Opinión

Dar razón de la fe que se tiene

En los momentos actuales, hay que obedecer a científicos y doctores como si de Dios se tratase.
jueves, 19 marzo 2020

Días atrás, la Conferencia Episcopal Venezolana suspendió la Eucaristía en todo el país hasta nuevo aviso. Con esta pandemia respirándonos en la nuca, que se suma a otra lista de calamidades de índole histórica, con más razón debo apoyarme en esta columna semanal para llevar a cabo la tarea encomendada por el Señor Dios de predicar su palabra de esperanza y claridad, que es lo que este momento presente exige. Cuatro ideas para compartir con todos ustedes.

La ciencia y Dios
Ciencia y fe han estado divorciadas durante siglos. Las razones y posiciones de esta diatriba no vienen al caso —por falta de espacio—, pero créanme cuando les digo que a Dios gracias esta falsa separación ha disminuido notoriamente.

En los momentos actuales, hay que obedecer a científicos y doctores como si de Dios se tratase. Obviamente, esto vale única y exclusivamente para aquellas posiciones médicas y científicas serias.

No tengas miedo

El tiempo presente nos llama a la cordura, que hemos de colocarla fundamentalmente en la prevención: higiene y modo de relacionarnos. El miedo la preocupación son los peores aliados para encarar el virus. En cambio, en muchísimos pasajes de la Biblia donde literalmente aparece la frase “no tengas miedo”, ésta es sinónimo de “ten fe”.

La supone abrirse a Dios y a los demás. Ese es el matiz que aporta la Cuaresma 2020 a la fe: apertura a este tiempo presente, para vivir la experiencia de confiar en el Señor, que cuida de nosotros, porque está de nuestra parte, porque no mira las apariencias, sino la profundidad de nuestros corazones.

El primer gesto de solidaridad es ponerle coto al virus, siguiendo el protocolo para ello. La generosidad tiene que ver con poner todos los medios para no contagiarme y así no contagiar a otros. Eso es muestra de amor.

Lo que realmente cuenta
Estas situaciones límite —donde nuestra vida corre un riesgo real— ponen frente a nuestros ojos lo que realmente vale la pena, y aquello en que nos hemos enfrascado y que ante un coronavirus se “desinfla”. No perdamos tiempo y energías en tonterías, en peleas y discusiones estériles, y concentrémonos en lo que verdaderamente importa, porque es valioso: la propia vida y la ajena, la familia, los amigos, etc.

Orar sin desfallecer
San Pedro dice que siempre debemos estar preparados para dar razón de nuestra fe. Con otras palabras: la actual situación es una “provocación” para todos aquellos que afirmamos ser hombres y mujeres de fe. Preocupaciones y angustias, miedos e insensateces, no pueden ser mayores y más fuertes que la esperanza que la presencia de Dios genera en nosotros.

Esta presencia divina tiene un efecto balsámico en nuestro espíritu si le dedicamos el tiempo de calidad para relacionarnos con Él. Oramos entonces no para cambiar esta situación —que no vendría mal, si así sucediera— sin que rezamos para que Dios nos cambie a nosotros. A partir de este cambio, estamos preparados para afrontar y cambiar esta situación. Así sea.

 

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