creyó en Trump como un outsider pragmático, no como un promotor del caos.

La paradoja es evidente. Mientras más promete proteger a Estados Unidos, más se aísla del mundo. Mientras más insiste en restaurar la grandeza, más se aferra a una idea de poder unilateral que amenaza con fracturar los frágiles equilibrios internacionales.

Trump no solo ha modificado su política exterior: ha reformulado su relato. Make America Great Again ya no es una promesa de reconstrucción, sino una bandera que ondea con desconfianza hacia el resto del planeta. Un símbolo que, lejos de tender puentes, parece querer levantar muros —físicos, culturales y militares— para imponer su versión del sueño americano: uno que ya no se sueña, sino que se defiende a gritos.

Andrés Silva Ayala

@andresisilva en X e Instagram

Ten la información al instante en tu celular. Únete al canal de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente linkhttps://whatsapp.com/channel/0029VagwIcc4o7qP30kE1D0J

También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí: https://t.me/diarioprimicia

error: